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  • Alejandro Deustua

UNASUR, OEA y Desorden Regional

Desde que la UNASUR se constituyó en el 2008 se ha comportado como una alternativa antes que como un complemento del sistema interamericano.


Su afán de contribuir a crear una identidad e integración regionales en un marco de menor asimetría le brindaron sensatez aparente. Pero su objetivo trasnacional en una realidad conformada por Estados con intereses no idénticos se dejó ver en el objetivo de establecer una “ciudadanía” suramericana.


Ese sentido utópico se anunció desde el 2004 y 2006 cuando los suramericanos se manifestaron dispuestos a avanzar hacia una comunidad como si sus miembros compartieran principios de orden interno y una similar visión del mundo. En lugar de ello en la región ya se había establecido la fragmentación entre Estados liberales y otros que, con un orden constitucional bien diferente, actuaban con afán antidemocrático y hegemónico.


Esa actitud tuvo en Venezuela (y su alianza cubana) un mentor y en el Brasil de la diplomacia del PT un brazo legitimador.


En efecto, Brasil olvidó que había suscrito el ALCA y que lo había copresidido. Y ahora contribuía a sustraer factor cohesivo del sistema interamericano que el panamericanismo del Marqués de Rio Branco había contribuido a crear con el máximo esfuerzo (la participación brasileña en la 2ª Guerra Mundial y la creación del sistema de seguridad colectiva hemisférica (el TIAR) en 1947).


De la misma manera se ha procedido con la Carta Democrática que hoy se aplica sólo a los países chicos (Honduras, Paraguay) mientras se olvida que su aplicación no requiere de un golpe de Estado sino de la quiebra del orden constitucional que hoy es manifiesto en Venezuela.


Como foro los suramericanos prefieren el UNASUR. Pero olvidando que éste (y la CAN y el MERCOSUR) han suscrito “cláusulas democráticas” de condiciones similares a la carta interamericana y que, por tanto pueden suspender a un país que la viola. Pero la juridicista Suramérica, que vive en anarquía, pretende lo contrario.


La solución a esta anomalía es la Alianza del Pacífico conformada por países liberales. Pero allí reina también la pleitesía a la versión primitiva del principio de no intervención y a la fantasía de orden regional cuando el conflicto devora los fundamentos de la convivencia en el área. Venezuela es artífice y ejemplo de ello.


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