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Escocia en Trance de Secesión

  • Foto del escritor: Alejandro Deustua
    Alejandro Deustua
  • 15 sept 2014
  • 4 Min. de lectura

Europa, el escenario de la integración regional mÔs adelantada en el mundo, es hoy un preocupante escenario de tendencias desintegradoras del Estado.


Si en Europa del Este, la integridad territorial de Ucrania –que ha suscrito un acuerdo de asociación con la Unión Europea- ha sido vulnerada militarmente por Rusia, en el Reino Unido la unidad del Estado estarĆ” en cuestión mientras se decide, por la vĆ­a democrĆ”tica, si esa entidad se mantiene como Estado multinacional y como potencia de alcance global o si su integridad quedarĆ” reducida a Inglaterra, Gales e Irlanda del Norte.


La posibilidad de que la desmembración de la que fue primera potencia marĆ­tima global (y cuyo concurso sigue siendo vital para la articulación institucional de Occidente) ocurra este 18 de setiembre es tan real como la estrecha diferencia existente entre el voto por el Sƍ, que procura la secesión con una aceptación del 47% y el NO, con una preferencia de 51%.


El hecho de que estas tendencias se hayan revertido hace poco (el Sí llegó a dominar las encuestas luego de un inicio muy bajo) no minimiza riesgo de lo que sería un acontecimiento mayor en la historia universal (Inglaterra y Escocia suscribieron el Acta de Unión en 1707 cuando la primera deseaba asegurar su dominio protestante y la segunda procuraba ingresos que la rescataran del colapso económico) si el voto escondido cambia las tendencias.


En esta materia no nos encontramos frente a una eventualidad plenamente democrĆ”tica sino quizĆ”s frente a un exceso (con no poco interĆ©s pragmĆ”tico de los votantes) en el que una minorĆ­a de la población de un Estado (el Reino Unido) decide la desvertebración del mismo. Y todo quedarĆ­a idĆ­licamente sumergido en el triunfo polĆ­tico de la teorĆ­a económica ā€œlo pequeƱo es hermosoā€ (ā€œsmall is beautifulā€) (NYT).


Es mĆ”s, aunque el NO triunfe pasado maƱana, el Reino Unido tendrĆ” que descentralizarse aĆŗn mĆ”s luego de que el Primer Ministro Cameron ofreciera esa alternativa frente al peligro de perderlo todo. En efecto, el Primer Ministro optó por ese recurso luego de que, pensĆ”ndose ganador, Ć©l mismo jugara la carta de ā€œtodo o nadaā€ mientras los escoceses presentaban una alternativa menos radical (El PaĆ­s).


De esa manera, se va arraigando una tendencia federalista en Europa como alternativa a la secesión cuyo primer ejemplo democrÔtico reciente fue la separación de la antigua Checoeslovaquia entre la República Checa y Eslovaquia en 1993.


Ɖsta fue violentamente antecedida en 1991 por la ruptura de Yugoslavia iniciada por la separación de Croacia y Eslovenia en medio de una sangrienta guerra civil que continuó a lo largo de una dĆ©cada y por la desmembración euroasiĆ”tica de la Unión SoviĆ©tica ese mismo aƱo.


La discusión de esa tendencia continuarĆ” dependiendo de la circunstancia polĆ­tica que emerja en EspaƱa cuando, en noviembre, se realice el referĆ©ndum independentista catalĆ”n que el gobierno de Madrid considera ilegal. En efecto, allĆ­ se montarĆ” un debate envenenado sobre si CataluƱa obtiene mayor autonomĆ­a –en el caso de que los catalanes pierdan el referendum o que Ć©ste no se realice- o si Ć©stos se independizan o se federalizan –en el caso de que ganen-).


Todo esto ocurre cuando el rumbo de salida de la crisis económica europea ha revertido en depresión. Ɖsta ha incrementado el peso de los partidos ā€œeuroescĆ©pticosā€ en toda Europa cuya versión mĆ”s exitosa es el Frente Nacional de Marine Le Pen que, de gobernar, plantearĆ­a un referĆ©ndum sobre el retiro francĆ©s de la Unión Europea.


Al nivel nacional estas fuerzas, estimuladas por la crisis, explotan las ideologías separatistas en Bélgica, Italia (la Padania), en Francia (Córcega), en Dinamarca (Isla Feroe) o en Rumanía (Transilvania) cuya dimensión nacionalista es, en muchos casos, antieuropea (y, en algunos casos extremos, como en Grecia, hasta cuentan con el apoyo violento de organizaciones pronazis).


En ese contexto, el referéndum escocés de pasado mañana tiene una importancia que supera al Ômbito europeo en tanto probablemente contribuya, cualquiera que fuera el resultado, a dinamizar aún mÔs estas fuerzas.


Desde el punto de vista sistĆ©mico, el poder del Reino Unido se verĆ” erosionado si el Sƍ gana generando mĆ”s anarquĆ­a y complicando aĆŗn mĆ”s el desordenado trĆ”nsito del sistema internacional hacia otro orden.


Al respecto, debe tenerse en cuenta que, como en Crimea para los rusos, en Escocia para los britƔnicos estƔ la principal base naval de una potencia marƭtima y nuclear. Su compromiso debilitarƔ al Reino Unido y, por tanto, a la OTAN.


Por lo demƔs, la polƭtica exterior de esta potencia tendrƭa que redefinirse probablemente con objetivos mƔs modestos apuntalados con menor influencia.


Y todo ello, sin que Escocia (que desea una sociedad mĆ”s igualitaria pero cuyo lĆ­der, Alex Salmond, difĆ­cilmente logre articularla con el Partido Laborista inglĆ©s, del que desconfĆ­a tanto como del partido Conservador), pueda asegurar un trĆ”nsito económico fluido hacia el nuevo status: el uso de la libra esterlina serĆ” mĆ”s complejo si no se define bien una unión monetaria, el sistema bancario escocĆ©s y un grupo de empresas principales de ese origen ya han anunciado su disposición a trasladarse a Inglaterra si gana el Sƍ mientras que las transferencias del centro se perderĆ­an en un escenario donde el principal ingreso (el petróleo del Mar del Norte) parece haber ingresado a una fase declinante (TE).


Por lo demÔs, no parece que Escocia podría ingresar a la Unión Europea bajo la normativa existente que inhibe ingresos de potencias secesionistas mientras que el Reino Unido toma aún mÔs distancia de esa entidad de integración. En este caso, el Reino Unido agudizarÔ la tendencia a reclamar mayor devolución de soberanía mientras que la secesionista Escocia no podría integrarse a la UE. No es éste precisamente un buen negocio.


Y menos cuando este tipo de fenomenología se esparce con bastante facilidad donde existan escenarios que absorban, como el agua, su influencia. En Europa, éste es el caso de Ucrania cuyo conflicto puede tornarse aún mÔs peligroso. En América del Norte, es el caso de Quebec.


Y, en tanto que de manera mĆ”s regionalista que separatista, Ć©stos existen tambiĆ©n en SuramĆ©rica, un triunfo del Sƍ en Escocia seguido de otro en CataluƱa podrĆ­a tener impacto en paĆ­ses que, como Bolivia y el PerĆŗ, no tienen mecanismo de descentralización eficientes. Y todo esto originado en Occidente.


Fuentes. The Economist, New York Times, The Guardian, el PaĆ­s.


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