El Presidente Santos ha logrado con claridad aparente pero sin la contundencia necesaria dos victorias en las elecciones presidenciales de su paÃs. La primera es haber sido reelecto en segunda vuelta (51.5% a 45%) con apoyo in extremis de la izquierda tras perder la primera. La segunda consiste en haber mantenido viva la esperanza del proceso de paz que negocia con las FARC.
Descontado el concurso invalorable del expresidente César Gaviria, del liberalismo y de un sector del Partido de la U fundado con el ex -presidente Uribe, las demás son concurrencias de izquierda con las que el Presidente ha adquirido una compleja deuda polÃtica.
Si estas últimas reclamaran participación moderada y prefirieran que el gobierno tenga libertad para negociar estarÃan haciéndole un servicio a la tercera economÃa de la región que acaba de pasar con suficiencia evaluaciones del FMI y la CEPAL. Con 4% de crecimiento esperado este año, Colombia desea consolidar en el norte de Suramérica un polo de progreso al lado del agujero negro venezolano.
Parte de la dificultad interna proviene del hecho de que el Sr. Santos no tiene un bastión geopolÃtico ni en los núcleos de cohesión colombianos (perdió MedellÃn aunque ganó Bogotá) ni en las áreas de influencia histórica de las FARC donde el voto también está dividido.
Por lo demás, el opositor Óscar Iván Zuloaga, que ganó la primera vuelta y perdió en la segunda consolidando 7 millones de votos, tiene su origen apasionado en el expresidente Uribe y un más tradicional apoyo en el Centro Democrático y en un fragmentado partido Conservador. Esta oposición es, en apariencia, más sólida que la más oportuna coalición oficialista.
Tales divisiones derivan del incumplimiento de los plazos de la negociación con las FARC (Santos esperaba presentarse con el acuerdo de paz concluido), las dudas sobre lo negociado (asuntos agrarios, participación polÃtica y problema de drogas ilÃcitas) y sus formas y sobre los dos puntos pendientes (fin del conflicto e justicia para las vÃctimas).
A la complejidad negociadora el opositor Zuloaga reclamó condiciones (un cese al fuego unilateral de las FARC), éstas recordaron la necesidad de una Asamblea Constituyente mientras que un referéndum sobre los resultados está pendiente.
Como la negociación se basa en el principio de que nada está negociado hasta que todo lo esté, la elección bien pudo convertirse en un referéndum anticipado de lo pactado en el que la falta información básica fue reemplazada por esperanzas antes que certezas. Ello no ocurrió.
Ahora el gobierno del Sr. Santos podrá producir estas certezas si la oposición contribuye. Si lo hace, América del Sur se beneficiarán de la solución del conflicto no convencional por excelencia en el área, la Alianza del PacÃfico ganará estabilidad polÃtica, el Hemisferio un baluarte liberal y Perú un socio más firme.
Aún asà la remanencias del crimen organizado y sus oscuras alianzas extra -regionales con el terrorismo seguirán siendo una amenaza frente a las que el vecindario debe mantenerse alerta en un contexto global inestable.