āUnidad en la Diversidadā: Un SeƱuelo Regional
- Alejandro Deustua
- 9 sept 2014
- 2 Min. de lectura
Como toda disciplina, las relaciones internacionales generan su propia terminologĆa. Y como toda metodologĆa, la diplomacia manufactura los instrumentos Ćŗtiles a su buen ejercicio.
En ese proceso de creación mĆ”s o menos universal no es infrecuente la gestación de modismos (āgeometrĆa variableā, āliked minded countriesā) que, en el intento de resumir conceptos, exageran el intento desfigurando su significado original y afectando el interĆ©s nacional cuando el modismo es incorporado a la polĆtica exterior. En la región, Ć©ste el caso de la expresión āunidad en la diversidadā.
El concepto implĆcito en esa frase es propio de procesos de integración profunda (la Unión Europea) en sus primeros momentos. Pero nunca fue aplicado en AmĆ©rica Latina que evolucionaba, no linealmente, del hispanoamericanismo republicano al panamericanismo pseudo-antitotalitario (de uso intenso en los primeros momentos de la Guerra FrĆa) y al interamericanismo.
El UNASUR, surgido de la apresurada conformación de una Comunidad Suramericana de Naciones carente de principios convergentes reales, se ha entorpecido con esa expresión. Y su mala fermentación ha desembocado en el Perú como forma de identificar la relación con Suramérica y Latinoamérica.
Es mÔs, esta conceptualización, que afecta el interés nacional, pretende instrumentar una realidad regional que no existe.
En efecto, la fragmentación suramericana del momento, que hace de la āunidadā un seƱuelo que distorsiona su potencial integrador, tiene por lo menos tres fallas geológicas creadas por contradictorios tipos de interĆ©s en el Ć”rea.
La primera es la que presenta el ALBA que, a pesar del empantanamiento económico venezolano, ha logrado organizar y mantener una esfera de influencia autoritaria en la región.
Ćsta tiene como articulador a la alianza cubano-venezolana y su rol es antisistĆ©mico. Ćste ha probado su eficiencia destruyendo el consenso liberal en la región (el del libre comercio y de la democracia representativa) y construyendo un espacio geopolĆtico inducido por el poder energĆ©tico e ideológico de proyección extra-regional fundamentalmente antinorteamericano.
La segunda es la que organizó Brasil percibiendo la región como base de proyección global. Esto ha ocurrido con el PT en el gobierno y con el erosivo respaldo del populismo argentino que ha diluido al MERCOSUR en pleitos subregionales, desinserción y mala imagen externa.
La tercera es la que se distingue a sĆ misma mediante una convergente y liberal āvisión del mundoā que se expresa en la aproximación a la OECD, en la profundización de una integración de aĆŗn baja interdependencia y en la proyección al Asia, pero con poco liderazgo para consolidar en el continente su geopolĆtica marĆtima.
La cooperación es claramente posible entre estas agrupaciones. Pero no una āidentidadā de intereses vitales. Pretender que ello sĆ ocurre es disfuncional al interĆ©s nacional peruano, generador de expectativas equivocadas y articulador de una falsa zona de confort. Nuestra diplomacia debe corregir ese error.




