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  • Alejandro Deustua

La Radiografía Londinense de las FARC

Que las FARC realizan operaciones transfronterizas es un dato de la realidad. Sin embargo, ésta tiende a ser negada por países vecinos –que no desean verse comprometidos- y, alguna vez, hasta por el país de origen –que no deseaba ser considerado como una amenaza que ameritara intervención.


El Instituto Internacional de Estudios Estratégicos de Londres –el IISS- ha comprobado la dimensión de estas actividades a partir de la información entregada por Colombia luego de que ésta fuera analizada por la INTERPOL.


El análisis del material capturado al jefe de la Comisión Internacional de las FARC, “Raúl Reyes”, concluye con claridad que esa agrupación sostuvo contactos en 27 países (en muchos de los cuales estableció representaciones “cuasidiplomáticas”), mantuvo interacción con el gobierno de Chávez y, efectivamente, tuvo presencia en territorio ecuatoriano adyacente a los departamentos colombianos de Putumayo y Caquetá.


Si estos hechos han sido comprobados, la hipótesis de que las FARC han usado territorio peruano como escenario de refugio e infiltración a lo largo de los 1600 kms de porosa vecindad (especialmente, en ese gran vacío de poder que es la “triple frontera” que conforman Perú, Colombia y Brasil) es materia de seria preocupación. Aunque ésta no es una conclusión del IISS, sí lo son los objetivos de las FARC interesadas en asegurar apoyo financiero (intentado infructuosamente con Rusia, China y Corea del Norte) y legitimidad externa (logrado con éxito en una veintena de países hasta que el que el replanteamiento global de la lucha antiterrorista el 2001 la obligó a protegerse tras organizaciones indígenas).


Es más, las FARC complicaron durante años los esfuerzos de cooperación de Colombia con sus vecinos (el caso de Ecuador es clamoroso), establecieron refugios en ellos (como ocurrió con el MRTA en Bolivia mientras ese país negaba el hecho) y predispusieron a estos países a mantenerse “neutrales”.


Este último objetivo fue logrado con amplitud en tanto que, a pesar de que las fuerzas armadas de los vecinos han estado alertas, sus titulares no han declarado a las FARC como una amenaza real pesar de su agresivo dinamismo trasnacional. En lugar de ello, como ha ocurrido en la reciente reunión de ministros de Defensa de UNASUR realizada en Lima, la atención regional sigue concentrada en una zona de paz cuyos fundamentos son tan frágiles como el desconocimiento del riesgo que la organización narcoterrorista plantea.


Aunque el gobierno colombiano no ha caído en esa distracción, éste intenta crear una nueva realidad distensiva con el gobierno de Hugo Chávez. El avance logrado es considerable a pesar de que Chávez financió a las FARC, la proveyó de inteligencia, consideró la entrega de armamento sofisticado y concertó acciones a través de la Coordinadora Continental Bolivariana para promover un bloque de influencia regional. Si las FARC estuvieran debilitadas, el considerable incremento del narcotráfico en el Perú puede fortalecerlas fuera de Colombia. Y si esa amenaza es real, bien haría el gobierno y el UNASUR en confrontarla con esfuerzo similar al que despliega la diplomacia militar.


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