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  • Alejandro Deustua

Perú: Inserción, Riesgos y Amenazas Globales

Hace ya unos meses que el Banco Mundial sostuvo que América Latina no volvería a crecer al ritmo de los viejos altos precios de los commodities. Para ampliar la base económica sugería saltar la etapa de un costoso proceso de industrialización en pos de una economía de servicios.


Sin embargo, a pesar del impulso de la demanda interna y mientras nuestras exportaciones no tradicionales definan mejor la balanza comercial, la industria extractiva será, todavía por buen tiempo, la base de nuestra inserción externa.


En consecuencia, las exportaciones de cobre seguirán atadas a la riesgosa y progresiva disminución de la perfomace china y las del oro, al sector financiero norteamericano (hoy corresponsable de la caída de los precios de este metal conforme se acerca la fecha de eliminación de la compra de activos por el FED).


El resultado es una tensión creciente entre la disminución de nuestros términos de intercambio por menores precios de exportación y una devaluación que no puede aprovechar adecuadamente una insuficiente oferta exportadora.


La mayor vulnerabilidad externa expresada en desaceleración ha justificado un mayor rol del Estado vía inversión pública y empresas público-privadas. A pesar de la disciplina macroeconómica esto implica una variación del modelo que aún no hemos renombrado.


El antítodo externo a esta situación ha sido en el pasado una mayor integración regional. Lamentablemente, ésta no ha alcanzado masa crítica suficiente en medio siglo de experiencia.


Por ello, la Alianza del Pacífico, que tiene fuerte proyección externa, debería mejorar acuerdos de complementariedad regional con la condición de que se salvaguarde su especificidad política. Cambiarla por un ineficiente “pragmatismo” en un escenario disfuncionalmente heterogéneo resultará un pésimo negocio.


Por lo demás, el contexto internacional ha traído de regreso el preocupante conflicto entre potencias. Con él, nuestra complicada relación con Rusia ha replanteado los conceptos de interés nacional, balance de poder y esferas de influencia que siguen vigentes en un marco de cambio sistémico (la crisis de Ucrania es un ejemplo) mientras los nacionalismos de fuerte carga emocional se reaniman en el centro de Occidente. Ello replantea allá la pugna entre Estado-nación y secesión. La respuesta a esta dualidad en una América Latina cuyos miembros pierden cohesión interna debe fortalecer Estados y sociedades aún frágiles.


Por lo demás, la mutación de agentes que plantean amenazas globales, como el terrorismo, está siendo potenciada hoy por la barbarie teocrática del yihadismo que busca una base estatal. Si América Latina ha albergado a algunos de sus antiguos exponentes, hoy está obligada a redoblar la coerción sobre ellos y acabar con sus potenciales fuentes de aprovisionamiento locales.


En ese contexto, la confrontación de otros problemas globales (como el cambio climático que hoy se evalúa en la ONU) debe avanzar, en el marco de la corresponsabilidad, tomando en cuenta la realidad de nuestros días.


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