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  • Alejandro Deustua

El Parteaguas Cubano

Si, salvo excepciones históricas las reuniones rutinarias de jefes de Estado son ejercicios livianos la conminación de los países del ALBA para que Cuba sea invitada a la sexta cumbre de las América (abril, Cartagena) no debiera merecer mayor preocupación.


Pero la pretensión del ALBA de quebrar la agenda hemisférica y la intensión cubana de forzar su presencia para arrinconar al conjunto de países que no son miembros de esa agrupación y a los Estados Unidos, configura un escenario de poder en el que Cuba se convierte, nuevamente, en un parteaguas estratégico en el área.


En ese escenario se definirá si lo que queda de la comunidad democrática hemisférica se disuelve definitivamente o si ésta es capaz de algún arresto. El Perú y los socios que participaron en la creación del régimen democrático americano a finales del siglo XX tienen la obligación de definir una posición luego de haber apoyado el retorno de Cuba a la OEA sólo para ser desairados por el beneficiario.


Si las cumbres americanas surgieron en 1994 como expresión comunitaria de la democracia representativa y la apertura de mercados, una dictadura cincuentenaria como la cubana, no puede pretender cancelar ese origen. Y tampoco participar en ellas salvo que el gobierno cubano se comprometa a la apertura política. Aún en ese caso la participación cubana sólo podría ser a título de Observador si es que Colombia y el resto de los países no miembros del ALBA del área desean demostrar que existe un lazo comunitario entre ellos. De lo contrario esos gobernantes habrán sacrificado lo que queda de una obligación colectiva y, en el caso peruano, de un interés nacional establecidos en la Carta Democráctica (2001) y el Acuerdo Nacional (2002). De no pronunciarse sobre el particular, esos Estados habrán reconocido que el terreno hemisférico lo marca el ALBA, que el pragmatismo emergente es el resultado de la incapacidad de los Estados liberales de defender intereses fundamentales y que éstos no harán nada para rectificar esa situación. De no propiciarse la apertura en la isla la participación cubana no será producto de un nuevo realismo o neoidealismo regional sino de un acomodo compadrito que se subordina a la alianza caribeña y permite que Cuba vuelva a ser el quid pro quo regional.


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