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  • Alejandro Deustua

¿Nuevo Enfoque en Política Exterior?

La política exterior es hoy día para todos los Estados un mecanismo más complejo de relación con el mundo. La nuestra, sin embargo, ha parecido subyugada por el proceso de La Haya y desapegada de su componente multisectorial. Mucho de ello ha estado correlacionado con una peculiar forma de uso del instrumento mediático el nuevo Canciller, en apariencia, pretende un cambio de atención al respecto.


A pesar de ello, éste no puede escapar al problema limítrofe que, facilitado por la debilidad de su antecesora, nos sigue proponiendo la rebeldía chilena, esta vez, en el ámbito terrestre. Ello a pesar de que el fallo de la Corte Internacional de Justicia reconoció que ese límite es el establecido en los instrumentos de 1929. El Canciller desea, como corresponde, cambiar la pretensión chilena de ganar todavía más territorio peruano hasta la altura del paralelo del Hito 1.


Mientras se mantenga este cuestionamiento ya desprendido de otras premuras. el Perú no puede decir que ha cerrado la problemática limítrofe si no desea caer en la imprudencia del pasado. Concluida, sin embargo, la problemática limítrofe marítima, el incremento de una más equilibrada interdependencia con el vecino debe incrementarse de manera redefinida.


Por lo demás, queda pendiente la “hipoteca boliviana” que causa incertidumbre en el sur del Perú mientras no se establezca que el Estado no cederá más derechos a cambio de nada. Esa política, además de excesiva, ha sido inútil a pesar del intento diplomático de pretender lo contrario.


Así, aunque la relación vecinal pase por su mejor momento en la historia quedan asuntos primarios por resolver. Especialmente cuando parte de esa historia lleva consigo una problemática que viene cargada de ideología en algunos vecinos. Ésta ha afectado seriamente el proceso de integración andino en los ámbitos de su gestión (que ha evolucionado poco aun considerando sólo el piso de la zona de libre comercio) y de interlocución con terceros (que, en lugar de solidaridad, ha producido división).


Este factor no ha sido indiferente en la creación de la Alianza del Pacífico, el más prometedor esquema de apertura de mercados en la región que, por temor a la reacción regional, enfatiza menos de lo que debiera su comunidad de principios que forma parte del interés nacional y colectivo. Y olvida también su extraordinario potencial geopolítico que, antes que la relación con el Asia, otorga un fundamento marítimo a Suramérica en el Pacífico suramericano.


De allí que la intención del nuevo Canciller de promover la democracia, los derechos humanos y la integración en el ámbito político de UNASUR difícilmente puedan alcanzarse con mero “pragmatismo”. Menos cuando éste termina siendo una forma de acomodamiento con Estados antisistémicos y de desnaturalización de conceptos fundamentales como el de integración, hoy entendida como solidaridad intrínseca o cooperación debida. Ello deja por fuera el ejercicio regional de una mezcla eficaz de realismo y liberalismo necesaria para afrontar la realidad contradictoria de la región y útil porque apela a la eficacia.


Ésta no asegura pero permite procurar una solución efectiva a conflictos como el venezolano que generan fuerte inestabilidad regional. Esa aproximación es incompatible con la inaceptable tolerancia actual y la ficción diplomática correspondiente.


Tal cambio de actitud es imprescindible si el agujero negro chavista sigue atrayendo a la región las disfuncionalidades del cambio del sistema internacional y ninguna de sus virtudes. Aquéllas se expresan en conflictiva reemergencia nacionalista en todos los continentes, alineamientos peligrosos (como el de Venezuela Cuba, Irán y la caja de pandora extremista que hoy se ha abierto en el Medio Oriente) y proteccionismo creciente (que ha invadido hasta el G20 para preocupación de la OMC y que hoy se observa en la relación con Ecuador, Colombia y Brasil).


Estamos seguros que la experiencia de nuevo Canciller le permitirá darse cuenta que si el Perú no hace nada al respecto en la región, menos podrá esperar desempeñar alguna función en el mundo. Especialmente en el estímulo que la región pueden brindar al escaso crecimiento del comercio global (4.7% este año por debajo del promedio de 5.3% de los último 20 años) por lo menos a través del incremento del comercio intrarregional.


De la nueva política exterior tampoco debe estar ausente la promoción de la inversión extranjera que el año pasado se redujo a US$ 10 mil millones aprox.) reorientándola a la diversificación productiva si el Perú desea aspirar al desarrollo que es un interés nacional hoy comprometido con la OECD. Ello implica atenuar en lo que se pueda la brecha con Asia y captar mayores flujos en la región que siguen prefiriendo de lejos al Brasil y México sobre el Perú, Chile y Colombia en las narices de la Alianza del Pacífico.


Para actuar en, la materia se requiere recuperar el dominio económico de la Cancillería depredado sin ninguna explicación por un Canciller de este gobierno, refrescar la prioridad hemisférica tan golpeada por la indiferencia norteamericana y el alejamiento suramericano y la alerta al cambio del sistema del que no deseamos violencia terrorista (menos la renovada en el Medio Oriente), ni abandono occidental en la relación con el Asia, ni renovada condición periférica (cuyo sesgo tienden a repetirse con los centros de poder emergentes).


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