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  • Alejandro Deustua

China y el Cambio del Sistema Internacional

Entre los efectos de la crisis económica del 2009-2009, que no ha sido globalmente superada, se reconocen cambios estructurales en el sistema internacional. Aunque algunos de ellos se proyectaban como tendencia con anterioridad, la dimensión y velocidad de la recuperación de algunas economías muestran que la crisis ha sido un parteaguas en la distribución del poder económico mundial.


En el ámbito global, éste es el caso de China instaurada como segunda economía mundial superando a Japón (aunque falta la confirmación multilateral de ese hecho). Y en el escenario regional relevante, el caso es el del liderazgo alemán en la Unión Europea (siempre que su crecimiento constituya una tendencia de largo plazo en contraste con la menor perfomance francesa).


La consolidación de China como superpotencia económica (aunque lejos de la economía norteamericana, casi tres veces mayor) se reflejará en una mayor influencia en el restablecimiento del orden económico regional y global, en el replanteamiento de sus reglas y, quizás, en la matización de sus principios. Ello deriva de un gran poder: el incremento de su capacidad de influir en los precios generados por su poder de compra, su oferta exportadora y su gran acumulación de capital. Ello se resume en una participación en el producto global de más del 8% (vs. 14% de Estados Unidos).


Desde el escenario latinoamericano, un cambio estructural de menor escala sólo podría ser producido por Brasil y, con mucho más dificultad, por México. La fuerza del impacto brasileño tendría, además, que sustentarse regionalmente (Brasil representa 39.5% de participación en la economía latinoamericana pero pesa sólo 2.7% en la economía mundial). Si bien esta aproximación restringida a la cuantificación del poder económico no explica su dimensión ni su influencia reales, confirma que los países de ingresos medios (como el Perú, que representa 0.2% del PBI global) no tienen, per se, ninguna posibilidad de alterar el sistema en términos favorables. Ello nos plantea, nuevamente, el valor geopolítico de la integración. América Latina tiene una dimensión mayor que el Medio Oriente, el sur del Asia o que parte de Europa del Este según el Banco Mundial. Pero no aprovecha su situación debido a la sustancial fragmentación política e ideológica.


La salida razonable a este entrampamiento es la articulación de economías que operan con los mismos principios y reglas y que se orientan por una visión más o menos común del mundo. Este es el caso de Perú, Colombia y Chile, que con acuerdos de libre comercio con Estados Unidos y la Unión Europea, plantean un potencial de mercado equivalente al 13% de la economía regional.


Como esta escala sigue siendo mínima en términos de poder (aunque podría multiplicarse con un mercado de capitales equitativamente compartido), el Arco del Pacífico que, salvo excepciones, va desde Chile hasta México representa alrededor de 47.8% de la economía latinoamericana y 3.2% de la mundial. La alternativa brasileña sería determinante siempre que su liderazgo no fuera excluyente.


A pesar de su gran crecimiento y su red de acuerdos comerciales el Perú, que necesita de aliados de escala, no puede limitarse a mantener el curso cuando el sistema internacional cambia.



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