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  • Alejandro Deustua

EEUU en Norasia sin Occidente

La primera reunión entre un presidente norteamericano en funciones y el líder de Corea del Norte ha concluido con un acuerdo general para lograr un nuevo tipo de relación bilateral, establecer la paz en la península coreana y alcanzar la completa desnuclearización de ese escenario.


Luego de las amenazas apocalípticas de Kim Jong Un y de las advertencias de Trump de retaliar con “fuego y furia”, este acuerdo es bienvenido: un nuevo capítulo negociador puede haberse iniciado allí. Pero quizás no una nueva etapa histórica de cooperación.


Así lo indica la política norcoreana sobre desnuclearización hasta hoy. Ésta ha consistido en crear el problema nuclear y cobrar luego por su solución…hasta que encontrar una nueva crisis.


Tal modus operandi se inició con la suscripción por Corea del Norte del Tratado de No Proliferación en 1985 (del que ésta se retiró), siguió con el acuerdo entre las dos Coreas sobre desnuclearización de la península en 1992 (hasta que Corea del Norte admitió actividades de enriquecimiento de uranio) y continuó en 1994 con el acuerdo entre Estados Unidos, Corea del Norte y del Sur, China, Japón y Rusia comprometiendo el fin del enriquecimiento de plutonio y la suspensión de la construcción de reactores nucleares (que Corea del Norte violó).


En la declaración del lunes no sólo no hay mención a este patrón de conducta sino que tampoco se ofrecen certezas de que éste no se repetirá. Extraordinariamente, es Estados Unidos el que ofrece seguridades a Corea del Norte (quizás la cancelación de operaciones militares con Corea del Sur) y medidas de fomento de la confianza (quizás una vista del dictador a la Casa Blanca).


En consecuencia no parece sensato sólo aguardar a que ese acuerdo tenga éxito. Y menos cuando es posible que el balance de poder en el área se haya alterado drásticamente implicando quizás la aceptación del dominio de China del área marítima circundante, el respaldo sino- ruso a Corea del Norte y la retracción del compromiso militar norteamericano en la zona.


Tal alteración del balance regional se produce en un contexto de auto-aislamiento norteamericano de sus aliados occidentales.


Esta increíble realidad fue confirmada por el presidente Trump con la imposición de aranceles punitivos a sus socios transatlánticos y norteamericanos (que retaliarán) y la procacidad con que se refirió al anfitrión canadiense del G7 en Quebec. Ello ha reiterado a los aliados de la Unión Europea que no pueden confiar en los compromisos de defensa norteamericanos al tiempo que Trump brinda su confianza a la dictadura norcoreana.


En efecto, luego de perforar el régimen liberal de comercio de la OMC y debilitar el sustento de la comunidad occidental, Estados Unidos se ha presentado solo en el noreste asiático blandiendo el concepto de America First.


Bajo estas condiciones tampoco se puede esperar mucho en América del liderazgo del Sr. Trump. Quizás ni en el caso venezolano. Los latinoamericanos liberales deberán construir su propio respaldo y esperar el cambio de circunstancias.


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