Sistema en Transición
- Alejandro Deustua
- 10 ago 2011
- 2 Min. de lectura
El aumento del riesgo sistĆ©mico en la economĆa global ha incrementado la bĆŗsqueda de un nuevo equilibro en el conjunto del sistema internacional. Aunque sin cuestionar las jerarquĆas bĆ”sicas del poder, la crisis de los mayores mercados globales āEstados Unidos y la Unión Europea- implica un cambio de roles en esas potencias aunque su status internacional se mantenga.
En efecto, la incertidumbre generada por la combinación de ajuste económico y de intentos de reducción de la deuda externa en ambos escenarios occidentales tiende a retroalimentar la tendencia al desorden internacional cuya manifestación mĆ”s reciente (la crisis del 2008-2009) se habĆa dado por superada. La implicancia inmediata de esa fenomenologĆa radica no sólo en la pĆ©rdida de capacidad ordenadora de ambas potencias (aunque la UE no lo sea en tĆ©rminos clĆ”sicos) sino en su capacidad de generar desequilibrios adicionales cuando intentan ajustar sus economĆas.
El lado optimista de esta situación radica en la conciencia colectiva sobre el valor que ha adquirido el mercado global para la mayorĆa de sus participantes y, por tanto, la disposición de Ć©stos a estabilizarlo. Esa reacción estĆ” condicionada, en buena medida, por el comportamiento de las economĆas emergentes y de los paĆses en desarrollo (que ya supera el 50% del PBI global). Un buen nĆŗmero de esos Estados expresan justificada indisposición a la inercia económica (p.e. Brasil lidera un movimiento contra la pĆ©rdida de competitividad monetaria e industrial y China es renuente a apreciar su moneda) al tiempo que es dudosa la capacidad de Ć©stos de establecer, por sĆ solos, un nuevo orden económico viable sea por la vĆa del predominio económico o de la imposición normativa.
A esta transición sistĆ©mica estĆ” contribuyendo la clase polĆtica norteamericana (mediante la radicalización de la confrontación ideológica en momentos en que Estados Unidos procura redefinir sus capacidades), la prescindencia en la mayorĆa de sus actores de preocupación por el efecto externo de su modus operandi, el extraordinario rol de cuestionables instituciones privadas (las calificadoras de riesgo) y el frenesĆ especulador que invade los mercados.
De otro lado, la erosión de la unión monetaria europea ha jaqueado el mayor espacio económico regional devaluando allĆ los mĆ©ritos de la integración y desprestigiando, por exceso de ambición inclusiva, el respeto por las reglas de juego (el incumplimiento del Pacto de Estabilidad y Crecimiento de 1997). Si la dinĆ”mica de estos desequilibrios estĆ” ligada al intento de Estados Unidos y de la Unión Europea de disciplinar sus economĆas serĆa un error concluir de ello que estos puntales del sistema internacional son demasiado grandes para intentarlo. Lo que se espera es que tengan Ć©xito en el menor plazo y que incorporen la variable āresto del mundoā en el correspondiente proceso de toma de decisiones. Si no lo hacen, su posición de largo plazo serĆ” afectada cuando el cambio del sistema se muestre con mayor evidencia.




