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  • Alejandro Deustua

Estados Unidos: Cierre y Peligro de Cese de Pagos

Que el gobierno norteamericano “cierre” por falta de presupuesto no es noticia. Desde 1981 ello ha sucedido doce veces (VOA) siendo la paralización de 1994 la más grave. Ello revela un vicio político que se expresa de manera sistemática en la gestión del gobierno norteamericano. Ello es impropio de la única superpotencia y de su clase política. Y muestra también los graves anacronismos subsistentes en la ley que lo permita (la Constitución de ese país) tan difícil de rectificar salvo por enmiendas en tiempos de consenso. Pero estos son tiempos de confrontación ideológica en Estados Unidos como pocas veces se ha visto agudizados por una facción radical –el Tea Party- afiliada al Partido Republicano. El resultado es la erosión de credibilidad en la primera potencia en momentos en que la recuperación económica de la gran crisis de 2007-2008 originada en los defectos de gestión de un sector privado de irracionalmente dinámico (exuberante en la versión de Alan Greenspan). Ésta afectó, con heterogénea intensidad, al sistema económico global y detonó lo que quedaba del frágil equilibrio que sostenía el segundo pilar de Occidente: la Unión Europea. Si en esa oportunidad la responsabilidad fundamental fue la del sector privado –un sistema financiero insuficientemente regulado y los excesos de los consumidores- esta vez es el sector público norteamericano el que, de manera deliberada, genera una crisis económica con gravísimas consecuencias nacionales y globales ad portas del vencimiento de la fecha de ampliación del techo de la deuda norteamericana necesaria para impedir el default de la primera potencia. Si la insegura dinámica de salida de la crisis global procuraba cierto alivio al sistema económico mundial, la incertidumbre que causa hoy el cierre del gobierno de la primera potencia y el pánico que puede generar su default es una verdadera bomba de tiempo en el sistema internacional. La corta mecha de ese detonante se expresa en la pérdida de liderazgo norteamericano a caballo de la erosión de credibilidad de su sistema político en momentos en que en que la influencia de la primera potencia juega nuevamente la eficacia de su rol en el Medio Oriente y el Norte África (donde el presidente Obama patrocina negociaciones para resolver tres crisis –la de Irán, la de Siria y la palestino/israelí- considerando a su país aún como la potencia indispensable ) y también en el Asia (donde su estrategia de mayor presencia acaba de ser puesta en evidencia por el retorno apresurado del Sr. Obama de los prolegómenos de la cumbre APEC). Si una función del poder es la percepción ajena, Estados Unidos ha agudizado en estos días un proceso que alienta a quienes están convencidos de la “decadencia de Occidente”. Peor aún, la incertidumbre que ello acarrea promueve la especulación dañina donde debería haber certeza, alimenta la volatilidad de los mercados incrementando su vulnerabilidad y deja la esperanza como única garantía de que Estados Unidos no generará un shock estructural global absteniéndose de declarar una cesación de pagos el próximo 17 de octubre (el republicano Sr Bohener se encarga de alimentar esa expectativa). La dimensión sistémica de estas gravísimas consecuencias que, con insuficiencia de energía ha anunciado el FMI, descansa en la decisión de unos cuantos políticos de la Casa de Representantes norteamericana. Y tiene un motivo aún más parroquial: la oposición de los republicanos a la ley de seguridad universal de salud –“Obamacare” -impulsada a capa y espada por el partido Demócrata. Peor aún, Paul Krugman sugiere que ni siquiera se trata de esa contienda que resume la polarización ideológica, sino de una forma faccional en esa Cámara de adquirir poder en ella. No es ésta la forma en que funcionan –o deben funcionar- las democracias (un comentarista cercano al Partido Demócrata acaba de declarar lo contrario en CNN como explicación de la irracionalidad). Esta es más bien un receta para su destrucción. Y de paso, una forma de neutralizar el poder norteamericano que, impedido de proyectar toda su capacidad en el exterior, hoy día está a unos centímetros de no poder liderar por el ejemplo. Si en América Latina debemos tomar precauciones para minimizar el daño que una cesación de pagos norteamericana causará en nuestras economías, los que creen que es necesario alejarse más de la interacción con Estados Unidos habrán ganado unos muy buenos puntos.


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