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  • Alejandro Deustua

Venezuela Juega a la Banca y a los Buques con Rusia y China

Luego de ganar de nuevo unas fraudulentas elecciones (esta vez, en colusión con un sector importante de la oposición), el dictador Maduro se propone fingir la reestructuración de la deuda externa venezolana (US$ más de 105 mil millones según algunos) y cumplir con algunos pagos de bonos correspondientes a obligaciones de la entidad financiera del régimen, la empresa petrolera PDVSA.


Ciertamente este emprendimiento no se propone la adecuación venezolana a las normas de la comunidad internacional sino que busca impedir el total aislamiento financiero del régimen en un escenario de sanciones establecidas por Estados Unidos y la Unión Europea.


Atado a la catástrofe económica que tiende a agravarse, la línea de vida que proporciona financiamiento externo remanente al dictador ha multiplicado su valor estratégico. En efecto, Maduro no quiere pagar para cumplir sino para sobrevivir ahora que ha logrado imponer un mayor control político sobre su atormentado país.


Siendo ella una tarea extraordinariamente difícil, ésta será atenuada con la complicidad de Rusia y de China que ganan terreno geopolítico en el norte de Suramérica conforme las necesidades económicas venezolanas aumentan.


La catástrofe que ellas muestran está a la vista: una contracción de -12% del PBI este año será calificada por una inflación de 626% (2349% en el 2018), una caída de la producción petrolera superior al 11% (con precios en torno los US$ 50) (FMI), salarios menores a US$ 30 mensuales y una carestía que ha implicado la pérdida promedio del peso de los ciudadanos de 8 kilos en 2016 (Observatorio Venezolano de la Salud).


Bajo estas condiciones, cualquier otro gobernante habría solicitado la asistencia humanitaria internacional y permitido su acceso. Pero no Maduro. Él prefiere pagar parte de la deuda (o semejar hacerlo) para salvar el dinero que le permite solventar la filiación de sus allegados institucionales (la cúpula de la Fuerzas Armadas) y sociales (los pobres chavistas que votaron por él).


Aunque sabe que la reestructuración de la totalidad de su deuda externa de más de US$ 105 mil millones (TE) y 10 veces sus reservas (CGTN) es imposible, el dictador ha invitado a sus acreedores a Carcas a negociar sabiendo que los más importantes (Estados Unidos y la mayoría restante) no asistirán debido a las restricciones propias de las sanciones impuestas. Por lo demás, esos acreedores saben que la capacidad financiera venezolana no alcanza para honrar plenamente los devaluados bonos bolivarianos.


Como el default está “a la vuelta de la esquina”, Maduro entonces pretende salvar la papeleta prometiendo el pago de un tramo de US$ 1.2 mil millones correspondiente a la deuda de PDVSA.


Aunque así fuera, ¿a qué acreedores pagaría Maduro? Según The Economist los que quedaran impagos reclamarían judicialmente por la discriminación (incluyendo posiblemente Goldman Sachs que, contra toda razón, compró bonos de PDVSA por US$ 2800 millones atraído por los altos rendimientos ofrecidos).


Por lo demás, restarían otros tramos de la deuda sin pagar para los que hoy no hay financiamiento.


Sin embargo, teniendo en cuenta que en caso de que se produjera el default, los bienes venezolanos podrían ser embargados (y las importaciones básicas ser imposibles de realizar), Rusia y China han salido al rescate.


Rusia ha ofrecido refinanciar US$ 1 mil millones sobre una deuda de US$ 4 mil millones contraída en 2011 (además de otros US$ 6 mil millones otorgados a PDVSA). La deuda sería pagada en tramos semestrales hasta el 2019 mientras un empresa rusa (Rosneft) incrementaría su participación en la venta de refinados de petróleo producidos por la petrolera venezolana.


Como inocente complemento Venezuela y Rusia habría suscrito un acuerdo entre las respectivas Marinas de Guerra que compromete visitas recíprocas de buques de las respectivas fuerzas navales (hasta tres buques rusos por vez podrían visitar puertos venezolanos durante 15 días).


Este complemento geostratégico ruso-venezolano incrementará la presencia naval rusa en el Caribe y en costas centroamericanas.


De otro lado, no parece que con China Venezuela vaya a innovar financieramente de momento teniendo en cuenta que Venezuela ha cancelado en petróleo a la potencia asiática US$ 71700 millones en cuatro años. Esta relación financiera, buena parte de ella vinculada a créditos a cambio de crudo, se mantendrá según el Canciller chino sobre “bases de igualdad, beneficio mutuo y desarrollo común”. Tal afirmación pare un eufemismo para justificar una continua forma de trueque que incrementa la influencia china en Venezuela.


Esta situación, luego de la juramentación de gobernadores de Acción Democrática (el partido del finado Carlos Andrés Pérez, que decía ubicarse en el centro de la oposición) ante la ilegal Asamblea Constituyente venezolana que el Grupo de Lima no reconoce, deja a esta agrupación internacional bastante descolocada.


Y, por tanto, sin mayor influencia si la prueba de su existencia sólo se manifiesta en comunicados (esta vez dirigidos a Naciones Unidas) basados en la ignorancia de los hechos dentro Venezuela (el Grupo de Lima no parece haberse enterado por adelantado de la traición de los adecos), lo que no les ha permitido adelantarse a los acontecimientos.


Mientras tanto el dictador Maduro, concentrado en su coimera reinserción financiera, no lo toma en cuenta. El tiempo apura para que el Grupo de Lima muestre algún resultado liberador y de normalización estratégica en el norte de Suramérica.


Ahora que el caso venezolano se ventilará en las Naciones Unidas bajo la “fórmula Arria” (discusiones informales que evitan el veto ruso y chino) no todo puede ser dejado a la esperanza de nuevas negociaciones que se llevarían a cabo en la República Dominicana.


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