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  • Alejandro Deustua

Obama: Un Vago Discurso

Los que pensamos que el status y liderazgo norteamericano está siendo crecientemente desafiado somos malos lectores de la historia. Así lo ha señalado el Presidente Obama en West Point donde ha declarado que la posición relativa de Estados Unidos en el mundo pocas veces ha sido superior.


Si quien dirige el destino de la primera potencia piensa así, debería esclarecer cómo percibe ella la próxima superación del tamaño de su economía, la emergencia de nuevas grandes potencias y de conductas estatales cada vez más divergentes de intereses occidentales (los que, a su vez, tampoco muestran la convergencia de otros años como lo prueba la Unión Europea).


Entre esas conductas destacan las de los nacionalismos ruso y chino que han adoptado una proyección geopolítica en Eurasia que implica predominio, la reconstrucción de zonas de influencia, intervencionismo secesionista y nuevos balances de poder.


Estos “riesgos geopolíticos” a los que se refiere el FMI sin evaluarlos son clara materia de la primera potencia. Pero el Presidente Obama no ha dado cuenta de ellos ni por el desafío que implican ni porque señalen un límite a la expansión liberal y el regreso de viejos conceptos de soberanía absoluta.


Por lo demás, en el camino hacia un sistema multipolar aún indefinido, corresponde al líder de Occidente indicar cuál es la orientación general del proceso. Especialmente si éste es uno a cargo de Estados en el que las amenazas globales (como el terrorismo) siguen siendo letales pero quizás sin la prioridad absoluta de la década anterior (el retiro norteamericano de Afganistán dice mucho al respecto).


Parte del problema es la opción de liderazgo preferida por el Sr. Obama. Éste es la del ejemplo (una alternativa que se percibe cercana al aislacionismo –que no está ocurriendo- o a la neutralidad –que es contradictoria con el esfuerzo norteamericano de fortalecer alianzas en el Asia; con la necesidad de otorgar a los socios transatlánticos garantías de que Estados Unidos cumplirá con su rol aun cuando aquéllos deban cumplir mejor con sus responsabilidades; y con los interminables requerimientos del Medio Oriente-).


Entendemos que el fuerte recorte del Departamento de Defensa proyectado a una década limita la capacidad de acción de la primera potencia. Pero entonces las prioridades de seguridad debieran ser claramente esclarecidas sin confundirlos con los objetivos de política exterior.


Y no lo están si la intervención unilateral norteamericana se limitará a la defensa de sus intereses básicos (un lugar común) y si la opción por el multilateralismo implica tanto conflicto por proxis como coalición en casos ad hoc y una atrasada promesa de reforma de la ONU (a Obama le quedan dos años de gobierno).


Por lo demás, aunque en la región lo tomemos con parsimonia, es incómodo que estos discursos excluyan tan reiteradamente a América Latina. Es evidente que una tarea compleja espera a los Estados liberales del área que encuentran valor en el ámbito hemisférico y que tienen a Estados Unidos como vital socio estratégico.


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