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  • Alejandro Deustua

Otra Oportunidad Para Palestinos e Israelíes

En menos de dos semanas, el marco global de expectativas políticas y sociales del 2005 ha sido trazado por alternativas extremas. En efecto, si el mundo ingresó al nuevo año de la mano de la catástrofe asiática, el proceso electoral palestino ha reabierto las posibilidades de reencausar el proceso de solución del conflicto con Israel como no se había visto, según algunos, desde 1993.


Ello no se ha debido sólo a la desaparición de Yasir Arafat. Si su muerte ha atenuado la intensidad de un conflicto considerado generalmente como “intratable”, el vacío de poder consecuente pudo haberlo intensificado de no haber sido éste llenado por la autoridad adecuada. ÉstA puede no tener el carisma del fundador de la OLP. Pero ciertamente la ciudadanía palestina ha otorgado a Mahmoud Abbas la legitimidad requerida no sólo para alcanzar la presidencia de la Autoridad Palestina sino para intentar la organización y el reconocimiento del Estado territorial que ésta debe representar.


Es más, el señor Abbas ha sido electo para negociar con Israel en tanto él planteó públicamente esta alternativa críticando el terrorismo y la Intifada como instrumentos de su causa y reconociendo que una solución militar es inviable en la confrontación con Israel (IHT). Si ésta es una convicción o una posición estratégica lo sabremos sólo si el intento negociador falla (y las posibilidades de que ello ocurra son altas en tanto la frustración de los procesos de entendimiento entre palestinos e israelíes ha sido la normas antes que la excepción).


Pero, mientras tanto, la expectativa negociadora (cuestión más modesta que la que plantea una “nueva era” en la zona) ha encontrado ahora base de realización suficiente. Esta radica en los siguientes fundamentos. Primero, el señor Abbas ha adquirido para Israel y para los promotores de la negociación la condición de interlocutor válido que Arafat había perdido. Más aún, cuando Abbas ha sido electo por lo que es (un “pragmático”), por lo que representa (la autoridad de la más antigua organización palestina -la OLP-) y lo que está dispuesto a hacer en apariencia: arriesgar el pellejo para negociar. El pueblo palestino ha votado por él en este explícito entendimiento desestimando el llamado a la abstención de la más clara expresión política de la violencia –el Hamas-.


Segundo, porque Israel ha dado señas suficientes a favor de un nuevo proceso. La reconstitución del gabinete israelí con la inclusión del Partido Laborista –y específicamente de Shimon Peres- con el propósito de llevar a cabo la plena retirada de los asentamientos de Gaza y de otros cuatro en la franja occidental ahora podrá ser coordinada con la Autoridad Palestina.


Tercero, porque Estados Unidos está dispuesto a mediar en el entendimiento en el marco del “Cuarteto” que integra junto con la ONU, la Unión Europea y Rusia. Esta predisposición se ha incrementado como parte del proceso de estabilización del conjunto del Medio Oriente del que el proceso electoral iraquí forma también parte. La retroalimentación entre la apertura de un proceso negociador en el conflicto central de la zona (el palestino- israelí) y el proceso electoral iraquí sólo puede ser constructivo en la perspectiva norteamericana.


Cuarto, porque a diferencia de los procesos negociadores llevados a cabo con anterioridad, ahora existe en en el Medio Oriente una fuerza militar superior dispuesta a estabilizar la región a pesar del sangriento costo del empeño.

Quinto, porque este marco de fuerza es complementado por el Mapa de Ruta que ratifica el compromiso con la creación de un Estado palestino con fronteras reconocidas, capital en Jerusalén y solución práctica al problema de los refugiados, conviviendo en paz con Israel.


Sexto, porque los integrantes del Cuarteto (la Unión Europea, Rusia, la ONU y Estados Unidos) tienen intereses concretos que satisfacer en el relanzamiento del proceso promovido por ellos (y que, en su versión original, debió concluir el 2005). Si los dividendos de la solución del principal conflicto regional serán inmensos para todos, la influencia local y global que cada parte interviniente obtendrá con ello será proporcional al beneficio público logrado. En este ámbito la recuperación del escenario de cooperación entre los miembros del Cuarteto quebrado por el conflicto de Irak tiene para cada uno, y para el mundo, muy alto valor estratégico.


Ahora resta poner en función los mecanismos esenciales del Mapa de Ruta: el control de la violencia y del terrorismo por la nueva presidencia de la Autoridad Palestina (aquí no basta la buena disposición), la declaración por ella de que está efectivamente dispuesta a convivir con Israel, el progresivo retiro israelí de los territorios ocupados a los límites de 1967 de acuerdo a las resoluciones pertinentes del Consejo de Seguridad y la garantía de que esa potencia no recurirá a la fuerza si no es atacada.


El Mapa de Ruta debió culminar su proceso en dos años (entre el 2003 y el 2005). La expectativa de que el proceso que se incie este año y culmine el 2007 puede ser demasiado alta a la luz de la beligerancia en la zona. Pero es necesario intentarlo, quizás en un horizonte temporal mayor, ahora que existen nuevas condiciones estratégicas en el área. Teniendo en cuenta la historia se requerirá, sin embargo, también de una dosis de escepticismo si se desea que un sensato realismo marque la pauta del proceso.

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