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  • Alejandro Deustua

Revolución Expansiva en el Medio Oriente

Si el contrato social es el instrumento más reconocido de establecimiento de un orden democrático, la guerra y la revolución antitotalitarias no son ajenas a su expansión desde finales del siglo XVIII.


Y si, en ese marco, el objetivo complementario de la Segunda Guerra del Golfo de lograr un escenario propicio para la expansión democrática en el Medio Oriente no se concretó (o lo hizo a medias), hoy es la revolución la protagonista del cambio democrático en Túnez y Egipto con un potencial expansivo que, aunque impredecible en su arraigo, se proyecta desde el Norte de África hasta el estratégico Estrecho de Ormuz y amaga el Asia Central.


La extraordinaria alteración geopolítica de los hechos que se originaron en Túnez muestra que el antiguo orden autocrático en el Medio Oriente ya no es plenamente sustentable. Pero tampoco lo es el progresivo salto al vacío de toda una región en la que del contagio revolucionario pueden derivarse nuevas formas de guerra entre Estados de propensión liberal y Estados resistentes al cambio. En un escenario de esa naturaleza no hay ganador democrático si la revolución egipcia no cuaja o se expande anárquicamente mientras que el único Estado democrático de la zona (Israel) multiplica su atención más allá de un eventual conflicto con Irán inyectado de capacidad nuclear.


La gestión de esta enorme crisis requiere, en consecuencia, que la necesidad del cambio de orden interno no descuide el equilibrio externo. Para ello se requiere de la influencia eficiente de relevantes potencias exógenas y quizás, hasta del Consejo de Seguridad de la ONU. Si la seguridad internacional puede estar en cuestión, la revolución en el Medio Oriente no debe ser empujada al punto de desbancar las pocas instituciones indispensables para la reconstrucción de los Estados que decaen y para establecer un nuevo equilibrio en el área.


En el plano interno, ello requiere de la participación de los excluidos. Pero ésta debe ser elemental y prudentemente organizada antes que construida en una plaza. Así mismo, la transición política necesita contener los factores detonantes de la revolución para poder corregir luego los factores estructurales que la nutrieron (exclusión política y económica, arbitrariedad jurídica y represión, desconocimiento sistémico de libertades básicas y frustración de oportunidades para los jóvenes).


Si la revuelta fue organizada por medios informáticos indispensables para la libertad de expresión, pero menos cuando son anónimos, éstos deben moderarse. Los Jefes de Estado podrían dar el ejemplo disminuyendo la intensidad televisiva de sus directivas. Ellos tienen otros caminos útiles para orientar la revolución, prevenir una reacción autoritaria, evitar un vacío de poder que propicie la guerra interna e internacional y minimizar el contagio trasnacional en el área y fuera de ella.


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