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  • Alejandro Deustua

De la “Primavera Árabe” al Conflicto Regional en el Medio Oriente

Así como el espontáneo origen de la fracasada “primavera árabe” resulta inverosímil, el blitzkrieg que desarrollan, con empuje mortal, las fuerzas terroristas del ISIS (o ISIL) en Irak no ha salido de la nada.


Si el primer hecho político pudo encontrar parcial explicación en las tensiones sociales derivadas de grandes dificultades económicas (especialmente el desempleo juvenil) y en el uso intensivo de las tecnologías de la comunicación, quienes hayan sido sus dirigentes en el Norte de África tienen nombre y apellido.


Su logro mayor, sin embargo, sólo puede identificarse hoy con el vacío de poder en medio de un par de gobiernos funcionales (Túnez y Marruecos) y de otro autoritario devenido en “democracia delegada” (Egipto, no es una dictadura común gracias al exuberante aporte de 95% de egipcios habilitados para votar que no incluye a los tormentosos Hermanos Musulmanes).


En ese marco nació la guerra civil siria en la que “rebeldes que están del lado correcto de la historia” quisieron deshacerse de un autócrata devenido en criminal de guerra –Bashar el Asad- a cualquier precio. Éste incluyó la corresponsabilidad en la destrucción de su país y de un balance de poder sin otro alternativo que no favoreciera a Irán –un Estado con vocación de potencia nuclear- y a Rusia fuera de ella.


Ello despertó una situación prebélica en Turquía –un miembro de la OTAN sin demasiadas convergencias con Occidente-, Egipto –cuyas fuerzas armadas son la única autoridad verosímil en ese Estado que quiso ser una potencia panárabe- e incrementó la vulnerabilidad iraquí. La primavera árabe había derivado, apenas en dos años (2010-2012), en un conflicto regional.


Hoy Irak, que a pesar de todos los errores, parecía estar orientándose hacia la reafirmación democrática luego de las elecciones parlamentarias del mes pasado, ha ampliado el escenario del conflicto gracias a la fulgurante ofensiva del ISIS.


Es verdad que su gobernante chiita (Nuri al Maliki) ganó los comicios logrando un tercer período con apenas 28% de los votos. Y que la tarea de formar una coalición que permitiera gobernar decentemente, desescalar la creciente segregación de sunitas, estabilizar la economía y organizar al país extrayéndolo de una creciente confrontación terrorista parecía extremadamente compleja para este ineficiente y sectario gobernante. Pero de allí a la partición de Irak había una enorme distancia que hoy, sin embargo, es una probabilidad real a la luz del avance territorial del ISIS.

Esta agrupación había hecho su aparición hace pocos años (aunque su fundación se remonta, en apariencia, hasta el 2004) como aliado de Al Qaeda y luego como su sustituto.


Asentado en el frente sirio es posible que haya recibido financiamiento de las fuentes que aprovisionaron a los “rebeldes”. Logrado el arraigo territorial en ese país destrozado y reconocida su filiación sunita es probable que se haya beneficiado del largo brazo financiero de los países del sur del Golfo (especialmente de Arabia Saudita).


Y también es probable que, demostrada su capacidad de arraigo, los humillados y desplazados sunitas iraquíes hayan aportado conocimientos militares para reconstituirse como fuerza política en el ámbito del ISIS y encabezar el blitzkrieg aun a costa de la partición de su país de origen.


¿Cómo explicar, si no, que, que en enero pasado el proceso centrífugo de la guerra civil siria diera cuenta sólo de acciones del ISIS en el norte de Irak y que hoy se encuentren a las puertas de Bagdad? Y que, en el proceso, hayan superado la resistencia de los kurdos iraquíes (cuya fuerte motivación para defenderse deriva de la protección de su no bien definido territorio autónomo cuyas riquezas petroleras son las mayores de Irak)?.


Si de pronto el ISIS se presenta como una fuerza arrolladora que pone en fuga a las muevas fuerzas regulares iraquíes, confronta con éxito a los kurdos, toma ciudades importantes y refinerías vitales iraquíes y su nombre -Fuerzas Islámicas de Irak y Siria (o Levante)- adquiere corporeidad, quizás no sea sólo una base de un supuesto y ansiado califato el que se ha asentado entre Siria e Irak sino el escenario refundador del Irak sunita desplazado por la invasión y por el segregacionista gobernante chiita.


Además de mostrar la dimensión del error estratégico que implicó la destrucción de la original fuerza armada iraquí ello ahora supone la necesidad vital de la derrota y expulsión del ISIS si Irak desea sobrevivir como Estado. Luego del retiro de las fuerzas armada norteamericana el 2011 (al costo 4500 bajas fatales, un número indeterminado de civiles iraquíes muertos -cuya base contable empieza en 100 mil y casi un trillón de dólares gastados desde el 2003-) esa necesidad es vital y la amenaza real y presente.


De no mediar un gobierno iraquí religiosa y económicamente incluyente capaz de convocar a civiles y ex militares suníes y de recibir con responsabilidad la asistencia militar externa (la occidental y también la que deba proporcionar el hoy dominante Irán) Irak no sólo será segmentado por fuerzas del fundamentalismo islámico en conflicto perpetuo con kurdos, iraquíes, turcos y sirios sino que generará un vacío de poder capaz de generar una guerra regional.


Especialmente si el rol dominante de Irán no es tolerado por Arabia Saudita y si la capacidad disuasiva de Egipto y Turquía resultan insuficientes para evitar un escalamiento creciente. Si al respecto la Liga Árabe tiene la palabra decisiva no lo sabemos (pero, de momento, parece sólo una aspiración).


Esta situación atraería aún más poder ruso a la zona (ya implicado en la defensa de su base marítima en Siria) generando una situación en la que los 300 “entrenadores” norteamericanos redesplegados a Irak serán sobrepasados mientras los pozos petroleros iraquíes se convierten en campo de batalla. En este escenario, Estados Unidos no podrá permanecer renuente o sujeto a la mera acción diplomática.


Impedir que este escalamiento se produzca supone estar al tanto de las fuerzas de destrucción que recorren hoy el Medio Oriente sustentadas en viejos faccionalismos y clanes. En tanto éstas se suman a las que ya se han mostrado en Crimea en nombre de un Estado superior euroasiático, las encargadas de llenar el vacío de poder en el Medio Oriente no radican en otra parte que no sea Occidente para desmayo norteamericano y europeo (o en un entendimiento con Rusia).


De otro lado, en tanto no es éste el curso multipolar que los latinoamericanos responsables desean (y menos si la escalada iraquí pasa por una nueva crisis petrolera), su aporte en el marco de la ONU y en el que fuera requerido deberá ser presto y alejado de reclamos de neutralidad.


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