Relaciones de Poder y Aliados Subordinados
- Alejandro Deustua
- hace 2 días
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1 de diciembre de 2025
El fin de año se aproxima con la incierta perspectiva del fin de la dictadura en Venezuela y de la guerra en Ucrania. Esos procesos llevan consigo probabilidades de establecimiento de un nuevo orden regional en América y otro de proyección global en Europa.
Ese horizonte podría oscurecerse si el nuevo orden americano termina siendo neo-hegemónico y si el que se establezca en Europa resulte peligrosamente inestable.
En el primer caso, el despliegue de poder naval norteamericano en el Caribe es desproporcionado en relación al objetivo de combatir el narcotráfico en Venezuela y abrumador frente a la decisión de cambio de régimen en ese país.
Para clarificar el escenario y evitar excesos los estados implicados debieran reclamar una reunión de consulta de cancilleres americanos. Especialmente si, en relación al narcotráfico, el área de cobertura de la operación Lanza del Sur pudiera incluir al conjunto latinoamericano.
Y si, en relación al cambio de régimen venezolano, ello no fuera posible por divisiones regionales, por lo menos los países democráticos del área deberían intentare una convocatoria parcial. Habiendo éstos sido sistemáticamente burlados por Maduro en el intento de lograr una solución pacífica, esos países debería tener especial interés en ser consultados. El régimen de seguridad colectiva regional está en cuestión y un emergente sentimiento antinorteamericano podría ser una resultante.
Especialmente si el poderío del despliegue naval en el Caribe sugiere que su objetivo estratégico es consolidar una zona de influencia norteamericana que implica cuestiones de soberanía (el dominio del Golfo de México y del canal de Panamá), el término de las dictadoras cubana y nicaragüense, la imposición del orden en Haití, el cercenamiento de la influencia rusa y china en el área y una nueva proyección de poder sobre Suramérica.
De otro lado, nuevas negociaciones ruso-norteamericanas han abierto un nuevo y accidentado proceso diplomático orientado a poner fin a la guerra en Ucrania. El documento emergente, de fuerte inclinación pro-rusa (entrega de territorio ocupados, garantías de seguridad no específicas, reducción de la fuerza armada ucraniana, prohibición de incorporación ucraniana a la OTAN), evidenció la ausencia de consulta a los aliados. Frente al “schok” producido, el registro debió reformularse con iniciativas ucranianas y europeas en condiciones subordinadas. La posición maximalista rusa, escasamente flexible, se consulta en estos días.
El proceso, lastrado por las realidades del campo de batalla y por la falta de información oportuna a los interesados (además de Ucrania, Europa tienen intereses “existenciales” en juego) arroja hoy más esperanzas sobre un cese de fuego que un fin de conflicto “justo y sostenible”. Un orden inestable en la puerta occidental de Eurasia sería el resultado.




