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Alejandro Deustua

Un Par de Luces en la Oscuridad

En este año en que la perfomance latinoamericana caerá -9.4% en promedio, algunas buenas señales han surgido entre julio y agosto en dos países especialmente afectados: Argentina, cuyo PBI se contraerá por tercer año consecutivo (esta vez -9.9%), y Ecuador que, sin política monetaria libre debido a la dolarización de su moneda, se retraerá este año -6.4% (FMI).


Los buenas señas vienen menos de los anuncios de recuperación regional el 2021 (3.7%) que de la mejora de la sostenibilidad financiera en estos países y su potencial efecto multiplicador. Aquélla deriva de sendos acuerdos de renegociación exitosa con acreedores privados.


Aunque esos acuerdos deben ser aprobados por un porcentaje mayoritario de bonistas (en Argentina, entre 75% y 85% de los acreedores según sea la fecha de vencimiento de los bonos), el apoyo de los mayores acreedores representados Black Rock, Ashmore Group, Fidelity Investment (a Argentina y Ecuador), Blue Bay (a Ecuador) y por el FMI a ambas negociaciones anuncia que los acuerdos se perfeccionarán.


En el caso argentino se evita un tercer e inminente default en este siglo y se consolidan los primeros pasos la estabilidad económica en un país en que, a finales del año pasado, las reservas internacionales habían caído 50%, la depreciación del peso rondaba el 40% (Bloomberg), la inflación se acercaba al 60% y el riesgo soberano se había incrementado extraordinariamente.


A pesar del recate de US$ 50 mil/US$ 53 mil millones brindado al gobierno de Macri por el FMI gobernado aún por Christine Lagarde y de las disciplinas del caso (una meta de inflación de 17%, la reducción del déficit de 3.9% a 1.3%), el índice de precios al consumidor siguió incrementándose, el valor de los bonos cayó a niveles históricos (El Mostrador) y la deuda externa llegaba al 88% del PBI con el cambio de gobierno (bien por encima de las proyecciones del FMI). La economía argentina requería, por tanto de un piso inicial que el acuerdo con los bonistas extranjeros ha provisto con la reestructuración de US$ 66 mil millones de una deuda federal US$ 323 mil millones que permite un alivio de US$ 38 mil millones a lo largo de una década (Bloomberg).


La renegociación, que se realizó a un valor de U$ 55 centavos por dólar, dejó satisfechas a ambas partes evitando la “quita” unilateral. La participación de los bonistas fue “significativa”, incluyó a tres tipos de acreedores e implicó la prórroga del plazo de aceptación (24 de agosto) y de liquidación (setiembre de 2021 cuando los intereses a los acreedores que aceptaron el canje empezarán a ser pagados, beneficio que no tendrán los bonistas que no aceptaron la transacción) (El Cronista).


El éxito del acuerdo por confirmar, que abrirá a la Argentina la renegociación con el FMI por una deuda de US$ 44 mil millones, implica un nuevo horizonte financiero para un país de larga historia de defaults permitiéndole potenciales nuevas fuentes de financiamiento en momentos extremadamente críticos.


En el caso ecuatoriano, el arreglo con los bonistas para la reestructuración de US$ 17400 millones de deuda por cobrar, ha liberado unos muy necesitados US$ 1.4 mil millones anuales además de un retorno al mercado financiero en momentos en que el trato con los acreedores y prestamistas de último recurso ha llegado a su punto más crítico.


Como en el caso argentino, el acuerdo ecuatoriano con los tenedores de bonos también ha sido elogiado por el FMI y consistió en el cambio de 10 bonos con vencimientos en 2022 y 2030 por nuevos papeles de vencimiento posterior (en 2030, 2035 y 2040) a una tasa de interés reducida de 5.4%. (Bloomberg).


Los bonistas que no ingresaron a la negociación quizás se vean en la necesidad de aceptarla al encontrar ahora aun acreedor respaldado por un organismo multilateral que muestra predisposición de asistir al Ecuador en el marco de las directivas brindadas por la nueva Director Gerente del FMI orientadas al ofrecimiento de créditos de emergencia (que, en 17 países del área, suman ya US$ 5.5 mil millones bajo las actuales circunstancias).


En esta perspectiva, dos países complicados financieramente no sólo alivian su cartera pesada y acceden inicialmente a posibilidades de nuevos créditos bajo mejores condiciones sino que reducen el riesgo regional en un escenario en que ese riesgo presiona al alza.


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