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  • Alejandro Deustua

Trump Contra Europa y Deterioro en América

Un par de regímenes fundamentales que gobiernan Occidente perdieron capacidad de ordenamiento la semana pasada y sus miembros debilitaron su liderazgo global.


El responsable principal fue el presidente Trump. En efecto, la OTAN, la principal alianza miliar del mundo, fue vapuleada por el presidente norteamericano. Y el G7, la organización informal de coordinación económica y cooperación multisectorial entre las principales potencias occidentales, encontró en ese Jefe de Estado a su único disociador.


En el caso de la OTAN el instrumento devaluador fue la acusación pública. Su crematístico carácter se concentró en la morosidad de los aliados transatlánticos sin considerar que éstos se han comprometido con la entrega del 2% de su PBI en el 2024. La confrontación del ISIS, el tema principal de la agenda, cedió miserablemente ante el asunto presupuestario.


Si ello puso en cuestión la voluntad de los Estados Unidos de cumplir con la obligación de concurrir en la defensa de sus aliados cuando la amenaza a uno sea la amenaza a todos, los aliados han perdido confianza en la relación de seguridad transatlántica.


Tanto que la Canciller de Alemania se esmeró en resaltar que la seguridad de Europa no debe depender de otros. Aunque algunos piensan que esa afirmación debe entenderse en el ámbito electoral interno (TE), sus implicancias van a contrapelo de políticas establecidas en la democracia cristiana alemana desde Konrad Adenauer y disminuye la vocación atlanticista de la República Federal.


Como si ello no fuera suficiente, el señor Trump insistió en antagonizar a Alemania aludiendo a su superávit comercial y a una supuesta manipulación monetaria en términos que bien pudo utilizar contra China antes que con un “socio especial”.


Por lo demás, su indisposición a confirmar el compromiso de la COP 21 sobre reducción de emisiones reiteró su indisposición a atender un problema global que la totalidad de los socios del G7 han suscrito.


Si bien Occidente, que es una civilización, no se ha resquebrajado sus instrumentos de gobernanza sí han sufrido merma y seria división en el periplo europeo del señor Trump quien, a tono con su humor, ha encontrado la Casa Blanca con mayor presencia indagatoria del FBI y del Congreso.


En este contexto debe también observarse el proceso de creciente deterioro político en América donde la inestabilidad y el escepticismo consumen al Brasil y la confrontación social a Venezuela.


En Brasil la esperanza reformista, expresada ya en crecimiento, se hunde con la piedra que la corrupción ha atado al cuello del presidente Temer. Sin la alternativa de las elecciones directas (solicitadas por buena parte de la población) ni del ilegítimo golpe de Estado, un desprestigiado Congreso no podrá convocar a elecciones plenamente satisfactorias si el señor Temer es destituido.


Y hoy la OEA decidirá que no podrá hacer mucho para revertir la descomposición venezolana salvo plantear alguna forma de diálogo.


Un nuevo escenario, capaz de alterar el sistema internacional, se ha abierto en Occidente.


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