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NĂșcleos de Dominio y de Poder en Torre Tagle

  • Foto del escritor: Alejandro Deustua
    Alejandro Deustua
  • 28 dic 2022
  • 4 Min. de lectura

29 de diciembre de 2022



Las burocracias arraigadas no estĂĄn integradas sĂłlo por servidores pĂșblicos rutinarios o, digamos, responsables. En ellas florecen tambiĂ©n los que no carecen de ambiciĂłn o interĂ©s particular. Si la pertenencia a la entidad estĂĄ asegurada, este Ășltimo tipo de servidores puede conformar nĂșcleos de predominio que, eventualmente, devienen en nĂșcleos de poder decisorio.


Ello ocurre especialmente en entidades burocrĂĄticas amplias y complejas en las que la competencia burocrĂĄtica puede llegar a tener mĂĄs incidencia en los resultados que quienes persiguen un interĂ©s corporativo razonable. Ese proceso puede complicar la evoluciĂłn institucional de la entidad de que se trate y la realizaciĂłn del interĂ©s pĂșblico superior. Éste es el caso, por ejemplo, de las Fuerzas Armadas y del Servicio DiplomĂĄtico.


Esta fenomenologĂ­a puede ser normal en las grandes burocracias pero deviene en anĂłmala cuando los nĂșcleos de predominio decisorio pasan a servirse a sĂ­ mismos o se ponen a disposiciĂłn de los gobiernos antes que del Estado que les da sentido. Desde hace algĂșn tiempo, mucho de esto estĂĄ ocurriendo en la diplomacia peruana.


En el Servicio Diplomático esta problemática se manifiesta tanto en el ámbito interno de la institución como en el “externo” encargado de la representación.


En el ĂĄmbito interno “normal”, los nĂșcleos de predominio o de poder se han desarrollado promoviendo servicios de amparo Ăștil del funcionario singular, de cohesiĂłn institucional y hasta de construcciĂłn de racionalidad ideolĂłgica de la organizaciĂłn. Estos servicios se retribuyen en reconocimiento y legitimidad de esos grupos y tambiĂ©n en ganancias de eficiencia corporativa y lealtad del afiliado subordinado.


Esa externalidad deviene en disfuncional cuando el grupo de predominio se convierte en grupo de poder con capacidad de influir fuertemente en las decisiones de alto nivel, de modificarlas o truncarlas al margen de los patrones del interĂ©s nacional. Especialmente cuando esa capacidad de influencia trasciende a la CancillerĂ­a y accede a la esfera de la presidencia de la RepĂșblica (donde, en alguna ocasiĂłn, estos grupos se han arraigado o encontrado cobijo).


En su versiĂłn menos constructiva los grupos de predominio son insensibles a la separaciĂłn que debe existir entre sus servicios legĂ­timos (diversas formas de amparo de los servidores, por ejemplo) y los que no lo son (la protecciĂłn singular o colectiva cuando la burocracia incurre en malas prĂĄcticas o pierde nociĂłn del destinario de sus servicios -el Estado o la sociedad-, por ejemplo).


Este fenómeno es manifiesto hoy en Cancillería donde se ha consolidación un grupo de diplomåticos cuyos servicios parecen prestarse mås a los requerimientos del gobernante que a los criterios que corresponden a sus funciones tradicionales. Por lo demås, el servicio a un patrón cambiante (el gobierno) los lleva a una seria distorsión perceptiva expresada en la creencia de que el interés nacional es definido por ellos o que la política exterior es variación o producto automåtico de la política interna (lo que justifica su involucración en la política partidaria como razón de ser en la expectativa de beneficios) o que su influencia puede seguir ejerciéndose oscura e informalmente desde el retiro en lugar de la alternativa formal de consultoría colectiva (que la ley establece).


En el ĂĄmbito “externo” de la funciĂłn diplomĂĄtica estas anomalĂ­as son aĂșn mĂĄs visibles y pueden ser mĂĄs dañinas cuando su prĂĄctica es sistemĂĄtica. Especialmente cuando los funcionarios en el exterior pasan de recibir Ăłrdenes a interpretar los deseos del gobernante y actuar en consecuencia sin importar el costo de unos resultados mĂĄs o menos inmediatos y “excepcionales”.


El caso mĂĄs extremo de esta fenomenologĂ­a ha ocurrido recientemente en la OEA cuando el representante diplomĂĄtico peruano contribuyĂł a orientar la racionalidad del Secretario General de esa entidad y la del Consejo Permanente en la reacciĂłn inmediata de Ă©stos (muchos de ellos, ideolĂłgicamente predispuestos) a la solicitud de la CancillerĂ­a de aplicar la Carta DemocrĂĄtica al PerĂș. La disposiciĂłn a “servir” al mandatario llevĂł a que el funcionario se convenciera de su propia distorsiĂłn de la realidad (o de su interĂ©s) ligada al desconocimiento de infracciones de la ley cometidas por el gobernante y, en consecuencia, prescindiera de orientar debidamente al Jefe de Estado.


Su irresponsabilidad fue de tal grado que una vez logrado el resultado con la visita de la ComisiĂłn Especial al PerĂș de apenas 48 horas y la presentaciĂłn de un diagnĂłstico parcializado con el gobierno denunciante (que prescindiĂł del reporte de hechos fundamentales como la denuncia constitucional de la FiscalĂ­a), el eventual favorecido (Castillo) perpetrĂł un golpe de Estado. El representante, que habĂ­a contribuido a la distorsiĂłn de los hechos y a azuzar a sus colegas predispuestos a ser permeables a la percepciĂłn parcializada de los mismos, apenas atinĂł a quejarse pĂșblicamente del ridĂ­culo en que la ComisiĂłn habĂ­a incurrido y, a pesar de que renunciĂł como lo manda la ley del Servicio DiplomĂĄtico, no reconociĂł su responsabilidad personal.


Lo mismo ocurriĂł con otros diplomĂĄticos que, en setiembre pasado, facilitaron la “denuncia” de Castillo frente a la Asamblea General de la ONU de que en el PerĂș se preparaba un nuevo tipo de golpe de Estado (ÂĄque Ă©l mismo realizĂł!). Y en mayo de este año cuando, en el Foro EconĂłmico Mundial, los diplomĂĄticos en cuestiĂłn no aconsejaron a la autoridad peruana que se concentrara en promover la imagen del Estado en lugar de quejarse en pĂșblico del rol de la oposiciĂłn.


En el åmbito bilateral ha ocurrido otro tanto si se considera que un embajador en funciones que, habiéndose desempeñado como canciller de Castillo, difícilmente pueda cumplir adecuadamente con las obligaciones propias de un gobierno de transición democråtica. Lo mismo sucede en relación a algunos embajadores políticos quienes, a pesar de provenir de las filas de un gobierno ilegítimo y de carecer de calificación adecuada, no han sido retirados del lugar de su destaque (esto es especialmente dañino en el caso de un país vecino cuyas autoridades no han inhibido el afån trasnacional del partido de gobierno en perjuicio del sur peruano).


Ahora que el gobierno de transiciĂłn estĂĄ procediendo al retiro de autoridades subnacionales indebidamente designadas por el Sr. Castillo y ha insinuado que depurarĂĄ a los miles de funcionarios que, sin las capacidades profesionales requeridas, fueron nombrados para copar las instituciones del Estado, esa labor debe realizarse, con otra perspectiva pero mayor prioridad, en las instituciones con mayor arraigo nacional como el Servicio DiplomĂĄtico.


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