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  • Alejandro Deustua

Visita Minimalista

Un encuentro entre Jefes de Estado nunca es intrascendente pero ciertamente puede ser trivial. Gracias a su escueto formato y a la ausencia de explícito contenido, la reciente vista del Presidente Kuczysnski al Presidente Trump se acercó peligrosamente a lo segundo.


Un cuarto de hora de conversación directa seguida de una rápida sesión fotográfica y de una pequeña y solitaria conferencia de prensa del Presidente peruano en los jardines de la Casa Blanca así lo indicaron.


El encuentro contrastó con los desarrollados recientemente por el Señor Trump con la Primera Ministro del Reino Unido, el Primer Ministro de Canadá (cuya importancia fue resaltada por la presentación conjunta del huésped y del anfitrión frente a la prensa además de las discusiones de fondo) y con la del Primer Ministro del Japón cuya austeridad mediática fue compensada por intensas conversaciones en la casa-club de campo del Presidente norteamericano (allí el Primer Ministro confirmó la importancia de la alianza defensiva con Estados Unidos).


Es verdad que la modesta puesta en escena de la visita del presidente Kuczysnki contrastó para bien con la frustrada visita del Presidente mexicano Peña Nieto, notoria por el espectáculo de desplantes y de fuerte reacción nacionalista al sur de la frontera. Pero ciertamente eso no es razón para justificar la absurda pretensión de ciertos funcionarios de presentar la visita como la primera de un presidente latinoamericano cuyo contenido tuvo también un trato escueto entre equipos de trabajo.


Por lo demás, el bajísmo perfil de la misma tampoco puede excusarse en la falta de status relativo del Estado que representa el huésped suramericano: si aquélla hubiera sido una visita oficial o de Estado otro hubiera sido la atención y sus significados.


En lugar de ello, ésta fue en apariencia, una visita de trabajo convenida durante el temprano saludo telefónico que hizo el presidente Kuczynski al Presidente Electo quien en esa oportunidad lo habría invitado para cuando se presentara la oportunidad. Y la oportunidad se presentó con el homenaje que el alma mater del Presidente peruano (Princeton) rendía a su distinguido ex – alumno.


Y en lo práctico, pasar por el DC para intentar evitar que el acuerdo de libre comercio fuera incluido entre los acuerdos revocables por el proteccionista presidente norteamericano, asegurarse de que los peruanos de presencia ilegal en Estados Unidos no fueran maltratados, clarificar asuntos vinculados a la democracia en la región (especialmente el peligroso caso venezolano) y olvidar las opiniones del Sr. Kuczynski contrarias al candidato Trump bien valía un condescendiente apretón de manos a pesar de que el Sr. Trump definiera al Perú como un “buen vecino” como todo gesto.


Luego de esta formalidad minimalista era difícil señalar que la relación bilateral peruano-norteamericano era “excelente” (salvo que ésta se calificara, como suele ocurrir, por expectativas precisamente minimalistas). Sin embargo, el Comunicado peruano, que fue más extenso y sustancioso de lo que pudimos observar por televisión, la calificó superlativamente.


El señor Trump habría dicho que el Perú es un “país fantástico” y el señor Kuczynki que la reunión fue “muy cordial y constructiva”. ¿Buenas señales para el futuro en el marco de la nueva preocupación norteamericana por México, Cuba y Venezuela?.


Puede ser si el Estado se deshiciera de sus deberes solidarios con un miembro principal de la Alianza del Pacífico (por decisión propia México desempeña hasta hoy en solitario su rol norteamericano), si el Perú clarificara su posición sobre la dictadura venezolana (país que carece de una oposición fuertemente unida) y si nuestra diplomacia cambiara su benigna posición frente a los embustes libertarios de la dictadura cubana. Pero ello no se perfila en el horizonte cercano de la política exterior peruana.


Por lo demás, está claro que, más allá de las formalidades, el Perú debe buscar la mejor relación posible con Estados Unidos (especialmente ahora que la superpotencia parece haber depuesto sus responsabilidades globales). Esa disposición ha existido siempre (y cuando se quebró, se recompuso en breve tiempo como en el caso del gobierno militar).


Pero el trato apropiado forma parte de esa aproximación. Así ocurrió con las majestuosas –y quizás vacía- visitas del Presidente Prado a Roosevelt y Kennedy y luego con las más modestas de Belaunde a Reagan, de Fujimori a Clinton, de Toledo a Bush, y de Alan García y Ollanta Humala a Barack Obama.


Ello parece más necesario aún cuando las necesidades de inserción peruanas se han incrementado en circunstancias en que el Presidente Trump parece haber adoptado la combinación más militarista y menos diplomática de la post Guerra Fría.


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