Venezuela en el Consejo de Seguridad: Una Votación Rancia
- Alejandro Deustua
- 17 oct 2014
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En momentos de transición sistémica impulsada por la emergencia de nuevas potencias y por el incremento de la conflictividad e inestabilidad globales, es de esperarse que los actores mÔs revolucionarios del sistema dinamicen la voluntad de cambio. Pero también que la comunidad internacional afectada desescale tensiones y resuelva crisis.
En apariencia Ć©sta Ćŗltima ha realizado todo lo contrario con la elección de Venezuela al Consejo de Seguridad por 181 a favor votos cuando el mĆnimo requerido era de 129. Esta estadĆstica inicial indicarĆa que en la comunidad internacional ha prendido el fervor revolucionario si el referente fuera sólo Venezuela y no EspaƱa, Nueva Zelandia, Angola y Malasia que tambiĆ©n han sido elegidos como miembros no permanentes del Consejo por un perĆodo de dos aƱos.
Si bien es claro que para el conjunto de los miembros de la ONU, de sus instituciones y del Secretario General, una reforma progresiva del mĆ”ximo organismo internacional es necesaria (incluyendo la del Consejo de Seguridad y de las entidades vinculadas a la ONU ācomo el FMI-), tambiĆ©n parece claro que nadie (salvo los miembros mĆ”s confrontacionales -los que han llegado al uso o a la amenaza del uso de la fuerza revisionista, por ejemplo-) desea una revolución regimental que implique mayor conflicto (e incluso guerra, que es hoy moneda corriente).
Entonces ¿cómo es que 181 Estados han votado por el representante Latinoamericano mÔs violento, divisivo e irresponsable después de Cuba entre todos los integrantes hemisféricos?.
ĀæEs que hemos regresado a las Ć©pocas en que hippies y defensores de los derechos humanos creĆan āluego de haber consumido algĆŗn producto verde o leĆdo un libro rojo- que AmĆ©rica Latina se dividĆa entre dictadores y guerrilleros o entre burgueses y guevaristas de paredón? ĀæO que hemos retornado a aquellos momentos en que los paĆses asiĆ”ticos en guerra veĆan en nuestra región un socio incondicional contra el imperialismo o al copartĆcipe en el intento de imponer un nuevo orden económico internacional mediante una confrontación Norte-Sur?.
Sin perjuicio del Ɣnimo de cambio, ninguna de estas preguntas se responde afirmativamente. Es mƔs, es posible decir que el voto por Venezuela tiene un origen menos heroico que burocrƔtico.
En efecto, para evitar votaciones inacabables entre rivales de una misma región que desean pertenecer al Consejo de Seguridad, la organización estableció hace años un modus operandi simplificado. Sobre la premisa de que las distintas regiones deben tener una representación proporcional en el Consejo, se les exhortó a que eligieran ellas a su candidato y que luego éstas lo presentaran a la Asamblea General para la aprobación o el rechazo de todos los miembros de la ONU.
Esta división del trabajo tiende a ser diligentemente respetada porque, de no serlo, la región que padeciera la reprobación de su candidato podrĆa ser objeto de una represalia similar por la región afectada.
En efecto, si el voto es secreto en la Asamblea General, tambiĆ©n hay formas de averiguar quiĆ©n votó cómo. Entonces es fĆ”cil concluir que en la siguiente votación la región que no obedeció el procedimiento podrĆa ver tambiĆ©n derrotado a su candidato (las regiones tienen dos representantes en el Consejo que son elegidos sucesivamente todos los aƱos).
Ello generarĆa la destrucción del rĆ©gimen de votación actual devolviendo a la Asamblea General a la anarquĆa en la cada Estado podrĆa decidir por el candidato de quĆ© paĆs vota al margen de la procedencia regional.
En el mecanismo existente los grupos regionales son, entonces, poderosĆsimos en tanto colocan a todas las demĆ”s agrupaciones en el predicamento de votar a favor del Estado pre-elegido, en este caso Venezuela, si quieren ser tratadas por las otras regiones de la misma manera. En otras palabras, los 181 votos que ha recibido Venezuela son esencialmente el resultado de un manojo de regiones cuyos integrantes han tendido a votar en bloque.
La responsabilidad principal es entonces de la región o bloque. Y en el caso de la elección de Venezuela la responsabilidad es esencialmente latinoamericana. Ello dice mucho menos del poder venezolano (que sĆ lo tiene) que del apego a las reglas de juego de la ONU (que en este caso ha producido un resultado perverso) y de la protección del interĆ©s de cada Estado regional para cuando āle toqueā postular con Ć©xito.
Tal resultado y el proceso seguido muestra tambiĆ©n que el idealismo de la ONU es mucho mĆ”s crudo de lo que se piensa. MĆ”s allĆ” de los principios (que sĆ rigen) cada Estado o agrupación subregional de Estados defiende su interĆ©s. En este caso ha ganado el ALBA al amparo de Brasil y Cuba mientras que los miembros liberales de la Alianza del PacĆfico (que dicen tener una misma visión del mundo) han preferido mirar para otro lado.
Y al hacerlo no parecen haber tenido idea de lo que estÔ en juego en tanto Venezuela votarÔ contra los miembros permanentes occidentales (especialmente contra Estados Unidos) cada vez que pueda y se asociarÔ con Rusia y China en toda votación estratégica en un contexto de cambio sistémico mientras pretende representarnos.
Por lo demĆ”s a la Venezuela chavista no le interesa otra cosa. Ni siquiera el bienestar de sus ciudadanos (y, por tanto, tampoco el de los ciudadanos latinoamericanos). AsĆ lo ha confirmado su Canciller Rafael RamĆrez al autocongratularse no por el triunfo de su Estado ni por el de los venezolanos sino por el de la ārevoluciónā y el del gobierno chavista.
AsĆ, mientras el autoritarismo chavista se legitima internacionalmente contra la voluntad de la mitad de los ciudadanos venezolanos, AmĆ©rica Latina ayuda abiertamente en el empeƱo. Esta actitud es propia del peor de los realismos y de la turbia exaltación de una forma descompuesta de entender el interĆ©s nacional. Esto tendrĆ” que cambiar.




