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  • Alejandro Deustua

Economía Mundial: Optimismo Con Cautela

La economía mundial está siendo afectada por un shock de oferta positivo. En efecto, la caída del precio del petróleo en un orden de 40% en apenas un semestre (de US$ 115 en junio a casi US$ 60 hoy) puede ser malo para los exportadores de ese commodity pero está beneficiando a los importadores principales de los países desarrollados sin que la OPEP haya logrado un consenso para reducir la producción.

A esa realidad debe agregarse las expectativas sobre el precio que se mantienen a la baja en un contexto en que Estados Unidos está logrando independencia energética. Si ésta no no se refleja ya en una balanza comercial positiva ciertamente ha contribuido a disminuir el déficit petrolero que representaba el año pasado dos tercios del total y 2% del crecimiento económico según Capital Economics y la Agencia de Información de Energía norteamericana (BBC).

Esta notable mejoría podría resultar en un incremento de entre 0.3% y 0.7% del PBI global del próximo año según investigadores del FMI y en una mejor perfomance de las economías el G7 (Bloomberg). Es decir, si el FMI estimó en octubre que la economía global crecería 3.8% en el 2015, la perfomance corregida podría ubicarse entre 4.1% y 4.5%.

Ese potencial ya se refleja, de alguna manera, en el mejor resultado trimestral logrado por la economía norteamericana en años (5% en el tercer trimestre mejorando el 4.6% del trimestre anterior y amparado en una tasa de desempleo de 5.8% anual). Si ese vigor se mantiene, la economía internacional habría encontrado una poderosa locomotora de crecimiento que no dependa tan determinantemente de la perfomance china.

Por lo demás, siendo China un importador neto de petróleo el riesgo de que su economía se desacelere fuertemente (algunos consideraron un escenario de 6.8%) tiende a atenuarse considerablemente bajo la nueva realidad. Más aún cuando el riesgo de un G7 estancado también se suaviza (lo que incluye a varios economías de la zona del euro).

En ese contexto, un incremento de la tasa de interés por el FED podría atenuar su impacto macroeconómico (especialmente de salida de capitales y déficits de cuenta corriente) en los países en desarrollo más expuestos a un dólar fuerte. Ello ocurriría porque la recuperación de la demanda central podría favorecer los precios de las materias primas y devolver salud a las balanzas comerciales de los más pequeños si la volatilidad cambiaria puede ser controlada en esos países y la especulación disminuida.

Sin embargo, no todo es color de rosa en ese escenario en tanto la caída del precio del petróleo está correlacionada, en mayor o menor medida, con el comportamiento de los precios de otras materias primas. Si esa correlación se mantiene fuerte, la compensación por un incremento de la demanda podría no compensar el valor perdido y, por tanto, los productores de esos commodities deberían seguir creciendo por volumen.


Por lo demás, al margen de esta situación China y los países del euro deben realizar aún reformas estructurales que tienen un costo que, salvo en el caso del Japón, ha probado ser casi impermeable a las demandas de políticas y monetarias fiscales más relajadas (el plan Juncker de la Comisión Europea consistente en generar 315 mil millones de euros en inversión a partir de un fondo de inversiones estratégicas menor, sigue vinculado reformas estructurales rigurosas y a políticas económicas “sanas” que tienden, a contramano de la inyección fiscal, a ser conservadoras). Por lo demás, si la mejoría de la economía global es un escenario probable lo es también el del comercio cuyo incremento que es estimado por el FMI en 5% para el próximo año (sobre el 3.8% del 2014). Asumiendo que los mejores costos de producción o de las condiciones del comercio no se trasladan inmediatamente a un incremento de los intercambios, quedan como estímulos adicionales los acuerdos regionales antiguos pero especialmente los relativos a los acuerdos transpacífico y transatlántico. Lamentablemente estos tipos de acuerdos son también lerdos en el despegue (y mucho más en la aprobación) para no hablar de los obstáculos negociadores que aún restan ser superados en los ámbitos internacional (el caso del Japón) y en el nacional (la contienda entre demócratas y republicanos cuyas coincidencias en esta materia podría ser superada por fricciones propias de la contienda electoral que ya se perfila en el horizonte norteamericano).

En ese ámbito, la proliferación del proteccionismo también es una evidencia global (que se siente en Suramérica en el ámbito del MERCOSUR y el andino –como lo demuestra las trabas a las exportaciones peruanas que coloca Ecuador-) que corre en sentido contrario a estas evoluciones. ¿Un mejor clima derivado de mejores perspectivas para la culminación de la ronda Doha podría superar esta contracorriente? Ya hemos visto bastante para no ser optimistas al respecto.

Y menos cuando el riesgo geopolítico se incrementa en Europa del Este en tanto la renuncia de Ucrania al anacrónico Movimiento No Alineado es visto como una aproximación de ese Estado a la OTAN. Ello ha sido considerado como una amenaza estratégica por Rusia. Occidente haría bien en andar con pies de plomo en esta materia en tanto las zonas de influencia son una realidad en las relaciones internacionales cuya vulneración tiene un alto precio.

Finalmente, para agregar algo más de agua fría al nuevo optimismo no se debe olvidar que algunos analistas, como Roubini, consideran que los altos niveles de los mercados de valores (especialmente los norteamericanos) están produciendo otra burbuja que podría reventar en el 2016.


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