Gobierno de Transición Reconocido y Acechado
- Alejandro Deustua
- 13 dic 2022
- 4 Min. de lectura
14 de diciembre de 2022
Luego de que las instituciones del Estado se cohesionaran frente al golpe de Estado de Castillo, el gobierno sucesor viene dando señales de sensatez y adaptación a las circunstancias mientras subsisten irracionales expresiones de coacción externa y de sublevación interna amparada por el vacado dictador.
Que a las pocas horas de producido el golpe el Perú contara con una Jefa de Estado que asumió el cargo observando todas las reglas es una muestra de voluntad y capacidad restauradora y de inserción externa que la mayor parte de la Nación y de la comunidad internacional saben apreciar.
A esas calidades el gobierno de la Sra. Boluarte ha aƱadido una adecuada comprensión de la realidad transformando un mandato ānormalā, que ella deseaba extender hasta el fin del perĆodo (2026), en uno de transición fijando una convocatoria a elecciones para 2024.
La decisión de que Ć©ste serĆ” un gobierno de corta duración no sólo se da cuenta de que el gobierno entiende quĆ© terreno pisa (escaso apoyo interno e inestabilidad social promovida por Castillo y sus operadores polĆticos) sino que no desea comparaciones con otros gobiernos cortos de mayor trascendencia histórica (Paniagua extrajo al PerĆŗ de un prolongado rĆ©gimen autoritario que cambió la estructura polĆtica y económica del paĆs y lo condujo a una democracia renovada). La Sra. Boluarte sabe que, en el proceso, debe alejar al Estado y al mercado del riesgo del colapso impulsado por un ignorante e insurreccional ex -presidente.
En esa esa tarea la presidenta ha atraĆdo el respaldo de la mayor parte de la comunidad internacional encabezada por Estados Unidos, la Unión Europea, las agencias de la ONU, la SecretarĆa General de la OEA y gran parte de los paĆses latinoamericanos.
Pero el falso nativismo socialista que Castillo representa acaba de ser magnificado por integrantes del Grupo de Puebla. Ćstos, a travĆ©s de la renovada coalición de los gobiernos de MĆ©xico, Colombia, Bolivia y Argentina han tomado parte por Castillo. Y lo han hecho mediante un comunicado conjunto beligerante reclamando no sólo el respeto por los derechos del ex -dictador (que han sido meticulosamente cautelados) sino seƱalĆ”ndolo como vĆctima inocente de un hostigamiento sistemĆ”tico.
Los presidentes de estos Estados han llegado al punto inaceptable de no dar cuenta del golpe de Estado perpetrado por su protegido ni de la corrupción y el desgobierno que llevó al Estado al borde de la disfuncionalidad.
La CancillerĆa ha respondido a lo primero recordando que el golpe fue motivo de la vacancia gestada por 101 votos parlamentarios y dando cuenta del respaldo que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) ha prestado a la āactuación inmediata de las instituciones del PerĆŗā y de su condena del āquiebre constitucionalā.
Pero las seguridades que pueda prestar esta vez el gobierno peruano sobre el respeto de los derechos de Castillo y de su comportamiento en el marco de las obligaciones internacionales harĆ”n poca mella en los gobernantes de los paĆses mencionados si se considera la extraordinaria irracionalidad de su posición conjunta.
En consecuencia, el gobierno debe presentar su mÔs enérgica protesta ante cada uno de esos gobernantes, advertirles que el respeto del principio de no intervención no es un lujo decimonónico y que su violación puede afectar el nivel de las relaciones diplomÔticas con cada uno de ellos.
Especialmente ahora que la subversión recorre el interior del PerĆŗ instigada por afiliados a Castillo y debido a su lenidad en el trato con grupos que, si no tenĆan ese vĆnculo, violentaban la ley cotidianamente, destruĆan propiedad en el interior, saboteaban la producción nacional y cometĆan actos de terrorismo.
Pero la filiación nativista es potente segĆŗn ha mostrado el presidente de MĆ©xico López Obrador quien, sin dar cuenta de la inexistencia de los factores del asilo (persecución polĆtica del eventual asilado, sometimiento del mismo a la jurisdicción del Estado asilante) no sólo ha insistido en brindar a Castillo ese beneficio cuando Ć©ste se encuentra sometido a la jurisdicción penal nacional, sino que ha fundado su defensa en juicios racistas y clasistas.
Por si ello no fuera suficiente el presidente de Bolivia, sin un mĆnima referencia a los hechos, ha acusado a la āderecha peruanaā de la vacancia de Castillo mientras que Evo Morales referĆa que Ć©sta fue generada por āuna guerra hĆbrida de la derecha internacionalā vinculada a la sentencia por corrupción de Cristina Kirchner en Argentina. Aunque estas reacciones parezcan pintorescas expresan la influencia del movimiento aymara boliviano en el sur del PerĆŗ de propensión revoltosa y secesionista y que puede servir de disfraz para otra acometida del Runasur (el movimiento āplurinacional de los pueblosā fundado por Morales con propósitos trasnacionales).
Ese impulso nativista e ideológico no estĆ” alejado de presidentes mĆ”s prudentes como Gustavo Petro en Colombia quien anunció que solicitarĆa a la CIDH la aplicación de medidas cautelares en resguardo de Castillo sin tener en cuenta los derechos del golpista estĆ”n debidamente resguardados y que la misma CIDH ha elogiado la reacción institucional de la democracia peruana.
Finalmente, a la luz de la vocación paternalista con que el presidente argentino FernĆ”ndez protegió a Evo Morales luego de que Ć©ste fugara de Bolivia a raĆz de las irregularidades cometidas en el proceso electoral de 2019, no era impensable que ese gobernante persistiera en el error. Pero que esa insistencia se realice frente a un caso de flagran delictiva revela el predominio ideológico peronista que no duda en arriesgar la relación con el PerĆŗ sin importar los riesgos incurridos por el paĆs en la asistencia a Argentina en momentos de extrema urgencia.
Por estas razones, el gobierno debe adoptar medidas mĆ”s enĆ©rgicas de resguardo frente a este tipo de intervención en asuntos internos y de mostrarse mĆ”s enfĆ”tico en el trato con cada uno de esos āpaĆses hermanosā.




