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  • Alejandro Deustua

La Cuarta Cumbre de los BRICS

De la cuarta cumbre de los BRICS los medios resaltan lo que quizás perciben como su único resultado concreto: el compromiso de examinar la constitución de un banco de desarrollo por esas potencias emergentes. Pero algo mucho más poderoso que ello se está consolidando entre potencias con tan disímiles intereses nacionales: el creciente consenso de sobre asuntos globales de la coyuntura (p.e. la crisis económica y la situación de los países del Norte de África y del medio Oriente) y declarativas visiones convergentes sobre el sistema, al que denominan comunidad. Aunque ese consenso no se exprese en términos de poder material (los BRICS se presentan como una plataforma de diálogo y cooperación), el grado de convergencia que se refleja en torno a la gestión de la crisis económica y sus consecuencias, la opción de salida para las guerras civiles de los países MENA, la aproximación a la amenaza iraní y su insistencia en el multilateralismo ligado al derecho ofrece una buena ejemplo del soft power en acción. Éste, a pesar de las diferencias entre los miembros de la agrupación, tiene creciente influencia. Esta influencia, sin embargo, quisiera derivarse de su representatividad: los BRICS, que han sumado a Suráfrica desde 2011, se asientan en cada uno de los continentes geográficos (salvo en Oceanía), albergan al 43% de la población mundial y producen la quinta parte del PBI global según estimados gruesos. Pero en tanto lo que los motiva es su emergencia como potencias singulares y su activa opción por apresurar el logro y luego la consolidación de un sistema multipolar, ello resta consistencia a esa aspiración representativa. Es posible que desde su primera cumbre en Rusia, realizada el 2009, los BRICS no hayan logrado mucho como grupo, pero ciertamente han avanzado notoriamente en el incremento del status de cada cual y en la consolidación de una visión del mundo que atrae el interés de los países en desarrollo al tiempo que procura convergencias elementales con las grandes potencias. En el primer caso, la solución pacífica de las controversias, el multilateralismo, la declaratoria de afiliación al derecho internacional público y a un orden más justo a la par que multipolar cumple bien con sus propósitos. En el segundo, los llamados a la estabilidad y a la responsabilidad en la solución de la crisis económica eleva la confianza de las potencias mayores en el desempeño de su rol global de agentes económicos indispensables. En relación a la crisis, los BRICS sin embargo, han consolidado un punto de vista crítico ligado al exceso de liquidez con la que los países afectados han querido salvar la situación en tanto el spillover de esa abundancia genera volatilidad en los flujos de capital (que afecta a economías como la brasileña) y en los precios de las materias primas. El control de ese exceso de liquidez (que no ha supuesto la sugerencia explícita de políticas fiscales alternativas) ha sido vinculado por los BRICS a la necesidad de cumplir, antes de que se realice la próxima reunión del FMI y del Banco Mundial, con la reforma del sistema cuotas del sistema y, por consiguiente, con una representación más adecuada a las nuevas condiciones económicas globales si es que los nuevos préstamos que se requieren van a hacerse efectivos. Ello va aparejado con el requerimiento de mayor equilibrio en la supervigilancia financiera y mayor rigor en la regulación de derivados cuyo exceso afecta el sistema financiero y el mercado de productos básicos. Salvo por la posición sobre el exceso de liquidez, hasta aquí no hay nada que no se haya acordado ya en el G20 ni que vaya contra el consenso general (especialmente entre los países en desarrollo). La perspectiva cambia con la aproximación BRICS a la problemática MENA (donde se reclama que la defensa de los derechos humanos sea complementada sólo con opciones de solución pacífica). Aquí la disonancia es con Estados Unidos y quizás con la OTAN. Y cambia más cuando se pide la misma solución para el caso de Irán llamando la atención sobre los derechos iraníes al uso pacífico de la energía nuclear pero no sobre los peligros derivados del eventual uso militar de ese recurso (que es la materia que preocupa al Consejo de Seguridad y a buena parte del sistema). Y cambia más cuando, fuera de la Declaración de la cumbre, los BRICS (especialmente Rusia e India) hacen la apología de la soberanía al margen de los principios y obligaciones internacionales que una buena cantidad (incluyendo la mayoría de los latinoamericanos) de miembros del sistema han adoptado. Por lo demás, si de representación se trata, los problemas de América Latina no han merecido la menor atención. Ello dice bastante sobre cómo coordina Brasil con sus socios regionales su participación en esta instancia de poder intermedio y emergente.


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