El debate económico en el Perú parece centrarse hoy más en quién será nombrado titular del Ministerio de Economía y Finanzas que sobre qué hará el nuevo ministro en un contexto externo cada vez más preocupante.
El juego de influencias que ha desatado este debate tiene como protagonista principal al jefe del equipo de gobierno de Perú Posible, a varios de los integrantes de su dirigencia, al sector empresarial y hasta la banca de inversión extranjera. El argumento en que se asienta este juego de poder gira en torno a la "confianza" y quién la genera más y mejor. Apuntalado desde el principio por Mario Vargas Llosa, por la banca extranjera y por el señor Pedro Pablo Kuzcinski, PPK parece tener las de ganar. Sin contar con candidato alternativo incuestionable, sin embargo, el escenario parece presentarle al financista y exministro de Energía y Minas algunas resistencias. Si éstas, sin embargo, no parecen provenir del ala académica del equipo económico de Perú Posible -que representa posiciones menos ortodoxas- podría ratificarse que el debate no es ideológico sino sobre personas.
Esta situación no debe prolongarse en tanto se está enviando a los mercados señales de contienda intrapartidaria cuando lo que se necesita es concertación interpartidaria. Este fenómeno incrementa la incertidumbre existente y ciertamente erosiona la confianza inicial que generó el "efecto Toledo".
Ello no es bueno porque hecha sombras sobre los grados de cohesión que se puede esperar en materia económica en el futuro cercano y porque distrae la atención sobre los muy graves riesgos que plantea al Perú el contexto externo.
Estos provienen de la progresiva erosión del crecimiento global que continúa sufriendo correcciones hacia abajo. En esta perspectiva, la economía de nuestro principal socio nacional y única superpotencia -Estados Unidos- parece acercarse cada vez más a una recesión -o aterrizaje duro-. Así lo insinúa el Banco Internacional de Pagos -al que se le reconoce como una especie de gran banco central- en tanto la gran potencia presenta desequilibrios fundamentales que no están revirtiéndose mientras que la caída de la tasa de crecimiento de la productividad cuestiona las bases de la denominada "nueva economía" (ésa que aseguraba el crecimiento constante en función de la innovación tecnológica constante y que alimentó intensamente la especulación financiera).
Para empeorar las cosas, las posibilidades del Federal Reserve (el banco central norteamericano) de seguir recortando los intereses referenciales son cada vez menores a la luz de signos cada vez más visibles de incremento de la inflación.
En consecuencia, dice el BIS, de acuerdo al Financial Times, sólo una depreciación del dólar acompañado de un crecimiento en el resto del mundo facilitaría las cosas para los Estados Unidos. Ello nos permitiría a los que estamos en la esfera de influencia de esa potencia perspectivas más optimistas.
Pero, lamentablemente, las tendencias no apuntan en esa dirección. En efecto, Japón parece seguir hundiéndose en una recesión ya declarada. El crecimiento esperado en este primer trimestre no ha sido obtenido y su proyección anual caerá de 1.7% a apenas 1.2%. La caída parece asegurada en tanto el consumo, la producción industrial y el empleo se vienen comportado por debajo de las expectativas. En ese marco, según el International Herald Tribune, será difícil desarrollar las reformas estructurales que insinuó el nuevo gobierno japonés. A esa improbabilidad contribuyen los llamados a incrementar la oferta monetaria aún más sustancialmente.
De otro lado, las tendencias a la desaceleración en Europa tienden a no ser corregidas por el Banco Central Europeo que se muestra más rígido en el manejo de su política monetaria mientras espera la entrada en circulación del euro hacia el próximo 31 de diciembre.
A ello debe agregarse el fuerte y negativo impacto regional que generan los problemas financieros en Argentina y el grave problema energético en el Brasil que generará una caída en el PBI de la primer economía suramericana. Él conjunto de este escenario estará también influido por el recorte petrolero de Irak que puede generar un incremento de los precios en el corto plazo en momentos en que el mercado está bastante ajustado (lo que indica una necesidad de mayor oferta que la OPEP controla).
Mientras tanto, nuestras autoridades -incluyendo las recientemente electas- no parecen públicamente alertas a esta grave problemática. Barrer bajo la alfombra -es decir, distraer la atención con el debate sobre a quién corresponde la dirección del MEF, ciertamente no contribuirá a tomar las decisiones que el momento reclama.
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