La Visita de la SeƱora Rousseff a Washington
- Alejandro Deustua
- 13 abr 2012
- 3 Min. de lectura
La Presidenta Dilma Rousseff acaba de confirmar en Estados Unidos el status del Brasil como lĆder hemisfĆ©rico y potencia emergente con intereses globales. A pesar de que la agenda en Washington se concentró tambiĆ©n en la importancia de la baja polĆtica en la relación bilateral (p.e. en el reconocimiento de la importancia del sector privado como sustento de relaciones exteriores y de la prioridad estratĆ©gica otorgada a la educación), los asuntos de alta polĆtica vinculados al status y a las responsabilidades extraregionales del Brasil sobresalieron en el comunicado de ambas presidencias. MĆ”s allĆ” de la preocupación mediĆ”tica por las medidas protocolares que no rodearon la visita del seƱora Rousseff, el hecho es que los presidentes de Brasil y Estados Unidos reiteraron la calidad āequilibradaā de su asociación estratĆ©gica y su centralidad como las dos mayores democracias del Hemisferio. A ese reconocimiento de status compartido siguió el que corresponde sólo al Brasil: una potencia emergente y miembro importante de los BRICS (como se presentó en Harvard) responsable de muy buena parte del crecimiento global y cuya aspiración a un sitio permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU fue respaldado expresamente por el presidente norteamericano. Por lo demĆ”s, las responsabilidades globales del Brasil adquirieron identidad concreta en la cooperación dentro del Grupo de los 20 (definido como el mĆ”s alto foro económico y promotor no del ajuste sino de los equilibrios globales con crecimiento y empleo), en la promoción de soluciones pacĆficas y multilaterales en los problemas del Medio Oriente y el Ćfrica (un Ć©nfasis mĆ”s brasileƱo que norteamericano a pesar de la peculiar iniciativa turco-brasileƱa en IrĆ”n), en la cooperación ātrilateralā entre Brasil y Estados Unidos en AmĆ©rica Latina, el Caribe y Ćfrica (un asunto de alta polĆtica a pesar de la distinta apariencia que presentan los temas de seguridad alimentaria, energĆa, agricultura o seguridad ciudadana) y en la promoción del nuevo ciclo de no proliferación nuclear (que involucra la evolución del estratĆ©gicamente vital Tratado de No Proliferación). El marco en que Estados Unidos expresa el reconocimiento del alto rol brasileƱo viene de la Guerra FrĆa (especĆficamente, de la Ć©poca de Nixon) pero se concreta contemporĆ”neamente en el 2007 con la presidencia de Luis Inacio da Silva. En las proximidades de ese aƱo se concretan los acuerdos de defensa y de control de narcóticos mientras que los diĆ”logos de cooperación económica, energĆ©tica y de seguridad mĆ”s importantes datan del aƱo pasado. Para no perder el ritmo, la Presidenta Rousseff no se ha andado por las ramas cuando se ha tratado de ser explĆcitos sobre la importancia de Estados Unidos en la construcción de un nuevo orden y de la necesidad de que asĆ sea (una conducta bien distinta de la de sus vecinos cubano y venezolano con los que Brasil guarda una relación ambivalente). En el Ć”mbito regional, sin embargo, la cumbre de Washington no expresó en agenda concreta el liderazgo brasileƱo. Tal omisión deriva la prudencia pues el rol de esa potencia emergente no ha sido plenamente aceptado en el Ć”rea aĆŗn. Por los demĆ”s la cumbre de las AmĆ©ricas que se desarrolla en Colombia en estos dĆas se ocupa de desarrollar la temĆ”tica hemisfĆ©rica correspondiente. Aunque no todo es poder blando en la relación entre Brasil y Estados Unidos, la mención especial a la importancia del comercio bilateral (US$ 74 mil millones) y de las inversiones (especialmente de aquellas que viene acompaƱada con tecnologĆa y gran escala como el caso Boeing) se afirmó en la importancia otorgada a las empresas y a la sociedad de ambos paĆses. En ese escenario āque es el de las relaciones exteriores- destacó el rol de la educación cuya importancia polĆtica se expresó como prioridad estratĆ©gica en tanto este es el campo de la ciencia, la tecnologĆa, la innovación y la competitividad. AquĆ los brasileƱos, a diferencia de buena parte de los latinoamericanos, no se andaron con retórica: el afĆ”n por concretar intercambios Ćŗtiles en sectores bien definidos tuvo su premio en instituciones tan venerables y revolucionarias como el MIT. El encuentro entre los presidente de Brasil y Estados Unidos puede no haber sido ni fundacional ni espectacular en resultados concretos (salvo por la ausencia de mención a la ronda Doha cuando se trató sobre la importancia del comercio global) ni liberador de fricciones en otros escenarios. Pero ha sido un paso que dio cuenta, en Washington, de la realidad incremental del Brasil como potencia emergente, de su creciente dimensión global y de su rol articulador o fragmentador de la asociación hemisfĆ©rica y, por tanto, del sistema interamericano.




