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  • Alejandro Deustua

Brasil: ¿Revolución Rápida?

La crisis política brasileña se ha escalado desde la expresión de un malestar latente y colectivo sin especificidad de causa ni de objeto a la oferta de revisión de orden del Estado por el gobierno.


Acorralado por un súbito movimiento de masas, la exposición global que facilita la Copa Confederaciones, la Copa del Mundo y las olimpiadas y la cercanía de las elecciones del 2014 (octubre) el gobierno brasileño ha reaccionado con disposición conciliadora. En contraste con la reacción turca a fenómeno similar criticada por la Unión Europea, el ánimo de la respuesta del gobierno brasileño parece sensata. Pero el límite entre la sensatez y la imprudencia ha sido vulnerado, a juicio de gremios jurídicos brasileños, por la oferta de convocatoria a una asamblea constituyente como resultado de un referéndum que debería patrocinar una incierta reforma política. Más allá de la discusión sobre la instancia apropiada para producir esa reforma, el hecho es que, en tanto ésta cambiaría el orden interno, las manifestaciones brasileñas han dejado de tener un carácter reivindicativo multisectorial para devenir en revolucionarias de la mano gubernamental. Quizás por ello la propuesta de la asamblea constituyente ha sido suspendida. Pero en tanto el referéndum se mantiene, el gobierno brasileño parece empeñado en producir un rápido cambio estructural que dista de los cinco pactos sectoriales que ha ofrecido. Como instrumento de gestión de crisis la deliberada sobre-reacción es sui generis. Y no disminuye el riesgo porque el referéndum se puede perder o producir una evolución populista si el contexto no es el adecuado. Especialmente cuando el riesgo implica el desconocimiento del instrumento circunstancial de esa protesta: las redes sociales y el gran efecto multiplicador que éstas producen al incrementar el efecto demostrativo de movilizaciones en otros escenarios. Por su carácter global ese riesgo tiende hoy a expandirse (en la región ocurre ya en Costa Rica) si lo que lo motiva no es adecuadamente satisfecho y su instrumentación persiste. Siendo los motivos sectoriales antes que estructurales quizás el gobierno brasileño podría focalizarse en aquéllos. Si esa corrección fuera hoy inviable, los países del área que registran altos niveles de conflictividad sentirán las consecuencias.


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