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  • Alejandro Deustua

La Región Crece con Menor Vulnerabilidad y Mayor Inserción Global

Aunque aún sometida a riesgos, incertidumbres y desaceleraciones la recuperación mundial se mantiene (3.3% este año), la de América Latina se consolida (5.2%) y la de Suramérica se fortalece (5.8%) según la CEPAL (1).


Ese organismo destaca que esta notable evolución implica una mayor participación de las economías en desarrollo en el crecimiento global, una menor participación de los desarrollados en ese proceso y un incremento de la interdependencia internacional. Aunque la CEPAL no lo enfatiza, este diagnóstico (que es coincidente con el consenso general sobre los términos de la evaluación aunque no necesariamente con los de su proyección cuantitativa), implica un cambio estructural en el sistema económico internacional. Y éste no se limita sólo al peso específico adquirido por las economías emergentes (China e India, especialmente) a pesar de la amplia brecha que aún media entre éstas y las grandes potencias económicas (Estados Unidos y la Unión Europea si se la pudiera tomar en su conjunto).


En efecto, las economías latinoamericanas (que, al margen de Brasil o México, no son potencias emergentes) han contribuido a esta transformación sistémica demostrando una mayor capacidad de resistencia (lo que equivale a menor vulnerabilidad) y un dinamismo de recuperación superior al mostrado en la segunda mitad de la década pasada así como una mayor sensibilidad al estímulo reactivador.


A ello debe agregarse su coincidencia con la gran coordinación global sobre políticas de estímulo establecida en el G20 y su deriva con la divergencia posterior (continuación con el estímulo vs consolidación fiscal) mostrada en esa agrupación dentro de principios de apertura. Lo primero benefició extraordinariamente a la región y lo segundo la pone hoy nuevamente a prueba.


La mayor resistencia de las economías regionales se muestra contrastando el crecimiento proyectado del 2010 (5.8% en Suramérica, como se ha mencionado) con la magnitud de la contracción del 2008-2009 (-2.75%). Esta última fue superior a la de 1994-1995 (-2%) generado por la crisis mexicana, a la de 1998-2000 (-1%) derivada de la crisis brasileña y rusa y a la del 2001-2002 (-0.8%) vinculada a la crisis de la burbuja tecnológica y a la crisis argentina según cifras cepalinas. A pesar de ello la tasa de recuperación de hoy es superior.


Aunque esta vitalidad está vinculada estrechamente al escenario global (que se ha recuperado en 5% pasando de -2.1% en el 2009 a 3.3% en el 2010), la recuperación de los países en desarrollo y de los suramericano en particular (al margen de Venezuela y quizás Ecuador) tiene una especificidad que, sin embargo, no debe confundirse con autonomía o desvinculación de la economía internacional.


En efecto, los factores determinantes del incremento de la demanda china, la recuperación norteamericana o la contracción de la demanda europea han calificado el crecimiento. Pero a pesar de esa incidencia, el hecho es que la mayoría de los países suramericanos han podido aplicar políticas contracícilicas de carácter fiscal y monetario porque estos países aprovecharon la época de expansión para reducir la relación deuda-PBI y mantener razonablemente la disciplina macroeconómica. A esta conclusión cepalina debe agregarse el fuerte incremento de la demanda interna suramericana que es anterior a la crisis.


Ello no ocurre, necesariamente con los centroamericanos, que estando más vinculados a la marcha de la economía norteamericana son más dependientes de su recuperación (y ahora, de la desaceleración mostrada en el segundo trimestre del año) al tiempo que su mercado interno es menos dinámico y más pequeño. Con las excepciones del caso, esta consistencia suramericana (que es inadecudamente extendida a Centroamérica por la CEPAL), también muestra que este fenómeno fue acompañado por políticas comerciales de algún nivel de protección arancelaria (el caso de Ecuador o de la relación argentino-brasileña o el de la peculiar vinculación colombo-venezolana que no son mencionadas por esa organización) y de importante participación del Estado en la generación de empleo según ese organismo. Sobre este punto, sin embargo, la CEPAL no incide como debiera en que países que no levantaron barreras comerciales (y que, más bien, continuaron abriendo mercados por la vía institucional de los acuerdos de libre comercio) probablemente tuvieron mayor rapidez de recuperación conforme se reactivó el comercio internacional (sin llegar a recuperar las pérdidas del 2008-2009) y, por tanto, mejoraron la sustentación de estándares de vida. Esta ventaja en relación a los que se inclinaron por la protección debe haberse reflejado en el comportamiento de los términos del intercambio (la información disponible se limita a establecer los TOT hasta el 2009 y a ofrecer un resultado general para lo que va del 2010: de un pérdida de -8.1% a una ganancia de 9.8% para la relación precios de exportación/precios de importación).


La CEPAL tampoco evalúa el resultado del mayor gasto público en relación a su naturaleza. Esa organización muestra que unos países incrementaron más el gasto corriente (Venezuela, pero también Brasil y Uruguay), otros un mix de gasto corriente y de capital y otros aumentaron prioritariamente el gasto de capital (Perú). Lo probable es que, en el largo plazo, los que priorizaron el gasto de capital con resultados de crecimiento tendrán mejores fundamentos económicos para afrontar una posible desaceleración de la perfomance global en el segundo semestre. Sobre este último punto, la CEPAL debió incidir más.


De otro lado, si bien la buena evolución de las economías suramericanas tiene un fuerte componente interno, la vinculación con la economía internacional se ratificará en cualquier escenario. Como es evidente, si el comercio global crece (10% este año vs una caída de -12.2% en el 2009 según el World Economic Forum) y la inversión extranjera aumenta (hasta US$ 1.7 trillones este año vs. una caída de -37% en el 2009 según la UNCTAD) Suramérica se beneficiará. Pero si la desaceleración norteamericana (que aún puede devenir un segundo ciclo contractivo según Greenspan) se agrava, el escaso crecimiento europeo se contrae o si la perfomance de la economía china cae más allá de lo anunciado, el espacio para atenuar el impacto mediante políticas internas se verá aún más reducido. Una dosis de modestia y de prudencia debe acompañar los diagnósticos de la evolución económica suramericana que muestra la CEPAL.



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