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  • Alejandro Deustua

Las Vitales Negociaciones de Estambul

13 de julio de 2022


Funcionarios de Ucrania, Rusia, Turquía y de la ONU se reunieron hoy en Estambul para intentar desbloquear el acceso al mercado internacional de 22 millones de toneladas de granos almacenados en puertos ucranianos. De no lograr su cometido, la hambruna en ciernes (especialmente en el Cuerno de África) abrirá una era de mortandad de carácter medieval.


Esta reunión, promovida por Turquía, ha culminado su primera fase en apenas 90 minutos sin señales de éxito (NYT). Pero la negociación no ha culminado y mucho menos se ha roto. Aunque su objetivo es lograr el transporte de granos por vía marítima, se han considerado también (y logrado) alternativas ferrocarrileras y fluviales (el Danubio) (IDEM).


Tales alternativas incluyen ya 16 buques de carga y 90 esperando (operación que se realiza en el contexto de las negociaciones). Pero esos medios son claramente insuficientes para extraer la carga total de los puertos ucranianos (Odesa) y mucho menos para satisfacer los mercados que la demandan.


La comunidad internacional (incluyendo al Perú) debería expresar su pleno respaldo a las negociaciones en curso por varias razones.


Primero porque la restricción de las exportaciones de grano ucraniano contribuye al incremento de la crisis terminal en que se encuentra el 60% de los 828 millones de personas que padecen hambre en el mundo concentrado en áreas de conflicto como en el caso ruso-ucraniano (Programa Mundial de Alimentos).


El esfuerzo de alivio consecuente debe contar con el apoyo explícito de la OTAN y de cada uno de sus países miembros porque ellos ostentan la capacidad militar y logística para contribuir a ese propósito. Y también porque, en tanto participantes sui generis en el conflicto, han contribuido a generar condiciones de crisis a través del impacto indirecto de sanciones económicas.


En segundo lugar, porque la negociación debe enmarcarse en el cumplimiento de la Resolución 2417 del Consejo de Seguridad que prohíbe el empleo del hambre como instrumento de guerra. Si, como estrategia bélica, Rusia ha recurrido al cerco de ciudades ucranianas privando de alimentos a sus habitantes y ha llevado sus consecuencias al ámbito global con el bloqueo de puertos, Ucrania y la OTAN están en la obligación de facilitar una eventual disposición rusa al desbloqueo.


Ello implica bastante más que abrir una vía marítima para funciones específicas. Requiere también liberar la ruta de minas sembradas por los defensores ucranianos, abatir las barreras administrativas de ambos lados que plagan la operación, proteger los convoyes marítimos que pudieran requerirse y pactar la escolta de los mismos.


En tercer lugar, el éxito de este emprendimiento de alcance global podría abrir vías de entendimiento entre los beligerantes para trata de solucionar problemas específicos entre ellos. Y pretender quizás, en algún mediano plazo, alcanzar una resolución de la guerra antes de que ésta ingrese al imponderable derrotero del largo plazo en el marco de crisis globales de carácter energético (que, en el escenario europeo, ya afecta a sus ciudadano como no ha ocurrido en la postguerra) y otra de gravísima naturaleza económica con fuerte tendencia al deterioro.


Y en cuarto lugar, un entendimiento de la naturaleza del que se negocia en Estambul tendría efectos colaterales que pueden reducir la fuerte desaceleración económica que el FMI anuncia para este año (un crecimiento bastante menor al 3.6% proyectado en abril) con grave impacto en las economías emergentes y en desarrollo.


Aunque la lógica de la guerra ruso-ucraniana no parece tener fin de corto plazo, negociaciones concretas como la que se realizan ahora en Estambul puede ayudar a acotar ese horizonte.


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