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  • Alejandro Deustua

La Economía Regional en el 2011 y una Prospectiva Global de Mediano Plazo

América Latina cierra el año con una perfomance económica “sobresaliente”. Sin embargo, a partir del 2011 se instalará un período de desaceleración del crecimiento que la Cepal contextualiza en un escenario internacional eventualmente “turbulento” (1). En efecto, la rápida recuperación regional de la crisis del 2009 se muestra este año en un crecimiento de 6% que, sin embargo, se desacelerará a 4.2% el año próximo (2).


Esta perfomance no es, como se sabe, homogénea (y, en algunos casos, ni siquiera convergente). Para empezar, la Cepal destaca la diferencia de los países del Caribe que crecerán este año apenas 0.5% y 2.2% en el 2011.


A esta heterogeneidad regional debe agregarse alguna más que esa entidad no destaca. Así, el mayor crecimiento es liderado este año por un grupo de países compuesto por dos economías chicas (Paraguay y Uruguay con 9.7% y 9%, respectivamente) y una mediana (Perú con 8.6%). Pero las locomotoras del crecimiento regional son los países mayores (Brasil con 7.7%, México con 5.3% -especialmente destacable por su dependencia de la poco dinámica economía norteamericana- y Argentina con 8.4%).


En una categoría distinta aparecen las economías medianas del Pacífico suramericano normalmente más estables (Chile con 5.3% y Colombia con 4%). Y como era de esperarse, los países del ALBA marchan en último lugar con Bolivia, Ecuador y Nicaragua creciendo apenas 3.8%, 3.5% y 3% en claro contraste con las demás mientras que Cuba (1.9%) y Venezuela (-1.6%) lastran la perfomance regional evidenciando las grandes ineficiencias de sus políticas y de sus mercados.


Aunque mucho de este crecimiento se debe a la expansión del comercio mundial reflejado en una mayor demanda externa de productos básicos, la Cepal reitera que el crecimiento de la demanda interna en la región es el factor de mayor influencia.


En efecto, si el comercio mundial ha crecido este año 13.5% compensando con creces la gran caída del año pasado (-12.2%) (3), el crecimiento de las exportaciones de América Latina crecieron 11.6% en volumen y 12.8% por precios (4). Ese promedio es distinto al suramericano donde el impacto de la demanda externa de materias primas fue superior y el incremento de los precios explica el total del aumento de las exportaciones de los países petroleros y de la mayoría de las ventas de los países mineros (los precios del cobre, aluminio y oro aumentaron en el año 52.1%, 35% y 27.1%, respectivamente) (5). Ello resultó en un incremento de los términos de intercambio para los países petroleros y mineros (14% y 18% aproximadamente) superior a los demás (6).


Como se sabe, el impulso de la demanda asiática, pero especialmente china, es responsable de este comportamiento (y también de una especialización primario exportadora que podría incrementarse durante los próximos años como se verá). Ese sesgo, sin embargo, es superado por el mayor rol de la demanda interna en los países de la región debido a una combinación virtuosa de políticas contracíclicas exitosas cuya expresión en mayor gasto público fue seguida por el incremento de la inversión en bienes de capital, la reducción de la capacidad ociosa y el aumento del crédito en los países de la región. Aunque con un ligero repunte de la inflación y un considerable incremento de las expectativas de inversión y consumo privados, este buen comportamiento se reflejó en un retroceso del desempleo (a 7.6% en promedio).


Sin embargo, esta conducta implicó un incremento de las importaciones a tasas superiores a las del crecimiento de las exportaciones en el promedio regional lo que ha influido en un menor crecimiento de los términos de intercambio para los países que dependen menos de colocaciones petroleras o mineras.


Por lo demás, la afluencia de inversión extranjera ha sido notoria pero no extraordinaria creciendo a 1.8% del PBI este año (vs. 1.6% del PBI el año pasado). Pero quizás más importante ha sido el retorno de la inversión en cartera (a cerca de 0.5% del PBI) debido a la disminución de la prima de riesgo y a la abundancia de liquidez que la impulsó. Ese modesto crecimiento es importante menos por su dimensión que por lo que anuncia: el incremento del flujo de capitales especulativos, especialmente de corto plazo. Al respecto debe decirse que el diagnóstico de la Cepal no parece recoger acá, los beneficios del mayor ingreso de capital financiero a los mercados bursátiles del área.


Este conjunto de buenos resultados se contextualiza, sin embargo, en la persistencia de una anomalía externa: los desequilibrios globales generados por la brecha entre países deficitarios y superavitarios (que la Cepal casi no considera) y por la fuerte intensificación del crecimiento de “dos velocidades” entre países en desarrollo y emergentes (que crecen más y más rápido) y países desarrollados. Estos últimos, además de crecer mucho más lentamente este año (patrón que se reiterará en el próximo quinquenio), agregan a su pasivo de problemas financieros el de la eventual insolvencia de algunas de sus economías. El problema de la deuda que en América Latina produjo la “década perdida” en los 80 del siglo pasado contribuye a definir, con otras características, la problemática actual de las economías centrales.


Fuera del diagnóstico cepalino queda también el hecho de que mientras en el caso de los Estados Unidos esa deuda se incrementa impulsada por los programas de estímulo, en la Unión Europea ésta pretende ser contenida mediante políticas restrictivas que azuzará una fuerte desaceleración de largo plazo. Ese esfuerzo, sin embargo se verá compensado por la deuda emergente de los programas de rescate.


La desaceleración de la perfomance de esas potencias económicas es evidente en las proyecciones del Economist Intelligence Unit. En efecto, las proyecciones de crecimiento para las economías del euro para este año es de apenas 1.6% mientras que para de Estados Unidos es 2.7% equivalente a la de los países de la OECD (7).


Al respecto debe decirse que, a pesar de la asimetría disciplinaria que esas proyecciones no muestran, un eventual ajuste en Estados Unidos sincronizado con el europeo probablemente llevaría a la economía global a una nueva recesión. Aunque ésta no aparece en los pronósticos de las economías desarrolladas (lo que no asegura que pueda descartarse), los indicadores confirman que el conjunto de estas economías ingresarán a una etapa de lento crecimiento. En efecto, los países de la OECD crecerán apenas entre 1.8% en el 2011 y 2.1% en el 2015.


Dado el peso de estos países en la economía mundial, el comercio internacional se desacelerará fuertemente en el próximo quinquenio. La proyección correspondiente indica una caída desde 12.4% este año a 5.9% el próximo recuperándose a apenas 6.3% en el 2015 (8).


Ello se refleja en la proyección de bajo crecimiento de la economía mundial que se desacelerará de 3.6% este año a 2.7% el 2011 remontando apenas a 3.1% en el 2015 (8). En ese proceso China no será, en apariencia, la excepción a la regla. Afectada por problemas internos y por políticas que tratarán de evitar un recalentamiento económico el desempeño de la segunda economía del mundo caerá de 10.2% este año a 8.9% el próximo y aún más (7.4%) en el 2015 según EIU (9).


Esta proyección global está en línea con la proyección regional de la Cepal para el 2011: 4.2% para América Latina. Y también con el pronóstico del EIU para el Mercosur que anuncia una desaceleración de 5.6% este año a 3.8% el próximo remontando a 4.4% en el 2015 siempre por debajo de los niveles del 2010.


A estos rendimientos reducidos podrían escapar ciertos países como Perú y Chile. Pero ello incluye riesgos. Según la Cepal, tales riesgos van precedidos de hechos como la razonable reducción de los programas de estímulo en varias de las economías y el agotamiento de la capacidad ociosa. Pero el riesgo aparece acompañado de un entorno en el que a la incertidumbre sobre la solidez del crecimiento de las economías centrales se agrega el incremento de los flujos de capital financiero atraídos por la vitalidad de las economías emergentes, el diferencial de las tasas de interés con las economías centrales y la abundante liquidez en los mercados globales derivada de las políticas monetarias activas articuladas para capear la crisis.


Como es evidente, ello presionará el tipo de cambio estimulando la apreciación monetaria e inhibiendo la dinámica exportadora. Ello podría generar problemas de ingresos en los países menos dependientes de las exportaciones de productos primarios lo que, a su vez, impulsaría al financiamiento externo perfilando eventualmente el fantasma de la deuda. Esta situación se verá agravada por la renovada afluencia de capitales de corto plazo que distorsionan el tipo de cambio y desordenan la economía.


De otro lado, en tanto los precios de las materias primas no descenderán dramáticamente por la desaceleración de la perfomance asiática su estabilidad obviamente no puede ser firme. En un contexto general de menores exportaciones no tradicionales la tendencia a la especialización en exportaciones primarias puede incrementarse perjudicando el desarrollo e incrementando la vulnerabilidad estructural de estas economías alimentada, a su vez, por problemas de volatilidad de precios.


Para afrontar este cuadro emergente la Cepal reconoce los esfuerzos que vienen realizando los países latinoamericanos (incremento de las reservas en casi todos los países o regulación de los ingresos de capital financiero en algunos). Pero además sugiere ganar espacio para nuevas políticas contracíclicas, desarrollar “políticas productivas” que favorezcan la diversificación de exportaciones, incrementar el ahorro para favorecer la inversión y promover la coordinación internacional para atenuar los desequilibrios globales.


De estas sugerencias, entre las que aparece un nuevo multilateralismo, se escapa la alusión a políticas de mayor apertura (vinculadas por ejemplo, al éxito de la Ronda Doha) quizás porque ésta ya es suficiente o porque la realidad de un mayor protagonismo del Estado en la economía ya no es soslayable. Si el liberalismo laissez faire ha dado paso a una versión más moderada de la economía de mercado, las sugerencias de la Cepal están en línea con esta nueva realidad que forma parte del enfoque evolutivo que esa entidad ha desarrollado, con grandes variantes, a lo largo de seis décadas.


Los ministerios de economía y los bancos centrales del área ya deben haber tomado nota al respecto. Y al hacerlo tendrán que conjugar esa nueva realidad política-económica con el tipo de inserción contratada por los acuerdos de libre comercio. A la luz de los riesgos señalados y de un contexto menos dinámico, nuestras autoridades deben mostrarse más alertas que exuberantes.



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