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  • Alejandro Deustua

Rusia: El Escalamiento del Uso de la Fuerza

6 de marzo de 2022


Rusia ha escalado temerariamente su agresión a Ucrania amenazando explícitamente con retaliación nuclear, empleando incrementalmente tácticas de tierra arrasada contra ciudades y advirtiendo con represalias a aquellos Estados que “intenten interferir” con sus propósitos.


Ello ocurre en el marco de conflictos sistémicos cada vez más peligrosos, de la condena de la invasión por la Asamblea General de la ONU (que exigió también el retiro de las fuerzas rusas), del veto de una resolución similar del Consejo de Seguridad y de coordinadas sanciones económicas, sin precedentes en la postguerra, que responden a la esclavizante agresión.


La descontextualizada evaluación rusa del conflicto y del uso ilimitado de la fuerza muestra así el arraigo del uso exponencial del poder como norma en las autoridades rusas. Y también su carencia de alternativas al aislamiento que la comunidad internacional le ha impuesto. Si tal es la dimensión de sus propósitos -la recuperación de una zona de influencia eslava, de su status y de renovación de la “arquitectura de seguridad” europea- éstos se prolongarán más allá de Ucrania si no son limitados hoy.


De otro lado, la prioridad que Rusia otorga hoy a la iniciativa militar, minimiza hoy la posibilidad de negociaciones (como las realizadas con Ucrania para organizar corredores humanitarios) que no estén dispuestas a importantes concesiones.


Como contrapeso a esa voluntad unilateral, la mayor cohesión de seguridad occidental y el consenso económico coercitivo logrado en ese frente muestra una disposición cooperativa sin precedentes en la postguerra. Esas sanciones tendrán efectos de corto plazo (el deterioro de la perfomance rusa) y de largo plazo (la erosión de sus capacidades). Sin embargo, a pesar de su dimensión, esas consecuencias parecen hoy menores en relación al impacto internacional causado por la agresión rusa.


Ésta se refleja críticamente en el proceso de destrucción de Ucrania. Pero también en el cambio de percepción europea sobre amenazas convencionales que ese centro civilizacional consideraba pretéritas. La percepción emergente se refleja en el hecho de que el escenario de integración y cooperación pacífica más exitoso (la Unión Europea) ahora sea consciente de que debe lograr una dimensión geopolítica y de defensa más potente, en el futuro rearme de Alemania (que abandonaría su proclividad antibélica derivada de su rol en la Segunda Guerra mundial) y en el fortalecimiento operativo y de capacidades de la OTAN.


Y en el ámbito transatlántico la invasión rusa ha llevado a la convicción de que una adicional confrontación entre “democracias y autocracias” (así la define el presidente Biden), fría o no, se ha hecho realidad mientras que en el escenario transpacífico se incrementa la alerta militar por la influencia del conflicto euroasiático en las tendencias expansionistas chinas.


Esas posiciones incrementarán la propensión al uso de la coerción que podría proliferar en un marco debilitamiento de los regímenes de comercio y de financiamiento globales. Aunque justificadas en el caso ruso, el recurso creciente a políticas de coerción económica son una muestra de ello.


Por lo demás, si la invasión rusa ha propiciado una mayor cohesión de Occidente no exenta de singularidades, ello parece reflejarse también en una eventual reactivación del sistema interamericano (la OEA también ha emitido una Declaración condenatoria de la agresión rusa). El realineamiento peruano con esa causa, que podría rescatar nuestra política exterior de manos de un gobierno inepto y “bolivariano”, lo reflejaría.


Todo ello a propósito de una “operación militar especial” rusa en el Donbás devenida en invasión total que las conversaciones cimeras ruso-norteamericanas, las de la OTAN y la OSCE con Rusia y la del Consejo de Seguridad, no pudieron contener.


Ahora es necesario detener a Rusia y limitar su influencia hostil. Y luego procurar su reinserción constructiva en la comunidad internacional. Ese propósito podría, sin embargo, degradarse en el proceso de fortalecimiento de capacidades militares nacionales que seguirán a este conflicto.


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