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  • Alejandro Deustua

Castillo se Protege en la ONU

21 de Setiembre de 2022


Luego de asistir a una reunión con empresarios en Nueva York sin agenda aparente ni medidas adecuadas de promoción de inversiones, el Sr. Castillo se presentó en la 77º período de sesiones de la Asamblea General de la ONU, con un discurso que sólo practicó y que quiso hacer pasar como la posición peruana sobre las crisis internacional y local.


En asuntos de seguridad el Sr. Castillo se refirió a la agresión rusa contra Ucrania sin plantear una sola iniciativa de fuente nacional y también a conflictos menores en los, mucho antes su postulación a la presidencia, el Perú ya desarrollaba operaciones de mantenimiento de la paz.


En relación al escenario euroasiático, señaló, correctamente, la defensa del principio de no intervención identificando al agresor (Rusia) pero sin agregar nada que no hubiese sido ya planteado antes por la representación peruana en la ONU.


Dada la gravedad de la situación y la afectación nacional pudo, por lo menos, señalar dos o tres iniciativas que anunciaran un compromiso nacional por las tareas de la paz. Para ello hubiera bastado el apoyo a la iniciativa turca y de la Secretaría General en el desbloqueo del acceso a los productos agrícolas ucranianos, alguna gestión para acceder a los fertilizantes rusos o el anuncio de alguna gestión peruana (en el marco de la OEA, digamos) para enmarcar el cese al fuego teniendo como referencia, por ejemplo los acuerdos de Minsk.


Pero su desconocimiento del escenario es de tal naturaleza que le impidió atender siquiera la nueva situación generada por la contraofensiva ucraniana, la amenaza de escalamiento nuclear, el real escalamiento convencional o los costos específicos de la guerra para el Perú.


En lugar de ello, pasó a apropiarse de la larga experiencia peruana en operaciones de mantenimiento de la paz (que se origina en 1973) en conflictos de menor escala.


Al respecto, el Sr. Castillo parece no entender que la presencia de tropas peruanas en la República Centroamericana se realiza en el marco de una especialización en ese tipo de operaciones lograda durante casi medio siglo de despliegues en el marco de la ONU. Ese esfuerzo debió ser recordado como aporte nacional a la seguridad colectiva. Pero ello era demasiado pedir a quien no se ocupa de la seguridad nacional.


Enseguida, para señalar su compromiso con el principio derecho a la autodeterminación, el Sr. Castillo se ocupó de dos casos excéntricos.


El primero, referido a las relaciones diplomáticas con la República Árabe Saharaui que, debiendo aún satisfacer requerimientos de la ONU para lograr su plena incorporación al sistema internacional, goza del reconocimiento del Perú desde los años 80. Y el segundo referido, con pretendida intrepidez, al anuncio vocinglero de que el Perú establecería una representación en el Estado Palestino como si no se hubieran establecido relaciones diplomáticas con esta entidad.


Al respecto cabe indagar por las razones que orientan al Sr. Castillo a concentrarse diplomáticamente en países de antigua y renovada realidad conflictiva y olvidar la necesidad de atender la proliferación de la conflictividad actual.


En materia económica, el Sr. Castillo expresó su preocupación por la creciente crisis global recitando sus manifestaciones (inflación, bajo crecimiento, interrupción de cadenas de suministros, endeudamiento, etc.) pero sin mencionar las sonoras alertas sobre una fuerte recesión en el próximo futuro. Sin tener en cuenta ese horizonte inmediato se refirió al Pacto Social promovido por la Secretaría General de la ONU hace algún tiempo y a la necesidad de cumplir con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030 sin señalar las razones de su aparente marginalidad actual y lo que puede o debe hacerse puntualmente evitándose él apenas una cita de etiqueta.


Pero todo ello pareció el entremés. En efecto, de inmediato pasó a reclamar por el respeto a la institucionalidad y a la Carta Democrática en prevención de un golpe de Estado del que, indirectamente, advirtió. En realidad, de ello trataba su encorbatado viaje a Nueva York. Finalmente buscaba la protección de la comunidad internacional contra la quemadura de quien tiene la olla de agua hirviendo y se la echa encima.


Al respecto debe decirse que el golpe ya se lo autoinfligió el Sr. Castillo al ganarse a pulso la ilegitimidad de su mandato, las seis investigaciones de la fiscalía y el rechazo de la gran mayoría de peruanos. Con esos antecedentes, Castillo simplemente no puede mostrase al mundo como arquitecto de los pilares de la gobernanza democrática que señaló, porque ha derruido cada uno de ellos.


En efecto, él ha mostrado desprecio por los ciudadanos al confundirlos con “los pueblos” (el lenguaje bolivariano) de un país que prefiere referir como sólo pluriétnico negando su prevaleciente mestizaje. Por lo demás, no se entiende cómo puede reclamar en la ONU por la solución pacífica de controversias internas cuando es experto en atizar la conflictividad social; ni su desgarro emocional por los derechos humanos cuando empobrece a las clases medias privándolas de los servicios elementales que reclama; ni su vocación institucional cuando ha contagiado a casi todas las entidades del Estado con corrupción desatada y excesos patrimonialistas.


Si la ONU no es el foro que brindará cobertura a su desgobierno y a la destrucción progresiva del Estado, los diplomáticos peruanos no debieran contribuir a que lo parezca.


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