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Alejandro Deustua

“El Que No Vota No Come”

En medio de la inacabable precariedad social y de la división política venezolanas (que incluye a la oposición) la dictadura en ese país se afianza institucionalmente. La farsa electoral mediante la que ésta ha copado la Asamblea Nacional así lo indica.


Ésta no llega de sorpresa: el organismo electoral (el CNE) ya había dispuesto hace meses la ampliación del número de escaños congresales sin otro propósito que asegurar el control parlamentario por el chavismo. Lo sorprendente ha sido, más bien, la participación en este esmero totalitario de algunos partidos de la oposición (especialmente de Acción Democrática) en medio de una abstención que bordeó el 70%.


Esa facción opositora ha sido cómplice de la coacción dictatorial resumida en amenazas neandertales a la ciudadanía: “el que no vota no come”.


Tal sadismo electoral fue aprobado por comediantes grotescos disfrazados de “observadores” (el ex –Jefe de Gobierno español Rodríguez Zapatero y los “albistas” Evo Morales, Rafael Correa y Fernando Lugo) en medio del repudio de la Secretaría General de la OEA, la Unión Europea, Estados Unidos y del Grupo de Contacto.


Tras 21 años de gobierno chavista, este carnaval dantesco, no ha sido la gota que rebalsa el vaso de la impotencia venezolana y hemisférica para terminar con un régimen responsable de la pobreza de 92% de la población (80% en pobreza extrema), del 6500% de inflación (a pesar de la dolarización), 54% de desempleo y una contracción del PBI de -25% este año (FMI).


En ese marco, el presidente encargado Guaidó se esmera en conservar legitimidad interna mediante una consulta electrónica para una salida electoral y el Grupo de Lima insiste en variantes de una misma declaración condenatoria con tal de no sugerir acción alguna (desaprovechando la ausencia del gobierno de Maduro en la OEA).


Carente de imaginación diplomática y de arsenal coercitivo eficaz, la resistencia a invocar en el Consejo de Seguridad la obligación de proteger (que implica intervención humanitaria) indica la aceptación implícita por ese Grupo del veto de China y Rusia a esa iniciativa, el apego a formalidades procesales que la realidad imposibilita y la esperanza en otro “diálogo” con el nuevo gobierno norteamericano.

Ello dice bastante de los límites del multilateralismo cuando la catástrofe humanitaria se arraiga en Suramérica junto con 5 millones de expatriados (por los que se pide financiamiento) mientras las FARC ya dominan territorio en Venezuela agravando la amenaza narco-terrorista en el área al tiempo que las capacidades bilaterales en la región brillan por su debilidad en el trato con potencias euroasiáticas (China, Rusia, Turquía), del Medio Oriente (Irán) y del Caribe (Cuba) para negociar el retiro de Maduro y la cancelación de una amenaza extraregional.


En efecto, si Brasil prioriza su relación con los BRICS y el peronismo argentino sigue envuelto en cánticos antihemisféricos, al Perú le quedan pocas cartas. Tanto, que quizás esté retomando, por realismo o incapacidad, los principios de convivencia setentera.



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