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  • Alejandro Deustua

2014: Situación Económica General

Aún sin considerar los graves riesgos geopolíticos extrarregionales, América Latina no se presenta en el 2015 como un factor impulsor de la economía global ni como uno adecuadamente impulsado por terceros.


Considerando sólo su actividad interna, la importante pérdida de dinamismo en la economía de la región ha sido multiplicada por la incidencia suramericana (normalmente más activa) en el escenario latinoamericano en un contexto de fuerte pérdida de demanda externa y de términos de intercambio negativos.


Este síndrome de dependencia es un historia tan repetida que bien pudo ser diagnosticada por la CEPAL de fines del siglo pasado. La diferencia está en que la región puede hoy dividirse entre aquellas economías dependientes de exportaciones de materias primas que pueden hacer algo para generar mayor competitividad y productividad intentando una diversificación limitada y las que no podrán hacer gran cosa por su extremada dependencia externa e incapacidad administrativa.


Entre los primeros se encuentran los países de la Alianza del Pacífico. Entre los segundos los del ALBA que han ingresado a una etapa de extraordinaria gravedad. Este es el caso de Venezuela que mezcla una altísima inflación cercana al 70% con una recesión profunda y con nulas posibilidades de reactivar un sector privado expoliado en un marco de dependencia exportadora que compromete al 93% del total (el petróleo, que hoy ya está en por debajo de los US$ 50 por barril y que sigue bajando bien por debajo de los precios de referencia del presupuesto).


De otro lado, aunque el caso mexicano pueda singularizarse en tanto su interdependencia comercial con Estados Unidos compensa en alguna medida la fuerte caída de su principal fuente de ingreso, no es éste el caso de la potencia regional (Brasil) cuyo inmenso mercado interno deberá jugar un rol reactivador ni el de Argentina (cuyas reservas de hidrocarburos pueden quedar enterradas a la espera de mejores tiempos para la llegada del capital necesario para su puesta en valor.


En cambio Perú y Colombia crecerán 5% y 4.3% (CEPAL) debido a las medidas reactivadoras adoptadas más allá de que éstas se hayan adoptadas con la oportunidad necesaria o que sean suficientes.


Pero no es el caso de Chile (3% en el 2015). La situación chilena debe verse con mayor atención debido a las controversiales reformas redistributivas (especialmente en educación), tributarias y de consolidación del poder laboral. Adoptadas en medio de la crisis exportaciones de cobre que cubren un tercio de la demanda mundial, el gobierno se enfrenta hoy con el sector empresarial como no había ocurrido nunca bajo los gobiernos de la Concertación.


Aun considerando estas especificidades es claro que la región, como el mundo, requiere de locomotoras de crecimiento y de fuerte demanda externa.


Esta necesidad está empezando a ser satisfecha por la vigorosa recuperación norteamericana (5% de crecimiento en el último trimestre que escapa al pronóstico de crecimiento anual de 2.2% para el 2014 estimado por el FMI). Según esa entidad, buena parte de la perfomance dependerá de la gradualidad con que se normalice su política monetaria (el tapering del FED) y de la continuidad de la inversión en inversión en infraestructura más allá de que el sector privado esté recuperando su potencial (un indicador que, sin embargo, deberá ser redimensionado a la luz de la incremental desigualdad que, a pesar de todo, contrasta con la creación de empleo –el desempleo ya está en 5.8%-).


Como es natural, la expectativa en relación con la región es que la demanda norteamericana se incremente aliviando los déficits de cuenta corriente de América Latina.


Asia, en cambio, mantendrá su normal curso de crecimiento de 5.6% (apenas una décima más que el 5.5% de los últimos tres años (FMI). Y si bien el consenso sobre la perfomance china se ha estacionado en 7.1%, ello no compensa las pérdidas latinoamericanas por el debilitamiento de su demanda ni los riesgos a los que, junto con el resto de la región, es vulnerable. El cambio de una economía que invierte casi 50% hacia una de mayor consumo seguirá siendo costoso a lo que se agregan problemas en el sector inmobiliario y una reducción de la perfomance del sector industrial en un marco de inestabilidad financiera y un débil crecimiento global que también la afecta.


Por lo demás, las políticas de estímulo en Japón no han dado el resultado reflacionario que se esperaba (como era de esperarse luego del incremento de impuestos de abril pasado). Ello condujo a la convocatoria de elecciones anticipadas que el Sr. Abe volvió a ganar. En ese marco, el gobierno ha inyectado US$ 29 mil millones a la economía (una pluma en la balanza japonesa) mientras la deuda externa se mantiene por encima del 200% del PBI. El punto: Japón no parece ser un engranaje activo de la locomotora asiática.

En otras palabras, de momento América Latina no puede esperar mucho de esa parte del mundo (y sí mucho más de parte de sí misma).


A esa situación se suma la Unión Europea donde el disparejo crecimiento (Alemania y España crecen bastante más que Francia e Italia según el FMI) es buena pero insuficiente noticia en tanto la perfomance esperada para este año es de apenas 0.8% y de 1.3% el próximo siempre que la tempestad no se desate nuevamente en Grecia ni sobre los demás miembros de la eurozona si el Syryza griego gana las elecciones el mes que entra y Alemania no se desacelera más.


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