top of page

El Presidente PiƱera: Contexto y Agenda de Segunda Oportunidad

  • Foto del escritor: Alejandro Deustua
    Alejandro Deustua
  • 15 mar 2018
  • 4 Min. de lectura

Convertido en el séptimo presidente de Chile después de la dictadura de Pinochet, SebastiÔn Piñera asumió el mando el pasado 11 de marzo.

No lo hizo bajo las mejores condiciones económicas (Chile creció 1.5% el último año, tasa final de un gobierno que produjo un precario crecimiento) ni políticas (los partidos chilenos tienden a la desagregación y a la adopción de pautas programÔticas desafiliadas de sus partidos originales).

En efecto, mientras que en el período 2000-2011 Chile creció a tasas que oscilaron entre el 3.1% (2001) y 6.1% (2011) y un promedio de 5.3% para el período 2010-2013 (gobernado por el primer gobierno de Piñera), en el período de Bachelet (2014-2018) el promedio de crecimiento ha bordeado 1.9% (consistente con el 1.5% del año pasado).

De otro lado, la fragmentación de las organizaciones y partidos políticos, fenómeno generalizado en la región, no es una problemÔtica de la que haya escapado Chile a pesar de su aparente mejor organización.

Pero a diferencia de otros países, ese proceso de deterioro se ha realizado en un cierto patrón definido por la alternabilidad no sólo partidaria sino ideológica que parece correlativo con las nuevas calidades de la gobernabilidad chilena.

En efecto, durante los primeras dos décadas posteriores a la dictadura de Pinochet los gobiernos de la Concertación brindaron a su sociedad un orden democrÔtico basado en el acuerdo institucional entre los partidos principales de centro derecha y centro izquierda. La secuencia operativa de ese acuerdo fue bastante sólida y su sucesión ordenada: en el marco de la concertación entre 1990 y 1998 gobernó la Democracia Cristiana y entre 1999 y el 2010 lo hizo el Partido Socialista.

Este ejemplo de alternabilidad en el poder fue seguido por una etapa de fragmentación marcada por la quiebra de su institución matriz. Pero ello no implicó una competencia de anÔrquicos resultados. Así, SebastiÔn Piñera, alejado de sus vínculos con la derecha ligada a Pinochet, realizó un exitoso gobierno con Renovación Nacional que es recordado mÔs por sus buenos resultados económicos (5.3% de crecimiento promedio) que sociales.

El descontento que siguió fue capitalizado por la nueva candidatura de la socialista Michelle Bachelet pero ya en el marco de una nueva coalición: Nueva Mayoría. A diferencia de su primer gobierno, del que se despidió con una aceptación de 84%, éste culmina con una aprobación del 47% (muy alto en relación al promedio regional) pero con precarios resultados económicos.

Por lo demĆ”s, el consenso sobre sus tres reformas principales (educativa, tributaria y laboral) no exhibe altas calificaciones. Ɖstas se orientaron, en apariencia, mĆ”s a disminuir la inequidad que a mejorar las condiciones estructurales de la economĆ­a (la reforma educativa permitió el acceso libre a la educación superior a alrededor de 600 mil chilenos de escasos recursos; la tributaria, que implicó incremento de impuestos y eliminación de exenciones, fue orientada al financiamiento de la educación gratuita; y la laboral, antes que flexibilizar mercados restauró derechos históricos como el de huelga).

El presidente PiƱera, en un nuevo contexto social (del que, en su primer gobierno, fue el principal demandado durante las protestas estudiantiles del 2011), se ha comprometido a ā€œcorregirā€ las reformas de su antecesora pero no a revertirlas. AsĆ­ el conservador devenido en liberal presenta ahora una nueva evolución polĆ­tica. Ello puede verse en su programa de gobierno: las prioridades de agenda no se centran en el individuo (el planteamiento liberal por excelencia) sino en la familia.

Si ésta nueva apuesta que apunta a la protección de la unidad bÔsica de la sociedad es conservadora, lo mismo ocurre con la proyección externa del Estado y de la economía que no presenta aristas nominales visibles.

Con el eslogan un ā€œChile seguro para vivir tranquilosā€ las prioridades vecinal, regional y global se mantienen bajo patrones de relación reconocibles. En apariencia, en esas Ć”reas la conducta exterior chilena se mantendrĆ­a dentro de parĆ”metros de intereses nacionales tradicionales (y siempre ocupados por el financiamiento de capacidades estratĆ©gicas disuasivas a travĆ©s de un mecanismo que reemplace los ingresos permanentes de ley reservada del cobre).

El objetivo estratégico fundamental es, sin embargo, lograr que Chile sea un país desarrollado hacia el 2025 (para lo que el gobierno de Piñera, que culmina en 2022, se propone sentar las bases definitivas). Ello implicarÔ una fuerte dinamización de la economía chilena no tanto como reacción a la pobre perfomance actual sino como meta estratégica. Su éxito, sin embargo, no dependerÔ sólo de políticas de gobierno: siendo el país esencialmente exportador de cobre con una diversificación mayor que la peruana pero menor a la de México y Argentina y con una capacidad de atracción de financiamiento externo considerable, el objetivo estarÔ fuertemente condicionado por las nuevas fricciones del contexto internacional.

En tĆ©rminos de Ć©nfasis vecinal se destaca la relación con Bolivia para la que deberĆ” delinearse pautas de acción para despuĆ©s de la sentencia de la Corte internacional de Justicia cualquiera que fuera el fallo sobre la supuesta ā€œobligación de negociarā€ que reclama el vecino. El problema es que no sólo no se conoce aĆŗn el fallo ni tampoco su tendencia (aunque el sentido comĆŗn dice que nada sorprendente deberĆ­a emanar esta vez de La Haya).

En ese contexto, la relación con Perú y Argentina se presenta como esencialmente cooperativa en términos de conectividad, libre trÔnsito, integración energética y física y eliminación del trÔfico que organiza el crimen organizado.

AquĆ­ debe destacarse el compromiso de PiƱera de apoyar ā€œdecididamenteā€ el ingreso de ambos interlocutores a la OCDE. El progreso tripartito hacia ese fin debiera generar convergencias por lo menos normativas.

Lo demÔs es ampliación de mercados (teniendo en cuenta la intensidad del vínculo de Chile con el mundo) e integración (Ômbito en el que resalta la Alianza del Pacífico que deberÔ profundizarse en un contexto de ampliación de miembros asociados, inversiones subregionales y comercio digital).

Si bien parece llena de temas ā€œsoftā€, la agenda de PiƱera es bastante acotada en tanto no figuran con intensidad los tradicionales asuntos sobre promoción de la democracia, integración latinoamericana y vĆ­nculos con grandes potencias ni propuestas para el nuevo y conflictivo escenario internacional en formación. Ni tampoco la necesidad de perfeccionar con el PerĆŗ la relación estratĆ©gica mediante la reversión de la posición expansionista sobre el ā€œtriĆ”ngulo terrestreā€ que debe resolverse.

Si la agenda es en materia de polĆ­tica exterior sólo tentativa y destinada al ā€œgran pĆŗblicoā€, tambiĆ©n es un buen punto de partida para mejorar la relación con el vecino que debe ser mejor articulada que en el pasado.


Etiquetas:

Ā 
Ā 
Ā 

Entradas recientes

Ver todo
Deterioro Contextual

Con un aterrizaje suave de la economía mundial ya confirmado pero que puede descarrilar (OCDE, FMI) y con niveles de fricción interestatal

Ā 
Ā 
Ā 
De Rusia a Venezuela

Tras volar 10 mil kms. aproximadamente, una flotilla de aviones rusos ha realizado una demostración de fuerza desestabilizadora en el norte

Ā 
Ā 
Ā 
El Elote y el Consenso

Hace pocos días en México la promesa de una regeneración política interna coincidió en el tiempo con un esfuerzo restaurador...

Ā 
Ā 
Ā 
Logo Contexto.png
Header.png

Susbríbete a nuestra revista

Síguenos en

  • Facebook - Contexto.org

Gracias por suscribirte

TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS

SmartBoy 2020

bottom of page