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Norcorea: Primero Disuasión

  • Foto del escritor: Alejandro Deustua
    Alejandro Deustua
  • 5 sept 2017
  • 2 Min. de lectura

La caracterĆ­stica esencial del fin del sistema bipolar fue la ausencia de guerra.


A lo largo cuatro siglos los cambios de sistema internacional no habían visto nada parecido cuando, luego de conflagraciones catastróficas, se legalizaron nuevos órdenes mundiales en Westfalia, Viena, Versalles y San Francisco.


Ni siquiera la recuperación china de su sitio en la comunidad internacional (1971) estuvo claramente marcada por la guerra.


Y la irrupción de nuevas potencias nucleares (Francia, India, PakistĆ”n) tampoco se realizó como amenaza directa a una potencia establecida ni a sus aliados (sus motivaciones inmediatas fueron mĆ”s bien regionales –Israel, SurĆ”frica-, salvo en el caso francĆ©s).


Hasta hoy el incierto trÔnsito hacia una nueva configuración sistémica se ha librado de una nueva carnicería: un conflicto convencional de origen ruso no ha escalado dramÔticamente (Crimea), y otro de origen chino se arraiga en la soberanía marítima. AdemÔs, la violenta desestructuración norafricana y la letal realidad del terrorismo islÔmico no se expresan en el escenario estructural en contraste con su gran cobertura geogrÔfica.


Pero esta situación puede empezar a cambiar con la beligerante irrupción nuclear norcoreana que afecta al conjunto del sistema.


Su acumulación de capacidad destructiva, luego de cruzado el umbral tecnológico nuclear y misilero, es tan veloz como alarmante es su reiterada amenaza a Estados Unidos, Japón y Corea del Sur. Por tanto, su vociferante disposición a hacer uso de la fuerza y la fingida inoperancia controlista de su protector chino indican que sus intenciones deben ser asumidas con seriedad.


La reacción basada en la subvaluación de la amenaza (ā€œCorea del Norte no se arriesgarĆ” a la destrucción totalā€) o la anticipada calificación de la racionalidad norcoreana (ā€œlos norcoreanos buscan reconocimiento de status nuclear, es decir, negociarĆ”n como en el pasadoā€) son sólo escenarios, no realidades estratĆ©gicas.


Y Ʃstas indican que, al margen de un error de cƔlculo, la totalidad de los aliados y socios norteamericanos con alguna importancia militar en el Pacƭfico estƔn en riesgo.


Ello incluye al conjunto septentrional de esa cuenca y a las principales rutas marƭtimas. Y tambiƩn a los aliados del sur de la cuenca como Australia y Nueva Zelanda.


De otro lado, si la condición periférica de los Estados del Pacífico Sur suramericano los excluye de la amenaza directa, el hecho de que sus principales socios no lo estén tiene para nosotros una seria dimensión geoeconómica. Todo ello influirÔ en la conducta peruana en el Consejo de Seguridad el próximo año.


Si desde que en 1993 ese Consejo ha llamado la atención a Corea del Norte y la ha sancionado por su hostilidad estratégica, es claro que ese Estado ha desafiado reiteradamente a la ONU y ésta ha sido benigna en la coerción: ”las sanciones recientes apenas comprometen un tercio de las exportaciones norcoreanas!.


Unas rendidas negociaciones adicionales no ayudarÔn hoy a contener a ese Estado totalitario. Primero serequiere disuasión efectiva.


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