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  • Alejandro Deustua

La Cooperación Sino-Rusa en los Conflictos de Ucrania y Taiwán: ¿Una Alianza en Ciernes?

10 de febrero de 2022


Si la redistribución del poder mundial tiene una dimensión estructural reflejada en el incremento o reducción de las capacidades de las principales potencias, también se expresa en dinámicas de conflicto que rebasan los límites que esas potencias impusieron en el sistema que ahora muta.

Esta segunda manifestación de cambio estructural se observa hoy en los conflictos principales que involucran a potencias mayores con otras menores. Éste es el caso de la crisis de Ucrania y su repercusión en Taiwán a través del incremento de la cooperación de seguridad entre Rusia y China. Ésta acaba de adquirir un extraordinario perfil (la formación de un “eje” dice el NYT) también como reflejo de la mayor vinculación entre Estados Unidos y sus aliados de la OTAN.

Esta última relación, activada como respuesta al despliegue de fuerzas rusas en las inmediaciones de la frontera ucraniana, tuvo una primera etapa de intento de atajar el conflicto a través de conversaciones entre los presidentes de Estados Unidos y Rusia, de la OTAN con Rusia y de Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa integrada por 57 Estados europeos, euroasiáticos y también por Rusia.

Ese proceso inicial dio pie a una segunda etapa de intento de moderar la crisis protagonizada por el gran despliegue diplomático de las principales potencias europeas (las conversaciones entre los presidentes de Francia y Rusia seguidas por el encuentro el presidente Macron y su par ucraniano , del Canciller alemán con el Presidente norteamericano y la del Primer Ministro británico con el presidente de Ucrania seguida por la del canciller británico con su par ruso).

Esta intensísima dinámica diplomática en Europa y Eurasia (en la que no participó la Unión Europea) no impidió que fuerzas militares rusas y bielorrusas llevasen a cabo hoy, por el lapso aparente de 10 días, maniobras militares fuertemente criticadas por Occidente y que los presidentes de Rusia y China se reunieran en Pekín para fortalecer su cooperación de seguridad y económica.

Este último ejercicio de balance de poder (que muestra la creciente expansión global de un conflicto regional mediante el fortalecimiento del vínculo euroasiático entre grandes potencias), se realizó luego de que el Presidente Putin estableciera, en Europa, una jerarquía de trato entre una potencia mayor y una de menor dimensión al rectificar el mensaje sobre supuestas garantías de no escalamiento obtenidas por el presidente francés en Moscú. Al respecto, el Presidente ruso no sólo sostuvo que ese mensaje fue incorrecto en tanto aludía a un compromiso que Francia no podía lograr por ser sólo un Estado miembro de una alianza -la OTAN- y no su líder.

Esa respuesta muestra, además de la vigencia de dinámicas geopolíticas y de aproximaciones realistas al conflicto que no pocos ya habían descartado, la dimensión estructural del mismo y su traducción operativa. En efecto, para el Presidente Putin el conflicto ucraniano no es sólo uno sobre zonas de influencia sino entre grandes potencias. Si en él interactúan grandes potencias con otras que no lo son, la jerarquía de poder -en la que Rusia ya se percibe en la escala superior- debe respetarse para cualquier efecto según el presidente ruso. Y si hay jerarquía reconocida en la interrelación, hay una estructura en juego.


Tal convicción se expresó, con mayor dimensión estratégica, en la Declaración suscrita entre los Jefes de Estado ruso y chino este 4 de febrero en Pekín (1). Si bien el status de gran potencia se establece en términos de capacidades superiores a las de potencias regionales (y de potencial paritario o de predominio en un ámbito global involucrando buena parte de los factores de poder), éste también requiere del reconocimiento por terceros del status correspondiente. Ese requisito fue logrado entre Rusia y China al subrayar que la Declaración mencionada se suscribía entre dos “potencias mundiales”.

Si ese reconocimiento implica un trato distinto entre potencia paritarias diferente al que se brinda a potencias menores, aquél dejó atrás también la calificación de Rusia como simple potencia regional (como la definióEstados Unidos en los años iniciales de la postguerra fría). Y si esas potencias acordaron actuar como tales en las circunstancias actuales, resulta evidente que el conflicto ucraniano tiene para Rusia también un carácter demostrativo de ese status superior que debiera ser reconocido por el líder de la OTAN -los EstadosUnidos- y no sólo por sus aliados.

La reunión en Pekín, por tanto, debe leerse en esa perspectiva. Especialmente si las partes coincidieron en el diagnóstico de la actual coyuntura y subrayaron sus respectivos intereses estratégicos como base de una cooperación superior.

En efecto, Putin y Xi Jingpin coincidieron en que el sistema internacional se encuentra en un proceso de redistribución del poder (una evidencia básica que no es aludida en esos términos por Occidente y que Rusia y China quisieran liderar) coincidente con una serie de procesos que se enrumban hacia la multipolaridad en el marco de una interdependencia creciente y también de globalización (sorprendente mención porque Rusia y China fundan su acción externa en el nacionalismo y las categorías históricas y culturales que cimentan su particular identidad), entre otras fenomenologías.

En consecuencia, consideran inapropiado que “algunos actores” minoritarios persistan en enfoques unilaterales, recurran a la fuerza e intervengan en asuntos internos de terceros vulnerando los intereses de éstos. La referencia acá es obviamente Estados Unidos (aunque sea extraordinario que Rusia considere que no ha actuado unilateralmente en Ucrania y que no ha intervenido en asuntos internos de ese país). Tal brecha perceptiva entre Rusia y la OTAN reduce las posibilidades de cooperación con el adversario en la crisis de Ucrania.

De otro lado, en relación a Taiwán Rusia coinciden en el principio chino de la existencia de una sola China y se opone a cualquier forma de independencia taiwanesa. Además, ambas potencias dejan en claro que tienen “zonas adyacentes comunes” que no deben ser desestabilizadas por terceros.

Aunque el primer punto ha sido ampliamente divulgado y no plantea para Taiwán ningún trato especial en función de su particular democracia y economía de mercado, su inclusión en la Declaración confirma que China percibe el escenario taiwanés como semejante al ucraniano en términos del predominio de sus intereses (la afirmación de que Taiwán es, históricamente, parte del territorio chino) sobre los taiwaneses (que serían separatistas) y los de cualquier otra potencia.

He aquí otro impulso al escalamiento del conflicto ucraniano en tanto aparece como vinculado al taiwanés. Especialmente si ese planteamiento se expresa en términos de conflicto en el Pacífico. En ese escenario Rusia coincide con China en identificar el desafío que supone la presencia occidental en el OcéanoÍndico a través del AUCKUS, un mecanismo de cooperación de seguridad entre Australia, el Reino Unido y Estados Unidos en el mencionado océano. En realidad, lo novedoso del planteamiento no es tanto la presencia el AUCKUS sino que Rusia considere que debe confrontar ese desafío como y con su par, China.


Una variante adicional de ese planteamiento deriva de la percepción compartida sino-rusa sobre “zonas adyacentes comunes” en tanto que la mención de esas zonas es en realidad una referencia a las “zonas de influencia” como la que reclama Rusia en Ucrania y en algunos de los países que formaron parte del área de dominio soviético en Europa. Si bien el concepto de zonas de influencia es una realidad vigente, el hecho es que Estados Unidos y la OTAN lo recusan (en este caso, para oponerse al retorno de la OTAN a las “fronteras de 1997” en Europa del Este).


En este punto, como en los demás mencionados, Rusia ha encontrado en China un aliado informal (o más bien, un socio, como veremos) de nivel estructural a propósito del conflicto ucraniano. Y si estos socios han establecido que la interdependencia implica también la interrelación de conflictos en el entendido de que la seguridad es indivisible (lo que afecta a uno afecta al otro), el sistema internacional se verá seriamente afectado en tanto ambas potencias consideran que los conflictos no son aislables (o carecen de especificidad suficiente).


A través de ese planteamiento Rusia y China indican que, en el proceso de redistribución del poder global, esas dos potencias actuarán brindándose apoyo mutuo.


Este tipo cooperación estratégica no se enmarca, sin embargo, en una alianza convencional aún sino en mecanismos de cooperación de gran escala. Uno de ellos consiste en la aproximación entre la Unión Económica Euroasiática (una unión aduanera que conforman Estados ex-soviéticos y otros menores con centro en Rusia y Bielorrusia) y la Iniciativa de la Franja y la Ruta (un mecanismo principal de cooperación china de amplísimo alcance continental y marítimo).


Ese inmenso potencial de cooperación se ha traducido en Pekín en la suscripción de extraordinarios acuerdos petroleros (US$ 117.5 mil millones según Reuters) que, ampliarán los destinos del gasoducto “Poder de Siberia”. Éste, que ya permite que China sea hoy el tercer mercado para las exportaciones de hidrocarburos rusos, puede ayudara que China devenga en un mercado alternativo a Europa en caso de que el conflicto de Ucrania se escale. Tal redefinición de flujos de energía forma también parte del diagnóstico sino-ruso de que el sistema internacional evoluciona hoy mediante un proceso de redistribución de poder (y que esas potencias pretender orientar a su manera).


Si Occidente debe considerar más abiertamente este punto de inflexión, los suramericanos deberíamos planteárnoslo con el mayor realismo posible y atendiendo, con prioridad, a nuestras vinculaciones históricas con EstadosUnidos y Europa.La crisis ucraniana no nos es tan ajena como se cree.


(1) Joint Statement of the Russian Federation and the People’sRepublic of China on the InternationalRelations Entering a New Era and the Global Sustainable Development


February 4, 2022

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