El impacto del desastre económico que la pandemia china ha producido puede tener referencia en la crisis de la primera postguerra. Pero, bajo condiciones de globalización menguada, la intensidad de su sincronización recesiva puede no tener parangón.
En efecto, si esa sincronización produjo debilitamiento severo de la actividad económica y financiera mundial en las últimas cuatro recesiones globales (1975, 1982, 1991 y 2009) (BM), la que vivimos hoy es de impacto mayor. Por tanto, difícilmente se salga de ella el próximo año a pesar de los indicadores optimistas que muestran los multilaterales. La prioridad actual debiera ser, en consecuencia, evitar que la recesión devenga en una depresión sistémica muy prolongada.
En estas condiciones, agravadas por la ausencia de liderazgo mundial, el fraccionamiento del sistema y la fuerte caída del comercio proyectado para este año (-18.5% interanual entre un escenario optimista de -13% y otro pesimista de -32% (OMC), el sistema depende más de la responsabilidad de administradores nacionales y multilaterales. Pero ni la capacidad de los primeros es suficiente ni el financiamiento que proveen los segundos es infinita (menos cuando la deuda agregada es ya un problema mayor)
Para países de ingresos medios altos como el nuestro (status que quizá se altere) ello nos resta, además, potencial de integración regional (nuestros socios se encuentran en similar posición: hace poco la Cepal proyectó -5.2% este año, caída que será revisada hacia abajo considerando que el Banco Mundial proyecta ya -7.2% para la región).
El esfuerzo nacional requerido para superar la catástrofe es entonces gigantesco. Especialmente si se parte de una contracción de -12% este año que se asiente en un primer trimestre de -31.9% (IPE). El Perú ya no tendrá el status de la extraordinaria perfomance de 2002-2013 ni de la más modesta pero sólida posición macroeconómica posterior.
Ello nos deja librados a nuestro propio empeño y la cooperación internacional in extremis.
Aparte de pequeñas donaciones, de lo segundo acaba dar solitaria prueba el gobierno británico para recuperar la zona Norte de la costa peruana luego de 3 años de infructuoso esfuerzo. Esta cooperación, que el país agradece, presenta un gran posibilidad de futuro. No se puede decir lo mismo de la cooperación médica cubana en el sur que ya ha dejado perniciosa huella ideológica y cuya eficacia no es en absoluto clara.
Por lo demás, más allá de los inacabados esfuerzos de repatriación de peruanos en el exterior y de otra Declaración del Grupo de Lima sobre Venezuela, no tenemos noticia sobre el planeamiento nacional para redefinir los términos de nuestra inserción externa.
Cualquier replanteamiento de nuestra política exterior pasa por la adecuada redefinición de nuestro interés y capacidades nacionales bajo las circunstancias y por restablecer su base interna. Ello se resume en un vigoroso acuerdo entre los sectores público y privado que tenga en cuenta lo que está en juego: la sobrevivencia nacional.
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