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  • Alejandro Deustua

El Renovado Debate Sobre el Riesgo de la Especialización Productiva en Materias Primas

El Perú es un país minero y la minería ha adquirido en los últimos años un nuevo impulso como actividad productiva y exportadora. US$ 40 mil millones en proyectos futuros confirmatorios de la especialización en esta ventaja comparativa lo indican. Y muestra también el monto creciente de la inversión extranjera directa orientada a ese sector, el efecto que ese hecho puede tener en nuestra oferta exportable y la tendencia que ésta indica: las exportaciones mineras no sólo seguirán dominando las ventas al exterior sino que intensificarán la “reprimarización” de la economía.


Esta fenomenología ampliada al conjunto de productos básicos es compartida por el resto de los países latinoamericanos y del Caribe. Así ocurre en mayor o menor medida con las exportaciones agrícolas de Argentina y Brasil, las petroleras de Venezuela o las gasíferas y mineras de Bolivia. En el agregado, esta tendencia forma parte de un nuevo ciclo exportador que está evolucionando, a su vez, hacia la reconstrucción de una vieja estructura y, por tanto, replanteando términos tradicionales de inserción externa.


En efecto, según la CEPAL, el peso de las exportaciones de materias primas en las balanzas comerciales de la región venía decayendo hasta 1998-1999 al tiempo que su oferta al mundo se diversificaba con exportaciones enriquecidas con diferentes niveles de agregación tecnológica (1). Pero la demanda de un nuevo centro de consumo denominado locomotora económica (el asiático y, especialmente, el chino), torció esa tendencia para revertirla hacia su antiguo curso.


Más allá de que ello haya contribuido al incremento de la perfomance de las economías de la región y a sostener su tránsito por la crisis, un nuevo Norte ha aparecido en el escenario y un Sur renovado puede estar reconstituyéndose bajo nuestras narices alterando la aspiración regional de lograr términos mejores y más enriquecedores de inserción en el mundo. Este viejo problema –que los latinoamericanos hemos deseado resolver superando crisis e intensas luchas ideológicas vinculadas a la teoría de la dependencia y al modelo de sustitución de exportaciones-, se nos presenta ahora bajo nuevas condiciones.


En efecto, los altos precios de las materias primas no generan hoy términos de intercambio negativos que, a su vez, impulsen la inflación, impidan la importación y empleo de tecnología o frustren la mejora de la productividad general. Pero existe el riesgo de que ello ocurra al punto de que el Banco Mundial se ocupa de este tema en la publicación “Los recursos naturales en América latina: ¿más allá de bonanzas y crisis? (2).


Sobre el particular el Banco no diagnostica nada desconocido ni sugiere métodos innovadores para evitar el riesgo consiguiente. Pero el hecho de que ponga a la consideración pública menos el dilema de las materias primas como “maldición” u “oportunidad” (el Banco se inclina por esta última) que las formas de evitar los riesgos que plantean la especialización en este tipo de producción dice mucho de la dimensión que presentan estos riesgos.


Lo primero que debe establecerse al respecto es que mientras nuestros países (o algunos de ellos) mantengan un curso de industrialización y de generación paralela de servicios productivos, la dinámica regresiva que impulsa la especialización en la producción de materias primas puede evitarse. Es más ésta puede presentar una doble ventaja: mientras se contiene la excesiva concentración de recursos en este tipo de producción (es decir, evitando algún síndrome de enfermedad holandesa) esta actividad puede generar importantes recursos fiscales para una mejor gestión pública. La contención del riesgo continuará mientras exista evidencia firme de un proceso de industrialización en marcha (en el Perú la incidencia de las exportaciones de materias primas ha descendido a 63%, casi 10 puntos básicos en medio lustro). Es decir, todo andará bien si la inversión continúa concurriendo a los sectores industrial, agroindustrial y de servicios sofisticados (finanzas y comunicaciones) y ésta se refleja en una alta importación de bienes de capital y de insumos. Esa dinámica mejora la productividad y el progreso nacionales mientras las importaciones de bienes de consumo no sobrepasen el umbral que esteriliza la actividad productiva.


Pero si en países como el Perú, la importación de bienes de consumo empieza a superar a la de bienes de capital y de insumos cuando hay aún capacidad ociosa importante será bueno preocuparse. Una muestra de que esa inversión del balance puede ocurrir acaba de mostrarse en julio cuando las importaciones de bienes de consumo duradero (42.3% del total) superaron a las demás (3). Si la tendencia se mantiene, será necesario adoptar algunas de las medidas pertinentes que sugiere el Banco Mundial.


Entre ellas se encuentra las de un fondo de estabilización de precios de las materias primas que permita disminuir la vulnerabilidad de la oscilación de su valor. En tanto el entorno internacional es incierto, la demanda de productos básicos no puede considerase como estable, ni mucho menos. Una disminución de las compras chinas puede impactar fuertemente nuestra perfomance y nuestro crecimiento de largo plazo. En consecuencia, ahorrar los excesos de ingresos para sustentar la gestión fiscal en épocas de vacas flacas parece indispensable.


Como también lo es la constitución de un fondo de inversión orientado al incremento de la competitividad y la productividad nacionales.


Estas tareas corresponden al Estado y por tanto éste está en la obligación de implementarlas o de desarrollarlas de la mejor manera (es decir, con contribución suficiente y transparente). Si ello implica reasignar recursos orientados a la descentralización, ésta es una evaluación que debe proceder a realizarse con la vista puesta en el interés nacional que, no siendo el del interés privado, no es incompatible con él (en este caso el interés privado es el de la obtención de utilidades, la reinversión y/o la repatriación de las mismas).


Si el Perú está empeñado en desarrollar una amplia red de acuerdos comerciales lo hace para diversificar sus exportaciones y la inversión extranjera, no para concentrarla. Si la exportación de materias primas concentra la producción y el flujo de los recursos (y no genera gran empleo), es sensato animar el dinamismo no tradicional del sector privado (incluyendo el del sector minero si éste genera actividad industrial colateral). En juego no está sólo una forma de acumulación sino los términos de inserción externa del país.



Fuentes:

(1) CEPAL: Panorama de la Inserción Internacional de América Latina y el Caribe, 2010. (2) Los Recursos Naturales en América Latina: ¿más allá de bonanzas y crisis?, Setiembre de 2010. (3) Banco Central de Reserva Resumen Informativo 36, 10 de setiembre de 2010.



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