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  • Alejandro Deustua

El Shock Brasileño

Los ciudadanos, estimulados o no por la prensa, que definen televisivamente al fútbol de su país como una “religión” muestran algo más que una excepcional identidad colectiva.


Esa opinión, que es una forma de autopercepción, tiene gran importancia si forma parte de la cultura de masas local e integra las virtudes nacionales derivadas de una “épica” colectiva desarrollada a lo largo de medio siglo de gestación del “pentacampeao”.


Por ello la catastrófica derrota de Brasil frente a Alemania es algo más que una humillación deportiva. Se trata de la vulneración de uno de los lazos más reconocidos de cohesión nacional que sociólogos y psicólogos denominan alienación.


Las consecuencias de ese shock, cuajado en quince minutos de desconcierto en un partido frente a una selección superior y en cuatro años de preparación de un equipo mediocre, ha herido profundamente la sensibilidad brasileña. Ciertamente mucho más que de lo que puede lograr una simple decepción futbolera (que rivales y cientistas sociales tratan hoy de minimizar tratando de barrer bajo la alfombra su eventual impacto político).


El fútbol en Brasil no es precisamente el cricket británico del siglo XIX. Es una expresión vulgar y heroica de una potencia excepcionalista (cada Estado lo es a su modo) que desempeña un rol importante y distinto en la formación de la identidad del pueblo brasileño.


En un contexto de gran malestar social derivado de múltiples fuentes que cuajaron en el 2013, la afectación de esa virtud transformada por la afrenta del Mineirao puede repotenciarse cuando los estadios del Mundial queden vacíos (muchos sin uso razonable), la exuberancia del costo de la organización del Mundial reinflame la indignación por el dinero gastado sin tener en cuenta superiores necesidades públicas, los conductores del equipo nacional sean convertidos en reflejo de la imprudencia del gobierno y las frustradas expectativas de las emergentes clases medias sean atribuidas a la selección nacional.


Cuando ello ocurra, la escasa proyección de crecimiento de este año (1.8%), la inflación (6.5%), los altos intereses (12.2%) que inhiben el crédito pueden empezar a ser percibidos del tamaño de los elefantes blancos que se han construido para albergar la Copa del Mundo.


Si ello no ocurre no será por lo que los profesionales de imagen que hoy declaran en los medios sino por la emergencia de una nueva cultura de indiferencia (transformada en ausentismo electoral) y de individualismo improductivo que son la clientela de los que pueden transformar cualquier problema en un divertimento virtual.


Lamentablemente para la Presidenta y candidata Rousseff, que hoy encabeza las encuestas electorales, los comicios presidenciales están muy cerca (octubre), los revoltosos del 2013 siguen existiendo (y disponen de poderosas redes sociales) y el shock futbolero no será de corto plazo.


Por lo demás, que gane el mejor.


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