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  • Alejandro Deustua

El Peligroso Desastre Venezolano

Como si el chavismo que ha capturado Venezuela no fuera en Suramérica y el Caribe un factor de inestabilidad estructural las respuestas diplomáticas que generan las crisis que éste crea son tratadas en la región apenas como fricciones pasajeras.


Superado el momento de preocupación colectiva de que se trate, el gobierno venezolano suele avanzar adicionalmente en el área mientras los gobiernos liberales que la integran aparecen pudorosos miembros de la feligresía regional.


Ello ocurre porque el mito de la unidad regional se gestiona a través del consenso como si los intereses en juego fueran coincidentes cuando en realidad son, en casos visibles, ideológica y geopolíticamente divergentes. Ese ejercicio irracional de comportamiento grupal es rendido en al altar del plurilateralismo que nuestras diplomacias veneran como si se tratara del multilateralismo que ejercen frente a terceros en las Naciones Unidas.


De allí que el comunicado de UNASUR sobre la situación de Venezuela se parezca tanto al comunicado peruano sobre la materia y éste, al de los socios liberales de la Alianza del Pacífico.


Así, un reiterativo y casi clerical llamado al diálogo pacífico y a la preservación de los principios democráticos democrático es suplicado a Venezuela sin exigencia alguna a su autócrata gobierno y hasta prescindiendo de calificar la gravedad del problema.


Y el problema es de naturaleza cuasi-dictatorial en tanto el Sr. Maduro gobierna sólo para los partidarios del chavismo, ejerce (como su mentor) la coacción como modus operandi y, como él, exhibe su incompetencia como todo mérito para resolver los gravísimos problemas que padece el país.


En efecto, en un escenario que bordea la hiperinflación y que es dominado por la volatilidad financiera, la insostenibilidad monetaria, la dilapidación de las reservas, el deterioro de la producción de petróleo, la muy grave escasez de productos de consumo doméstico, la extraordinaria inseguridad ciudadana, la abierta coactación del sector privado y el cercenamiento de la libertad de prensa, el gobierno del Sr. Maduro actúa con más represión.


Y lo hace luego de haber recibido de manera tramposa y reincidente de la Asamblea Nacional a fines del año pasado, facultades delegadas para gobernar la economía. El agregado de estas facultades, tantas veces dilapidadas por el gobierno de Chávez, suma ya varios años de ejercicio de plenos poderes.


Es en ese marco donde la represión no se ejerce sólo desde algún ministerio sino también desde el control de fuerzas paramilitares inspiradas en los Comités de Defensa de la Revolución cubana.


Al respecto no es impertinente mencionar la influencia que ejercen los asesores militares cubanos que, denunciados por autoridades militares venezolanas en el retiro, realizan labores de asesoramiento, inteligencia, logística, entrenamiento y de elaboración de doctrinas de defensa (ABC).


Estas actividades se han socializado en el marco de una presencia cubana en Venezuela de decenas de miles asesores gubernamentales (El Espectador) que el gobierno del Sr. Maduro paga directamente al margen de los 100 mil barriles diarios de petróleo que el gobierno bolivariano ofrece a precio de subsidio al aliado castrista.


Si para todos está claro que la apertura económica cubana es un fenómeno parcial, oportunista, de lentísimo desarrollo, reversible (cuando las condiciones económicas mejoran) y absolutamente dependiente de un Partido Comunista que no se flexibiliza, también debiera estar claro que su aliado vital, el gobierno venezolano, ejercerá, la misma disciplina.


En consecuencia, bien harían los Estados liberales de América Latina en redefinir su estrategia venezolana en lugar de ofrecer al gobierno del Sr. Maduro nuevos respiraderos (como hoy ocurre en el MERCOSUR). De manera similar podrían éstos reclamar a Cuba por el incumplimiento de sus propias proyecciones de apertura.


A ello podrían contribuir el gobierno de Estados Unidos y las autoridades de la Unión Europea cuyos planes de aproximación al gobierno cubano no está debidamente acompañado de las exigencias de respeto efectivo a libertades básicas.


Si los Estados liberales latinoamericanos desean una Venezuela que interaccione constructivamente con sus vecinos no debieran aceptar una alianza cubano-venezolano cuya intensidad se refleja en una desastrosa gestión gubernamental, en transferencia de metodologías represivas y en intranquilidad social que tiende a la confrontación civil y al desborde transnacional.


Y si los países occidentales desean concurrir en ese empeño, bien harían en medir mejor sus pasos en el trato condescendiente de Cuba.


Luego de que esto ocurra bajo parámetros reconocibles, pero no antes, los latinoamericanos podremos hablar sensatamente de cooperación integral.


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