Más allá de las reacciones surgidas entre nosotros, una de las principales características de la presentación de la demanda ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya, por la delimitación marítima con Chile, es el desconcierto y sorpresa pública evidenciada por las autoridades mapochinas después del acto que protagonizó el agente diplomático peruano en Holanda, Allan Wagner.
Los chilenos conocieron, media hora después de presentada la demanda en La Haya, cuando el embajador Cristián Barros recibió una copia del documento de manos del Viceministro Gonzalo Gutiérrez Reynel. El hecho se produjo en Torre Tagle a las 8 de la mañana (10 am en Santiago). Tres horas después, el canciller Alejandro Foxley se presentaba ante la prensa santiagueña para decir, en nombre y por encargo especial de la presidenta señora Bachelet, que el gobierno chileno "lamenta profundamente" esa presentación. En innecesaria reiteración, con sabor a deja vu para los peruanos, Foxley dijo "Chile lamenta profundamente, subrayo, lamenta profundamente".
La siguiente frase de Foxley revela el impacto profundo de la decisión peruana. La demanda -dijo- "se refiere a espacios que se encuentran incuestionablemente bajo soberanía y jurisdicción chilena". Esa afirmación, congruente con el lema inscrito en su escudo, reflejaba la actitud de quien cree tener derecho a todo sin necesidad de demostrar nada. La arrogancia de Soledad Alvear, cuando dejó sin respuesta la cordial invocación del canciller Manuel Rodríguez Cuadros no solamente abrió las puertas de La Haya (de acuerdo con lo establecido en el Pacto de Bogotá) también fue el preludio para la patética declaración de Foxley.
Hoy, ante el tribunal internacional, frente a jueces experimentados y objetivos - que acaban de dar fallos específicos sobre diferendos y reclamos por límites marítimos- los chilenos tendrán que responder, argumentar, exponer su caso. Ya no vale la actitud de rechazar la discusión e inclusive de hablar sobre la existencia de un conflicto. Ahora tendrán que ir por la razón, no por la fuerza, aunque se haya tenido que recurrir a la jurisdicción internacional para obligarlos a delimitar.
La introducción de la demanda peruana , que se basa en sólidos argumentos jurpidicos y no en posturas políticas mediocres, constituye la primera evidencia tangible de que se puede actuar con firmeza y decisión ante Chile, dejando atrás lo sucedido hace 130 años. Poniéndonos en el peor escenario ( que el fallo no sea enteramente favorable) el Perú ya ha ganado algo esencial : nivelar el desequilibrante horizonte que Chile nos estaba presentando, no solo por su cuantiosa - importante y cada vez más vigente- inversión en empresas y actividades comerciales, sino también con su inmotivado y peligroso rearme (para no hablar de carrera armamentista).
El proceso ya se ha iniciado. Foxley, luego de lamentar la decisión peruana, ha mostrado otra perla del collar del desconcierto, cuando llama a su embajador "en consulta". En diplomacia, la palabra "consulta" tiene un valor específico, concreto y directo. La postura peruana no puede ser explicada por un embajador plenipotenciario establecido en Lima sino por un ejército de jurisconsultos y expertos en La Haya y ello debe producirse en las siguientes fases del proceso contencioso.
No debemos pensar que el desconcierto acabe aquí, la situación política en Chile no es de lo mejor : la presidenta afronta un panorama complicado, agravado por el debilitamiento de la Democracia Cristiana luego de la separación del ala "colorina" que lideraba Adolfo Zaldivar y que, entre otras consecuencias lamentables, ha dejado sin mayoría congresal a la Concertación. Hace pocas semanas, la doctora Bachelet tuvo que llamar a auténticos "pesos pesados" de sus partidos aliados (el veterano y respetado Pérez Yoma y el eficiente líder del PPD Sergio Bitar) para fortalecer un gabinete que ya no muestra la fortaleza inicial del régimen, el cual encontró su Waterloo en el frustrado intento por ordenar el sistema de transporte. TranSantiago no trajo soluciones : agravó la crisis de gobierno y abrió una brecha entre la presidenta y la ciudadanía, con merma notable de sus registros de aceptación popular.
El asunto limítrofe, junto con los problemas de abastecimiento energético y la difícil vecindad, no solamente confirma que hay turbulencia en la travesía chilena. También muestra que no basta la bonanza económica y el modo de ser arrogante para dejar de ser el país más alejado, geográficamente hablando, del continente. Con el paso dado en La haya el Perú, incuestionablemente, ha empezando a ganar. Ojalá el fallo, cuando se pronuncie, confirme este vaticinio. Entonces, el triunfo sería total. Como debe ser.
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