Siria: Un Pronunciamiento No Tan DiƔfano
- Alejandro Deustua
- 16 sept 2013
- 3 Min. de lectura
El Secretario General de la ONU no ha dejado dudas: la misión integrada por la Organización para la Prohibición de Armas QuĆmicas y la Organización Mundial de la Salud ha corroborado que se han usado, en gran escala, armas de esa naturaleza en las proximidades de Damasco (Ghouta).
Al respecto el Sr. Ban Ki Moon ha reiterado que esa acción constituye un crimen de guerra y que la responsabilidad moral de patrocinar la identificación a los autores de la barbarie y de castigarlos corresponde a la comunidad internacional (la misión de la ONU se limitó a determinar los hechos de manera innominada).
Si, a pesar de ello y mĆ”s adelante en la conferencia de prensa correspondiente, un vocero aparente de la SecretarĆa General afirmó que, a la luz del material encontrado, la responsabilidad parecĆa corresponder al rĆ©gimen sirio, el asunto es aĆŗn claro: el rĆ©gimen sirio deberĆa ser denunciado por la comunidad internacional y sus responsables castigados en cumplimiento del Protocolo de 1925 de Prohibición del Uso en Acciones BĆ©licas de Gases Asfixiantes, Venenosos y de MĆ©todos Bacteriológicos de Guerra.
Sin embargo, el Secretario General habĆa expresado previamente aprobación del compromiso sirio de suscribir la Convención de Desarrollo, Prohibición, Almacenamiento y Uso de Armas QuĆmicas y del acuerdo marco ruso-norteamericano para la eliminación de las armas quĆmicas en Siria. Al respecto se entiende que estos acuerdos, de 14 de setiembre Ćŗltimo, sólo pueden ser llevados a cabo con la participación del rĆ©gimen sirio (que, segĆŗn el incógnito vocero de la ONU, es el responsable del crimen).
En consecuencia, o ese vocero (que tomó la palabra con o sin autorización del Secretario General luego de que Ban Ki Moon hiciera su concisa presentación) se equivocó, o Ć©ste entiende por ārĆ©gimenā sirio algo distinto que gobierno sirio o hemos ingresado nuevamente a una de esas turbias fases en que se desarrollan los acuerdos y desacuerdos en el Medio Oriente (que se parecen mĆ”s a los usos de la realpolitik de la zona que a los usos del realismo clĆ”sico).
De otro lado, al margen de que el acuerdo ruso-norteamericano tuviera como horizonte una salida polĆtica a la guerra civil en Siria (una responsabilidad obviamente mayor a la ya compleja responsabilidad responsabilidad de desarme quĆmico en se paĆs), el hecho es que si se cometió un crimen de lesa humanidad y la mayorĆa de la comunidad internacional ha suscrito el rĆ©gimen contras las armas quĆmicas, la responsabilidad colectiva de esta comunidad es jurĆdica y no sólo moral.
Por lo demĆ”s, se entendĆa que la disposición Siria de adherirse a ese rĆ©gimen y poner a disposición de la comunidad internacional su arsenal quĆmico para que sea destruido era un medio in extremis para evitar un ataque norteamericano, la mayor desestabilización regional y el escalamiento del conflicto al Ć”mbito interregional. De ello se habĆa felicitado el Presidente Obama y Rusia probablemente entendĆa que el alcance estratĆ©gico de estas tareas subordinaba de alguna manera el asunto de las responsabilidades jurĆdicas del entonces supuesto ataque quĆmico.
Pero ahora la dualidad manda: el aparente responsable debe participar en solucionar su propio crimen (y si no lo hace serĆ” objeto de punición bĆ©lica⦠aunque de propósito sólo disuasivo āes decir, para inhibir un uso futuro de esas armas y si es que se aplica una parte del CapĆtulo VII de la Carta de la ONU).
En este escenario digamos āsofisticadoā, se han elevado los costos de la punición jurĆdica a la que ha hecho referencia el Secretario General de la ONU que la resolución correspondiente del Consejo de Seguridad deberĆ” incluir. Ello implica que, si luego de cumplidos los compromisos del caso, los supuestos responsables son castigados, ello podrĆa suponer el cambio de rĆ©gimen en Siria.
Si ello ocurre, los deseos norteamericanos se habrĆ”n cumplido pero no necesariamente sus intereses si ese cambio de rĆ©gimen implica mayor inestabilidad en el Medio Oriente. Del lado ruso ello sólo podrĆa ocurrir con su aceptación y con su decisión de contar, mĆ”s allĆ” del destino de Assad, con un gobierno afĆn (hoy inexistente) que permita que sus facilidades estratĆ©gicas en el paĆs (el puerto de Tartu) y su zona de influencia se mantengan. Obviamente no es Ć©ste un proceso diĆ”fano. Sin embargo es un proceso al final de cuentas que permite canalizar la fricción en el Ć”rea al costo regular de concesiones cruzadas que, en el Medio Oriente, nunca son suficientemente inconcebibles.




