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  • Alejandro Deustua

Rusia Puede no Ganar la Guerra Pero el Orden Internacional También Sufrirá Costos

12 de abril de 2022


Si la altísima mortandad de civiles y la destrucción de la infraestructura de Ucrania es el resultado más trágico de la agresión rusa a ese país, el creciente aislamiento de la ex -potencia soviética y la devaluación de su prestigio y status trasciende sus fronteras mientras los daños de largo plazo que sufre su economía y sociedad se incrementan. Como es evidente, esos costos tienen un impacto en el equilibrio del sistema internacional y afecta económica y políticamente a sus miembros con mayor o menor intensidad. Sin embargo, Rusia podría aún reducir esos daños.


En términos del orden internacional el aislamiento ruso erosiona el proceso de globalización, impulsa el recurso al balance de poder a través de nuevos alineamientos y bloques e incrementa la propensión al conflicto interestatal como contraparte de la pérdida de eficiencia del orden multilateral. Estos pasivos se retroalimentan mediante el empleo imprescindibles de sanciones económicas no mandadas por el sistema de Naciones Unidas como respuesta a la bárbara violación del derecho humanitario y de las leyes de la guerra a que ha recurrido el agresor. A esta situación conduce no sólo la invasión rusa sino también su pérdida de poder y de capacidad de interacción resultante. Esos pasivos no implicarán, sin embargo, la desaparición de Rusia como potencia aunque de menor nivel.


Por lo demás, si en el ámbito político, el conflicto ha sido definido como la confrontación entre democracia y autarquía (presidente Biden) y los países democráticos se han alineado con Occidente, ello debiera implicar que este centro civilizacional ha incrementado su cohesión al defender los principios que le otorgan identidad. Pero aunque ello sea evidente (no obstante algunas fracturas emergentes -p.e Hungría-), esto no significa, sin embargo, que ese grupo de países estén ganado el conflicto civilizacional como ocurría a fines de le Guerra Fría.


En efecto, hoy los países que defienden las libertades políticas registran un deterioro de 15 años consecutivos mientras el 75% de la población mundial ha perdido libertades en ese lapso (Freedom House). Correlativamente, los países plenamente democráticos y las democracias defectuosas (74) equivalen al 44.7% del total mientras que 93 países se gobiernan mediante regímenes híbridos y/o totalitarios (EIU).


Si, en ese marco, el esfuerzo occidental en la defensa de Ucrania pudiera atraer a países con regímenes intermedios, los países autoritarios (Rusia) o de régimen híbrido tenderán también a aliarse (p.e. China y Rusia), a brindarse cooperación (p.e. Venezuela, Nicaragua, Bolivia y varios los países del sudeste asiático) o a inclinarse por la neutralidad (una buena mayoría en la cuenca del Pacífico asiático).


En ese marco, Estados Unidos, los miembros de la Unión Europea, la mayoría de latinoamericanos y algunos asiáticos con mayor o menor intensidad de alineamiento podrán ganar adeptos en términos de poder. Pero otros también podrán ser arrastrados a las esferas de influencia (que sí existen) de los autoritarios.


En ese escenario, Rusia sólo se está aislando de los países occidentales pero no de los autoritarios. En consecuencia, los países democráticos deben realizar un esfuerzo adicional para que la confrontación política que el conflicto ha generado no termine incrementando las filas de los autoritarios y que las diferencias entre democráticos y autoritarios no terminen, como en la Guerra Fría, en bloques políticos inflexiblemente confrontados.


De otro lado, en el ámbito multilateral, la comunidad internacional ha actuado en la Asamblea General de la ONU de acuerdo a sus compromisos con la Carta al condenar, a principios de marzo, la invasión rusa por una gran mayoría de votos (141 ó alrededor de 73% del total de miembros). Pero la proporción de países que votaron a favor de la suspensión de Rusia del Consejo de Derecho Humanos a principios de abril fue sólo 48% (ó 93 países que votaron a favor mientras que el número de abstenciones -58- y de votos en contra -24- se incrementó considerablemente).


Si bien el aislamiento del agresor fue notable en la primera votación, su marginación del régimen humanitario de la ONU (hecho antecedido sólo por Libia) no lo fue tanto. En otras palabras, la mayoría de países condenaron más el acto hostil que la separación institucional dando a entender que la membresía en la ONU es más valorada por sus integrantes que la condena de la brutalidad bélica. En consecuencia, si bien el aprecio por el derecho humanitario se ha incrementado entre los miembros de la ONU, ello no ha ocurrido en los términos esperados (y, por tanto, en el marco de su aislamiento, Rusia pierde menos de lo que se piensa).


Es más, si en el ámbito multilateral Rusia aparece como un gran perdedor, esa potencia está cobrando un precio por ello: el cuestionamiento de la autoridad del Consejo de Seguridad que, gracias al veto ruso, no fue capaz de defender adecuadamente la estabilidad y el orden internacionales como lo manda la Carta. Si bien ello puede resucitar un debate sobre la reforma de las instituciones tutelares de la ONU (como la ampliación de los miembros permanentes o el cuestionamiento del veto p.e. en decisiones de la Asamblea General que tuvieran un respaldo de 2/3 -Ocampo-), probablemente éste no sea operativo estando Rusia -aislada de Occidente- entre los miembros permanentes del Consejo.


De otro lado, si Rusia debiera pagar compensaciones de guerra por el daño causado a Ucrania y a la economía mundial, el costo de la guerra le impedirá hacerlo en el mediano plazo.


De momento la magnitud de la catástrofe se refleja en la pérdida de 45.1% del PBI ucraniano este año (BM) sin incluir el costo del daño en infraestructura (US$ 68 mil millones aprox. -TE-) mientras la proyección del crecimiento mundial se reducirá entre 0.5% y 1% (BM, OCDE) y el incremento del comercio mundial puede caer del 4.7% proyectado para este año a 3% por efectos de la guerra (OMC). Rusia debiera pagar por ello incrementando su aislamiento.


Pero si la economía rusa se contraerá este año -11.2% (BM) con perspectivas negativas, las compensaciones requeridas no podrán ser inmediatamente exigidas o cobradas (salvo que se obligase a Rusia a vender activos, una eventualidad improbable en tanto que ello requeriría una victoria total de Ucrania y Occidente al punto de adquirir capacidad de dominio sobre los bienes públicos de la potencia agresora -petróleo, gas, fertilizantes, metales, bienes manufacturados- mientras la OPEP se solidariza con Rusia negándose a incrementar su producción petrolera para atenuar la escalada de precios).


Por lo demás, las posibilidades de que Rusia no triunfe, pero gane parcialmente (la región del Donbás) o no pierda en la mesa de negociaciones (Putin acaba de expresar que las negociaciones actuales no ayudan y que proseguirá la guerra) cancelará toda posibilidad de que el aislamiento ruso devenga en desacoplamiento pleno de la economía mundial. Al fin y al cabo, Rusia representando sólo 1.5% de la economía mundial, sigue siendo un fuerte exportado de hidrocarburos cuyos saldos, producto de la reducción o cancelación del acceso al mercado europeo -situación que aún no ha ocurrido-, pueden ser redireccionados al mercado asiático entre otros escenarios.


Esos mercados, en el marco de fuertes pérdidas de los importadores por los altos precios del petróleo y gas -y también de los de alimentos-, pueden reducir el aislamiento energético ruso de Occidente de la misma manera en que, a futuro, el uso de las monedas nacionales en el comercio inrearregional eurasiático e interasiático (especialmente con China) pueden amortiguar la falta de acceso al dólar producido por las sanciones económicas.


Esas mismas innovaciones pueden reducir, en alguna proporción, el costo de la cancelación rusa de las fuentes de financiamiento occidental, de la falta de acceso a los instrumentos de facilitación de las transacciones financieras bancarias (el SWIFT, del que Rusia aún no ha sido retirado plenamente al tiempo que ésta podría servirse del CIPS (Cross-Border Interbank Payment System) chino (si bien éste tiene hoy una cobertura menor -apenas 10% del SWIFT según algunos- podría fortalecerse en el futuro).


Lo mismo ocurre con la cancelación del acceso ruso a tecnología civil y militar occidental o con la supresión de la cooperación militar con Occidente (p.e. en el Consejo Ruso-OTAN).


En otras palabras, el aislamiento ruso es ciertamente intenso reflejándose en pérdidas de legitimidad externa, devaluación de su membresía multilateral y merma de status, capacidades militares y económicas (macroeconómicas, financieras y comerciales) o desarrollo tecnológico. Ello implica también daños al sistema, al orden internacional y a sus miembros. Pero Rusia podrá reducir las pérdidas en cada rubro mediante nuevos alineamientos y mercados. Y ciertamente el aislamiento no implica aún desacoplamiento del sistema internacional ni de sus diferentes mecanismos de transacción.


Pero si Rusia escala o extiende el conflicto con su actual liderazgo, los márgenes para capear su aislamiento se reducirán. En términos de la confrontación, Occidente puede beneficiarse de esa marginación incremental. Pero ello tendrá costos asociados con los alineamientos rusos y la pérdida de cooperación dentro del sistema. Al respecto es necesario evitar que al término del conflicto el mundo no quede dividido, de manera inflexible nuevamente, entre grupos de países con diferentes asociaciones.


Aunque el Perú no podrá hacer mucho al respecto debe mantenerse en el lado de Occidente para afianzar su identidad y arraigo y mejorar el rediseño de su inserción de post-guerra.


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