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  • Alejandro Deustua

La Política Exterior Ausente en el Debate

Aunque muchos asumen que la frontera entre política exterior e interna se ha diluido el hecho es que ésta no gana votos. Así lo han querido entender los candidatos presidenciales confirmando un viejo y equivocado eslogan.


En efecto, en ninguno de los debates electorales se identificó siquiera el tema mientras que en los programas de gobierno éste acápite merezca algunas líneas, a veces candorosas y siempre escasas, salvo en el caso del candidato Humala, donde la frondosidad estructuralista de su aproximación va de la mano de un recetario setentero.


Esta indiferencia es tan equivocada como irresponsable en quienes la practican o aconsejan. Más cuando los asuntos ornamentales de la política exterior se subordinan cotidianamente a su impacto diario en los precios afectados por las distorsiones del mercado externo, en el clima social estimulado por un nuevo ciclo de revueltas extra -regionales, en el carácter del nacionalismo amagado por la creciente conflictividad internacional, en la sustentabildad y seguridad del habitat erosionado por los problemas ambientales y por el crimen transnacional.


Por lo demás, la excusa del Estado pequeño que, por falta de influencia debe tratar sólo sus problemas internos, es tan falsa como evidente es la alerta vecinal o global que los medios establecen en la percepción ciudadana, la curiosidad que la población migrante instaló en los que se quedan o el apetito por mayores niveles de conocimiento, consumo o ánimo productivo que la globalización promueve en las emergentes clases medias.


De otro lado, a pesar de la debilidad de la clase política y de sus divergencias, existe un básico consenso sobre política exterior: el capítulo 6 del Acuerdo Nacional suscrito por todas las fuerzas políticas y sociales en el 2002 que consolidó, de manera general, puntos de vista sobre paz, democracia, desarrollo e integración que bien pudieron ser recordados ahora. Lo extraordinario es que la mayoría de los programas de gobierno que se acercan a la materia aluden a alguno de estos acápites sin referirse a ese consenso.


Y si para aspirar a la Jefatura del Estado es necesario tener una visión del futuro del país, es imprescindible conocer el diagnóstico de cuál es la situación del Estado en el escenario internacional. Esta definición no se esclarece sólo con elucubraciones estructurales que impone el medio (como en el caso del programa del señor Humala), con la adhesión a principios generales de la comunidad internacional (como ocurre en la mayoría de los programas de gobierno) o con una aproximación mercantil al área. Si el primero caso presenta al ideólogo como gestor de política exterior y el segundo al idealista o al burócrata, la necesidad de establecer cómo se incrementa la influencia del Estado y la mejor interacción externa del ciudadano es asunto del candidato a la presidencia. Ello reclama una definición previa del interés nacional como diferente del interés sectorial que prevalece en los programas de gobierno o del que emerge de la mayor atención otorgada a la Defensa Nacional.

En la segunda vuelta los contendores deberán pronunciarse al respecto.


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