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  • Alejandro Deustua

Martillos en un Nido de Avispas

El ataque con armas químicas a la población civil siria residente en un campo “rebelde” es un acto condenable que violenta las normas de la guerra y del derecho internacional específico que prohíbe el uso de esas armas. Sobre esto hay consenso dentro y fuera de Estados Unidos.


Pero además de ello, el bombardeo del aeropuerto sirio desde el que, según fuentes norteamericanas, se produjo el ataque parece implicar un cambio de posición en la conducta internacional norteamericana cuya política exterior, sin embargo, aún no ha sido definida.


De momento esta retaliación, en la que se emplearon 59 misiles crucero, parece responder a la singular sensibilidad del Presidente Trump frente a la condenable masacre de civiles y a su “cambio de opinión” sobre la utilidad o legitimidad de Bashar El Assad. Pero también a la influencia de los militares en su proceso decisorio que ya tomaron posición sobre la amenaza nuclear de Corea del Norte (una pequeña flota encabezada por un portaviones se dirige a la zona).


Toda prueba pública de que el ataque con armas químicas fue ordenado por Assad proviene de unas fotografías de víctimas mostradas por la representante norteamericana en el Consejo de Seguridad de la ONU y del dicho del Presidente Trump.


Esas pruebas son recusadas por Rusia e Irán quienes aducen que Assad es un Jefe de un Estado cuyo territorio está siendo nuevamente violentado. Tales afirmaciones se contextualizan en un escenario de adhesión siria a la Convención sobre Armas Químicas (2013) y en el hecho de que Assad no podía disponer ese ataque porque esas armas habían sido retiradas de Siria y luego destruidas bajo acuerdos suscritos entre Rusia y Estados Unidos con la participación de la ONU.


Al respecto, el Secretario de Estado Tillerson se ha limitado a decir que el comportamiento ruso ha sido “incompetente”.


Por lo demás, si bajo la administración Obama se llegó a un acuerdo pluripartidario de solución política del conflicto sirio en la que Assad está interesado, ¿qué razón tendría éste para colocarse ahora en la mira de la comunidad internacional y dejar en la estacada a su aliado ruso?.


Éstas son preguntas difíciles de responder en un contexto en el que, en anterioridad oportunidad, la administración norteamericana no dijo toda la verdad al Consejo de Seguridad afirmando que le constaba la existencia de armas de destrucción masiva en Irak y en el que la búsqueda de pretextos y señuelos para propiciar un ataque armado o iniciar un guerra no es asunto del pasado.


Por lo demás, algunas congresistas norteamericanos reclaman que no se les haya consultado sobre el bombardeo norteamericano cuando previamente se dio aviso a los rusos.


Finalmente, el hecho es que las consecuencias del uso decisivo de misiles crucero ha tenido en Washington un importante resultado consensual que han subordinado, si no extinguido, las serias acusaciones contra personal de la administración Trump y de su campaña electoral de haber entrado en contacto inapropiado con autoridades rusas antes de la toma de posesión del cargo.


El costo de esta acción ha sido el de complicar seriamente la prioridad norteamericana bajo Trump de lograr un acercamiento decisivo con Rusia en las narices del Presidente chino Xi Jing Ping quien, en el momento de la retaliación, realizaba una visita oficial a los Estados Unidos.


En este escenario extremadamente complejo, en el que una población civil parece haber sido usada como ficha de cambio en una acción estratégica de fines aún poco discernibles, reacciones oficiales aprobando la retaliación norteamericana sin más pueden ser apresuradas. La posición peruana de condena del hecho y de violación de las normas que rigen la materia sin hacer mención de responsables parece más sensata. La indefinición sobre sujetos, salvo por las víctimas, no ocurre esta vez por debilidad sino por carencia de información incuestionable o verosímil sobre la materia.


Pero ello no implica que no se esté alerta sobre las consecuencias de este grave hecho que, habiendo sido localizado, tiene connotaciones regionales y sistémicas importantes. Si el bombardeo norteamericano implica el retorno a la acción armada unilateral, a un sistema de señales bélicas para otras regiones inestables (la península coreana) y alteraciones de asociaciones potenciales entre grandes potencias, no sólo el Medio Oriente vuelve a adquirir su dimensión más peligrosa sino que la conducta de los implicados vuelve a mostrar su proclividad a asumir riesgos en el que el escalamiento es una variable impredecible.


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