La Educación Nacional y la Controversia Peruano-Chilena
- Alejandro Deustua
- 14 mar 2008
- 3 Min. de lectura
El empeño del gobierno en mejorar el nivel educativo se ha orientado a mejorar el instrumental bÔsico pero no necesariamente los contenidos. De lo primero da cuenta la disposición gubernamental para recatar la educación del secuestro sindical y para seleccionar mejor a los maestros. Lo segundo, sin embargo, parece seguir entrampado en el dogmatismo que, en el caso de su aproximación a la enseñanza de la historia, quisiera confundir hoy la noción del interés nacional con el conocimiento de los fundamentos de aquella disciplina.
El ejemplo mĆ”s clamoroso al respecto es la propuesta gubernamental de incluir en los textos escolares de historia un capĆtulo sobre la controversia marĆtima peruano-chilena que la Corte Internacional de Justicia debe resolver aĆŗn. Esa propuesta es un error pedagógico y no contribuye a una comprensión madura del interĆ©s nacional.
Si la enseƱanza de la historia en el nivel escolar consiste en una primera aproximación al devenir propio y ajeno, aquĆ©lla debe privilegiar la objetividad fĆ”ctica y la indagación crĆtica. Estos elementos son indispensables para la formación de una sólida identidad individual y nacional que otorgue al alumno un punto de vista antes que un dogma.
Si la explicación del pasado requiere hoy del alumno algo mÔs que el predominio de la dualidad amigo-enemigo, la aproximación al futuro ciertamente necesita una visión mÔs alejada del sectarismo propio de esa dualidad y mÔs próxima al conocimiento elemental de las grandes tendencias del devenir. En consecuencia, el proceso de formación de la identidad nacional debe estar mÔs vinculado a la evaluación de las posibilidades de progreso nacional sustentado en el pasado y el presente antes que a un catecismo que resume la idea de Patria en la cuestión fronteriza.
Sobre esa base, los futuros ciudadanos podrĆ”n acercarse a una noción de interĆ©s nacional mĆ”s madura, abierta y enriquecedora para el paĆs. Ello ayudarĆ” mucho mĆ”s a nuestra polĆtica exterior que su sustento en una ciudadanĆa formada sólo en los cĆ”nones del conflicto vecinal cuya complejidad, sin embargo, no puede ser desconocida.
Por lo demÔs incorporar al temario escolar una controversia que aún no ha sido resuelta, cuyo conocimiento público no es pleno y que tiene una dimensión técnica cuya comprensión es mÔs propia de la educación post-universitaria que de la escolar resulta un verdadero despropósito.
Al respecto basta recordar que hasta hace poco tiempo la controversia con Chile era materia estrictamente reservada y que su conocimiento pĆŗblico ha sido progresivo e inducido por la circunstancia polĆtica. Si hoy se sabe que Ć©sta se planteó bilateralmente por primera vez en 1986 y que se perfeccionó en 1994, muchos de sus detalles siguen siendo materia reservada que quizĆ”s la Corte examinarĆ”.
Por lo demĆ”s, es necesario tener en cuenta que, por disposición fujimorista, esta materia escabulló el examen pĆŗblico durante las negociaciones que llevaron al acuerdo peruano-chileno de 1999. La ignorancia pĆŗblica del tema pareció dispuesta por el Estado de la misma manera como cuando los Garantes del Protocolo de RĆo de Janeiro reclamaron una aceptación anticipada por el Congreso peruano del acuerdo de 1998 con el Ecuador.
La razón de Estado primó en esa negociación diplomĆ”tica. Y la razón de Estado es muy difĆcil de explicar a escolares sin la tentación de atribuir al contrario la calidad de enemigo irreconciliable.
No es esto lo que el PerĆŗ desea. Chile podrĆ” ser un adversario frente al que se toman previsiones o un socio pero lo que no debe ser es un enemigo. Si vamos a la Corte es para resolver definitivamente el problema marĆtimo con ese paĆs. Por tanto el gobierno se contradice gravemente si desea dejar huella de lo contrario en los escolares peruanos.




