La Nueva Ley de Migración Cubana
- Alejandro Deustua
- 14 ene 2013
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Hoy, 14 de enero, entró en vigencia la ley que, en apariencia, liberaliza en Cuba la posibilidad de sus ciudadanos de viajar al exterior. Sin embargo, la norma mantiene claramente vigente la potestad del Estado cubano de denegar, sin contestación posible, el pasaporte a quienes simplemente no desee entregarlo.
Esta norma, a diferencia del resto de las reformas vinculadas a la parcial y morosa liberalización económica, pudo ser el gran paso que quebrara el arbitrio dictatorial castrista sobre sus compatriotas y que certificara el verdadero retorno de Cuba al mundo tan promovido institucionalmente por los Estados latinoamericanos pero cuyas libertades correspondientes han sido tan poco exigidas.
En efecto, siguiendo la tendencia de pequeños pasos de apertura desde que Raúl Castro asumiera el poder, la norma se encarga de limitar estas expectativas mediante su propia denominación, racionalidad y controles.
AsĆ, el Decreto Ley 302 no se proclama con alguna denominación alusiva al derecho fundamental de libre trĆ”nsito de las personas sino con la que corresponde a su mĆ”s burocrĆ”tico motivo: la āmodificativo de la ley 1312, āLey de Migraciónā de 20 de setiembre de 1976ā.
Y sus razones son mĆ”s prĆ”cticas y administrativas (el tiempo transcurrido bajo la antigua ley, el aprovechamiento de las experiencias adquiridas y la adecuación a las necesidades de trasmisión de bienes de los que emigran) y hasta exculpatorias (la emigración ilegal atribuida al bloqueo āgenocidaā de los Estados Unidos) que fundadas en las libertades elementales reconocidas por cualquier Estado americano.
AsĆ, el legislador cubano se esmera, in extremis, en reiterar los fueros del Estado para explicar un lugar comĆŗn: un pasaporte es necesario para salir o ingresar a Cuba segĆŗn el artĆculo 1, y corresponde recibirlo... a un āciudadano cubanoā (art. 9.1-). Esa disposición entra en materia cuando el legislador identifica a quiĆ©nes no tienen derecho a ese instrumento de trĆ”nsito: segĆŗn el artĆculo 23 al pasaporte no accederĆ”n obviamente los delincuentes, pero tampoco, los que caen dentro de las exigencias de la defensa, la seguridad y de interĆ©s pĆŗblico (sin mencionar cuĆ”les son Ć©stas ni quiĆ©n las califica) ni a los ciudadanos necesarios para āpreservar la fuerza de trabajo calificada para el desarrolloā (sin establecer criterios ni excepciones para estos profesionales sin libertad de movimiento).
Tales obstĆ”culos son erigidos de manera tan genĆ©rica y ausente de condicionalidad o derecho a la apelación que es evidente que, si el gobierno lo decidiera, la ley podrĆa entrar en vigencia sin cambiar en absoluto la polĆtica cubana de viajes al exterior. Si ese no es el deseo del Estado cubano, Ć©ste no se ha tomado la molestia de precisarlo.
Si bien es verdad que ya no se requiere al respecto la invitación extranjera y que se amplĆa de 12 a 24 meses la estadĆa en el exterior sin mayores requerimientos, la vocación y los medios controlistas sobre los ciudadanos siguen instalados en la norma.
Ello serĆa menos preocupante si el gobierno cubano no fuera responsable de los miles de fallecidos en el mar intentando escapar de la isla y, por tanto, menos violentamente proclive a no reconocer el derecho al libre trĆ”nsito (de lo que AmĆ©rica Latina tampoco le pide cuentas). Pero no lo es y, por tanto, es legĆtimo y razonable dudar sobre la disposición cubana a reconocer ampliamente a sus ciudadanos esa libertad fundamental cuando el marco regulatorio ofrece sólo mejoras formales al respecto.
A ese escepticismo contribuyen factores externos aducidos para proyectar el poco Ć©xito de la norma. De un lado estĆ”n los argumentos falaces (los requerimientos de visas de terceros Estados no disminuirĆ”n frente a la nueva normativa cubana) y, del otro estĆ” el crudo realismo con que los vecinos afrontan la materia (ni Estados Unidos ni ningĆŗn paĆs de la cuenca del Caribe estĆ” dispuesto a acoger un sĆŗbita ola de nueva emigración cubana).
A pesar de ello muchos esperamos que la presión de los cubanos sobre esta pequeƱa apertura en el muro que los sigue separando del mundo obligue a expandirla ampliamente. Mientras tanto, ese muro no deja de parecerse aĆŗn al muro de BerlĆn.




