Revolución Expansiva en el Medio Oriente
- Alejandro Deustua
- 8 feb 2011
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Si el contrato social es el instrumento mÔs reconocido de establecimiento de un orden democrÔtico, la guerra y la revolución antitotalitarias no son ajenas a su expansión desde finales del siglo XVIII.
Y si, en ese marco, el objetivo complementario de la Segunda Guerra del Golfo de lograr un escenario propicio para la expansión democrĆ”tica en el Medio Oriente no se concretó (o lo hizo a medias), hoy es la revolución la protagonista del cambio democrĆ”tico en TĆŗnez y Egipto con un potencial expansivo que, aunque impredecible en su arraigo, se proyecta desde el Norte de Ćfrica hasta el estratĆ©gico Estrecho de Ormuz y amaga el Asia Central.
La extraordinaria alteración geopolĆtica de los hechos que se originaron en TĆŗnez muestra que el antiguo orden autocrĆ”tico en el Medio Oriente ya no es plenamente sustentable. Pero tampoco lo es el progresivo salto al vacĆo de toda una región en la que del contagio revolucionario pueden derivarse nuevas formas de guerra entre Estados de propensión liberal y Estados resistentes al cambio. En un escenario de esa naturaleza no hay ganador democrĆ”tico si la revolución egipcia no cuaja o se expande anĆ”rquicamente mientras que el Ćŗnico Estado democrĆ”tico de la zona (Israel) multiplica su atención mĆ”s allĆ” de un eventual conflicto con IrĆ”n inyectado de capacidad nuclear.
La gestión de esta enorme crisis requiere, en consecuencia, que la necesidad del cambio de orden interno no descuide el equilibrio externo. Para ello se requiere de la influencia eficiente de relevantes potencias exógenas y quizÔs, hasta del Consejo de Seguridad de la ONU. Si la seguridad internacional puede estar en cuestión, la revolución en el Medio Oriente no debe ser empujada al punto de desbancar las pocas instituciones indispensables para la reconstrucción de los Estados que decaen y para establecer un nuevo equilibrio en el Ôrea.
En el plano interno, ello requiere de la participación de los excluidos. Pero Ć©sta debe ser elemental y prudentemente organizada antes que construida en una plaza. AsĆ mismo, la transición polĆtica necesita contener los factores detonantes de la revolución para poder corregir luego los factores estructurales que la nutrieron (exclusión polĆtica y económica, arbitrariedad jurĆdica y represión, desconocimiento sistĆ©mico de libertades bĆ”sicas y frustración de oportunidades para los jóvenes).
Si la revuelta fue organizada por medios informĆ”ticos indispensables para la libertad de expresión, pero menos cuando son anónimos, Ć©stos deben moderarse. Los Jefes de Estado podrĆan dar el ejemplo disminuyendo la intensidad televisiva de sus directivas. Ellos tienen otros caminos Ćŗtiles para orientar la revolución, prevenir una reacción autoritaria, evitar un vacĆo de poder que propicie la guerra interna e internacional y minimizar el contagio trasnacional en el Ć”rea y fuera de ella.




